La inexperiencia política fue salvajemente derrotada. Un veterano como Danilo Medina logró hacer lo que quería en su lucha desigual frente a un partido joven y un candidato ingenuo, sin malicia, poco carismático e inexperto en el juego sucio de este tipo de contienda.
Luis Abinader, que heredó una parte de un partido dividido, como el Revolucionario Dominicano (PRD), proponía el cambio. Danilo, liderando un partido sólido en su estructura y con tres períodos de control absoluto del Estado y gobierno dominicano, planteaba el continuismo.
A Medina se le reconoce ser un excelente estratega político, un veterano muy diestro que conoce las artimañas del poder por sus largos años en ejercicio de esta profesión, ocupando puestos de relevancia dentro del partido y del gobierno.
Como Jefe de Estado, logró proyectarse en la cima de la popularidad en los primeros dos años de su mandato.
Para lograr ser candidato a la reelección del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), fue capaz de utilizar estrategias “sucias” para vencer al líder de su propio partido, el doctor Leonel Fernández Reyna, quien buscaba la nominación presidencial en la contienda interna de la organización, hecho que provocó un distanciamiento personal entre ambos líderes peledeístas.
Los bochornosos actos de corrupción en su gobierno y la alta criminalidad en el país hicieron que su imagen y popularidad cayeran vertiginosamente ante las fuertes críticas de la sociedad.
Para mejorar su decaída imagen y lograr a como diera lugar su objetivo de ganar las elecciones presidenciales para un segundo término, Danilo se contrató a un estratega en campaña sucia y golpes bajos, como lo es el publicista brasileño Joao Santana, hoy preso por cometer actos fraudulentos y de corrupción en perjuicio de su país natal.
Estas recientes elecciones de 2016 traen al recuerdo las efectuadas en 1994 y que ganara el caudillo reformista Joaquín Balaguer, a quien se le atribuye nunca haber ganado unas elecciones limpias y pulcras en seis contiendas (1966/1978; 1986/1990; 1990/1994, y 1994/1996).
Peña Gómez, como candidato del PRD, perdió de Joaquín Balaguer en 1994 en unas elecciones muy cerradas, denunciadas por fuertes irregularidades y fraude.
Al ser derrotado y comprobado el fraude cometido en su contra, Peña Gómez convocó una huelga general para defender lo que con justeza había ganado. Sus seguidores le apoyaron y generaron grandes protestas en todo el país y a nivel internacional.
El “fogoso líder” de raza negra, con su firme posición de que no le robarían el triunfo, obligó a negociaciones con Balaguer que dieron como resultado que el anciano caudillo anunciara que dejaría el cargo antes de tiempo debido a la presión interna y externa que empujaban su gestión a la ingobernabilidad del país.
Dichas negociaciones dieron nacimiento al Pacto por la Democracia, un acuerdo entre los principales líderes políticos de la época, donde se acordó la no reelección, la reducción del período de gobierno de Balaguer a solo dos años y la celebración de elecciones en mayo de 1996.
Las elecciones presidenciales de 1996, logradas por la presión constante de Peña Gómez, fueron ganadas por el partido creado por Juan Bosch en 1973, el PLD. Ahí comenzó una nueva historia política a favor de Leonel Fernández, quien ascendió al solio presidencial tras su partido ganar las elecciones de ese año apoyado en un acuerdo político con el Reformista Social Cristiano, con tal de impedir un probable triunfo en las urnas del doctor Peña Gómez.
El líder perredista fue un auténtico guerrero. Un veterano en la guerra política partidarista. No se doblegaba sin dejar demostrado que el pleito había que echarlo antes de sucumbir ante el avasallador que golpea de manera abusiva.
A Luis Abinader, un prominente y exitoso empresario en el área turística, pero con una corta trayectoria en la política dominicana, le hicieron trampa y perdió las elecciones.
Demostró públicamente que hubo fraude, pero no echó el pleito como en su oportunidad lo hizo el extinto líder perredista de verbo “encendido”.
El discurso de Abinader ante la población fue de entrega, denunciando que le habían estafado y declarando sutilmente como ganador a Medina.
Su mensaje a la nación, luego de la derrota anunciada por una JCE parcializada que respondía a los intereses del candidato reeleccionista Danilo Medina, dejaba bien claro más que como político, como empresario hacia donde iban sus intenciones frente al país a partir de los hechos acontecidos.
Luego de los resultados emitidos por la JCE, el candidato Luis Abinader dijo entre otras verdades, que el presidente Medina, más que ganar, había impuesto su victoria en los comicios del domingo 15 de mayo, en los que logró la reelección con más del 61% de los sufragios.
“Sabemos que usted (Danilo Medina) logró imponer la suma de votos que le favorece. Usted no ganó, usted se impuso, con la compra de cédulas y presionando a ciudadanos que reciben pequeñas ayudas del Gobierno”.
La gran estafa se inició a la 1:00 de la mañana del 15 de mayo, cinco horas antes del inicio del proceso de votación cuando el presidente de la JCE, Roberto Rosario, anunció en rueda de prensa que 3,000 técnicos del organismo que laborarían en el manejo de los scanners para la transmisión de los cómputos de las elecciones, habían renunciado.
Nunca se supo de los técnicos renunciantes ni de los sustitutos entrantes. Localizar 3 mil técnicos sin entrenamiento en un período de 8 horas (entre la 1:00 am y las 9:00 am) equivale a 375 técnicos por hora, o unos 6 por minuto. Siendo de madrugada, era imposible tan difícil tarea. La falsedad era evidente.
Tras las votaciones, grandes masas se movilizaban con violencia en distintas comunidades del interior del país, denunciando el fraude que dio al traste con las aspiraciones de los candidatos de su preferencia, y a la espera quizás de una posición pública más enérgica contra el fraude cometido en su contra.
En medio de esa situación, Luis Abinader, intentando aplacar la furia de sus seguidores para evitar el caos y la desobediencia civil, aceptó sutilmente la derrota advirtiendo al presidente Medina que jugará su papel opositor que se había ganado.
En vez de enfrentar al verdadero culpable de su derrota, Abinader prefirió apuntar sus cañones de ataque contra la JCE, de la que pide sean reemplazados sus miembros por ciudadanos “honorables, honestos, capacitados”, y por un Tribunal Superior Electoral, por entender que el actual es “una burla a la democracia”.
Es muy probable que sus deseos sean cumplidos al pie de la letra como la mejor salida negociada de un pleito donde el ganador Danilo Medina, impuso el golpe bajo y el fraude.
Cuando un boxeador golpea muy fuerte a su adversario, este cae semiconsciente a la lona. El árbitro le cuenta lentamente del 1 al 10 para que se levante antes del conteo final; pero el magistrado parcializado para acabar rápido el pleito multiplicó el conteo: "tres por tres nueve y uno diez" y le cantó Knock-out. Eso es trampa.