Danilo Medida va a ganar el domingo. El PLD, a su vez, lo más seguro también, obtendrá la amplia mayoría de senadores, diputados, síndicos y regidores. Es muy poco probable que la oposición logre, no ya imponerse, sino que, al menos, competirle al partido gobernante. El PLD ha devenido en lo que en mi artículo aquí publicado el 14 de abril de este año (http://acento.com.do/2016/opinion/8339948-partido-poder-absoluto-sube-cae/) llamé un partido-régimen.

El conjunto de instituciones, leyes, organizaciones políticas y relaciones de poder que determinan la vida de la gente en una sociedad conforman un régimen político (régimen en el sentido de que es lo normativo; no en los términos peyorativos que reduce la palabra régimen a dictadura). Entretanto, sucede que hay países en los que por una o distintas causas históricas (las cuales se explican en el referido artículo), un partido o fuerza política se convierte él mismo en el régimen político en la medida en que hegemoniza, vía electoral, la violencia o por otros medios, todos esos estamentos sociales.

Sacar del poder o lacerar la hegemonía de un partido-régimen electoralmente es muy difícil. En la medida de que son condicionantes históricos los que propician su surgimiento, se requiere, por lo mismo, de un contexto histórico favorable a otras fuerzas para que puedan éstas subvertir su hegemonía. Es verdad que, si no están dadas dichas condiciones, se pueden crear o forzar. Ahora bien, sin un contexto histórico a su favor, esto es, sin que haya una crisis sistémica o económica, ni un escenario internacional de cambios profundos ni una redefinición de los significantes que movilizan políticamente la gente, la oposición al partido-régimen debe colocar en la discusión pública un nuevo marco de conversación que, a su vez, de lugar a nuevos imaginarios colectivos. En el actual caso dominicano esto no está ocurriendo.

La mayoría de los grupos opositores del PLD enuncian desde las mismas estructuras simbólicas y significantes políticos e históricos que el partido morado. El sentido común instalado en la sociedad dominicana a partir del trujillismo (que sigue definiendo en buena medida la manera en que los dominicanos construyen sus identidades formales) y de cual se sirvió Balaguer para hegemonizar la política dominicana de 1966 hasta 1996, es el mismo en el que se montó el PLD para construir su hegemonía. Así mismo, en el marco de ese sentido común, es que, gran parte de las fuerzas políticas que intentan disputar el poder al partido gobernante, articulan sus identidades partidistas y, por consiguiente, sus propuestas. Por ello es que en términos de cómo conciben la política (clientelar, jerárquica, basada en lideratos caudillistas y autoritarios) apenas se advierten diferencias entre el PLD y esas formaciones políticas que le rivalizan. Por tanto, un peledeísta y un perremeísta, en la forma en que definen lo dominicano y, a su vez, instrumentalizan lo político, parten del mismo lugar y las mismas estructuras. Son iguales esencialmente.

Así las cosas, a una oposición como la que gravita en torno al PRM se la hace imposible diferenciarse en lo fundamental del PLD. Y de ahí, pues, se imposibilita que pueda articular una propuesta política verdaderamente diferente que, aun no habiendo las condiciones históricas objetivas para que se desmonte la hegemonía del partido-régimen, logre que una porción importante del pueblo se movilice en pos del cambio. Es decir, no puede generar un sentido común diferente que derive en nuevos significantes que seduzcan y cautiven una mayoría. Siendo el PLD un partido/estado que controla el presupuesto nacional y que, por lo mismo, dispone de recursos económicos casi ilimitados para operar su maquinaria clientelar, la única forma de competirle es mediante la creación de esos otros significantes que logren capturar la atención e imaginación de una mayoría social. Dentro del esquema político partidista tradicional del líder que va a los barrios populares a prometer “progreso” con prebendas y de estructuras políticas jerarquizadas, no hay forma de competirle al partido-régimen.

La masa dominicana ha naturalizando su condición de miseria como lo normal que no se puede cambiar. Ha desarrollado sus propias lógicas para sobrevivir en medio de las dificultades, falta de oportunidades, exclusión, racismo y violencia existentes. En ese contexto, ha creado sus propios esquemas para manejarse ante tantas carencias. Uno de los principales mecanismos de sobrevivencia de los pobres mayoritarios es el clientelismo, ya que, con éste, en las diferentes formas en que opera, muchos se aseguran al menos la comida (mediante tarjetas sociales y demás estratagemas). De ahí que las masas dominicanas vean la política como una práctica utilitaria en la que no existen ideologías ni principios: la gente se acomoda al que está en el poder pues ese es el que puede dar y “solucionar”. Entonces, ¿cuál es el partido que desde su posición hegemónica puede dar ahora mismo?

Dicho lo cual, creo, el próximo domingo 15 de mayo de 2016, en la noche, la Junta Central Electoral dará a conocer unos resultados donde Danilo aparecerá, seguramente, con una ventaja inalcanzable. Más tarde (quizá el lunes siguiente) se conocerá la victoria del PLD en la mayoría del resto de puestos electivos. El resultado final serán otros cuatro años de súper mayoría peledeísta.

Comencé este artículo hablando de partido-régimen, hegemonía y del pueblo dominicano. De la manera en que opera un sentido común en cuyo contexto se ha montado un sistema de dominación para controlar y desmovilizar una masa empobrecida que apenas sobrevive. Vimos que dicho sentido común concibe la política en forma jerárquica, elitista y clientelar en la cual el pueblo es visto como un ente pasivo carente de ser (sustancia) que precisa que, en tanto “ignorante”, lo domestiquen en pos del “orden” (por orden entienden las clases dominantes y el partido-régimen un estado de cosas en el que sus privilegios y hegemonía no se vean amenazados).

Para crear otra realidad que conduzca a un nuevo país, hay que desmontar esos paradigmas políticos jerárquicos y clientelares. Hay que desentrañar el nudo gordiano de los resabios del trujillismo autoritario, del balagüerismo corrupto y del clientelismo de los de ahora. Volverá a ganar el PLD esta vez. ¿Y después qué? Pues seguir luchando, soñando y haciendo en aras de ese otro país que sí es posible. Y poco a poco surgirán, desde un pueblo que será otro pueblo, las alternativas para lo nuevo.