El presidente Danilo Medina inició su discurso con una ligera equivocación que causó risa en él mismo, para los saludos protocolares identificó al presidente del Senado, Reinaldo Pared Pérez, como “Señor Presidente Constitucional”. Reinaldo rió de buena gana y sus seguidores, apostados en los alrededores del Congreso, aplaudieron, diciendo que el mandatario no se equivocó porque Pared será el próximo peledeísta en terciarse la banda presidencial.

Medina es como un habilidoso-misterioso pícher de las Grandes Ligas al que nadie, ni el mejor bateador del momento le roba la seña. Y es un buen ponchador. Creo que ni su leal asistente y viejo amigo, Carlitos Pared Pérez, sabía que iba a aceptar ir en busca de la reelección, mientras los seguidores del expresidente Leonel Fernández hacían campaña para regresar al poder.

Bajo la lógica de que no es una enmienda constitucional la que lleva al poder a los políticos, sino los votantes, Medina aceptó reformar la Carta Magna, fue a unas elecciones y ganó con más del 62%, siendo el presidente más votado en la vida republicana-democrática. Hipólito Mejía había reformado la Constitución para en el 2004 tratar de reelegirse y salió muy mal parado.

Como nadie le coge la seña al Presidente, hubo algunos funcionarios que han sido de su entera confianza, como el exdirector de Aduanas, Fernando Fernández, que se le vio llegar al Palacio Nacional vestidos de blanco (es lo que establece el protocolo para participar en acto de juramentación), entendían que iban a ser ratificados en sus posiciones. Excepto el perredeísta Miguel Vargas en la Cancillería, la mayoría de los funcionarios nombrados o ratificados llegaron al Palacio sin saber que iba a pasar con ellos. Se enteraban, ponían cara de sorpresa, cuando las jóvenes de protocolo los sentaban donde había un cartoncito con el nombre y el del ministerio que iban a dirigir.

Recuerdo cuando en el 2012 aspiraba a la Presidencia de la República, durante una entrevista en el diario El Caribe me dijo que “cada maestro tiene su librito” y que el entonces gobernante Leonel Fernández tiene el suyo “y yo tengo el mío y espero llegar al gobierno para ejecutarlo”. Y como estadista que administra la prudencia, el silencio y la determinación de hacer las cosas sin presión y cuando entiende se deben hacer, ha superado a Joaquín Balaguer.

Al ganar las elecciones para su primer mandato, comenzó –sin hacer ruido– a ejecutar su librito: recorría el país en las visitas sorpresa. Los mediocres, ignorantes de siempre, comenzaron a burlarse diciendo que “brincaba charquitos”, “saltaba alambradas”… Por el contrario, el olvidado hombre de campo, del barrio marginado y la población en sentido general, vio el gesto de un hombre cercano y preocupado por la solución de sus viejos males.

Se comenzó a dar un proceso extraño. La gente se había cansado de los anquilosados funcionarios de los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), pero veía –sigue viendo a Danilo– como una figura fresca. Alcanzó una popularidad que el presidente ecuatoriano Rafael Correa bromeaba y decía que no podía permitir que Medina lo superara como el gobernante más popular de la región.

El pasado 16 de agosto, al juramentarse para su segundo mandato, pidió a Dios que no le permita nunca que el poder lo obnubile y pierda la humildad; anunció que ampliará las visitas sorpresa, siguiendo en contacto permanente con los humildes de todo el país. Sus desconcertados y maltrechos opositores se adelantan en decir que está en busca nuevamente de la segunda reelección. Eso solo lo sabe Medina, pues ya superó al presidente Balaguer en cuanto a la sabiduría-estrategia para mover el difícil ajedrez político dominicano.