“Necio: Terco y porfiado en lo que hace o dice”.
Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Ningún necio aprende de los tropezones ajenos. Ni siquiera Danilo. Hubo un momento en el que todo parecía indicar que Danilo distaba mucho de Leonel, en el que nada compartía con él. Pero tal percepción resultó ser falsa. Danilo no solo ha imitado la conducta de su predecesor: ha incurrido también en las mismas faltas. Y, al igual que a Leonel, a Danilo sus faltas le saldrán caras.
Durante algún tiempo pensé que no había políticos con personalidades tan diferentes como Leonel y Danilo. Personalidades, al parecer, diametralmente opuestas. Mientras que Leonel Fernández es aficionado a hablar, Danilo lo es a callar; mientras que Leonel domina el arte de la retórica, Danilo lo maltrata en cada uno de sus discursos; mientras Leonel basa su liderazgo en su (falsa) intelectualidad, Danilo basa la suya en su condición de humilde tecnócrata.
Las diferencias entre las acciones de ambos políticos fueron, también, aparentemente considerables. Mientras Leonel se negó a asignar el 4 por ciento del presupuesto a la educación, dando cumplimiento a lo que manda la ley, Danilo cumplió con su palabra y lo hizo; mientras Leonel le vendió nuestro oro a la Barrick Gold a un precio de vaca muerta, Danilo enmendó, aparentemente, el entuerto.
Estas diferencias han resultado falsas. La conducta de Danilo ha resultado ser la misma que la de Leonel. Aquel ha sido tan necio como este.
Como Leonel, Danilo ha sido permisivo con la corrupción. Los funcionarios de los gobiernos de Danilo se han enriquecido tan ilícitamente como los del gobierno de Leonel. Los procuradores fiscales de ambos no han hecho más que fingir que combaten la corrupción. Danilo ha protegido a Félix Bautista con tanto empeño como Leonel…
La lista de similitudes sería larga. Me limitaré a una más. Danilo fue, en apariencia, un hombre humilde. Y si realmente lo fue, el ejercicio del poder acabó con su humildad. El poder ha hecho de Danilo un hombre tan terco, tan arrogante y tan cínico como Leonel. Y Danilo, al igual que Leonel, esa terquedad, esa arrogancia y ese cinismo los tendrá que pagar. De hecho, ya los está pagando.
Así como Leonel ignoró los dominicanos que reclamaban el 4% para la educación, así Danilo ha ignorado los dominicanos que reclaman castigos drásticos contra los corrompidos por Odebrecht. Así como Leonel trató, en vano, de justificar el hoyo fiscal, así Danilo trata, también en vano, de justificar que Odebrecht siga construyendo la planta de Punta Catalina. Y así como Leonel financió su campaña ilegalmente, con el dinero producto del déficit fiscal, así Danilo ha financiado la suya, ilegalmente, con el dinero de Odebrecht.
Leonel tiene fama de intelectual. Danilo tiene fama de estratega. Pero ya lo dice un dicho: “Cría fama y échate a dormir”. Y ya lo dice otro: “Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. Leonel no vio venir el escándalo de los Tucanos. Danilo no vio venir el escándalo de Odebrecht. Leonel no vio venir la jugada de Quirino; Danilo no vio venir el descalabro de Joao Santana; Leonel no vio venir las velitas de los apandillados. Danilo no vio venir la indignación de las marchas verdes. De nada le sirvió a Leonel mentir y buscar el apoyo de compañeritos, de raperos y vividores: se quemó. Y de nada le están sirviendo a Danilo mentir, amañar encuestas y buscar el apoyo de bocinas, botellas y compañeritos de pelos en Pechito: Danilo se está quemando. Si no se ha achicharrado ya.
Danilo no ha aprendido de los tropezones de Leonel. Pero es demasiado tarde para aprender: Danilo es ya el nuevo Leonel.
Se ha dicho que con frecuencia en política se muere solo para resucitar. Esperemos que no sea el caso de estos siameses. Esperemos que a partir del 16 de agosto de 2020, no crucen las verjas del Palacio Nacional ni Leonel, ni Danilo ni los que en el futuro no aprendan de sus tropezones.
Pero no solo esperemos. Actuemos. Exijamos.