Dos líneas paralelas, por más que se prolonguen, nunca llegan a encontrarse.

¿Se acuerdan de esa repetición que nos enseñaban los docentes matemáticos?

Pues, sí, a todos nos las trazaban en la pizarra. Ambas corren un destino común hacia cierto destino, que no podemos llegar a visualizar y queda como una incógnita que no podemos descifrar.

Sólo en la imaginación proyectamos lejanas especulaciones de cuál será su probable prolongación en el tiempo y espacio.

Pero en fin, las matemáticas trabajan con cálculos, ecuaciones, algoritmos y el mundo más abstracto posible, que encuentra su consumación  en el cálculo infinitesimal de Isaac Newton o Wilhelm Leibniz.

¿Y a qué responde la digresión? Al hecho de que me atormenta la proyección en forma de línea política paralela  de cómo se manejan desafortunadamente dos gobiernos caribeños: Venezuela y República Dominicana.

No entra en discusión la hermandad histórica que han normado sus relaciones políticas,  sociales y económicas desde tiempos inmemoriales en ambos pueblos; incluso, en la coyuntura actual en el plano de la cooperación económica, en la relaciones democráticas y de la inmigración.

Ayer fueron los dominicanos en el destierro político buscando en Venezuela la protección de la Patria del Libertador o hace algunos decenios trasladándose los dominicanos para trabajar en el hermano país que los acogió en el seno de su sociedad con apertura solidaria y democrática. Hoy, venezolanos de todos los tintes sociales, en mayor grado de clase media, se asientan en la Patria de Duarte, quien viviera en Apure, Venezuela, a causa del destierro. Hoya la República Dominican les ofrece a los venezolanos el regazo inmigratorio, como manifestación fraterna y recíproca en gratitud martiana y bolivariana.

No puedo asimilar que gente, partidos de izquierda y sectores con principios éticos y democráticos, defiendan la matanza de jóvenes venezolanos, propicien el cierre del Parlamento elegido por la mayoría y persigan a los líderes opositores acusándolos de crímenes, una vez que ya no les sirven a sus designios y se alejen de la barbaridad que comete el Gobierno de Maduro.

Los venezolanos huyen desesperados ante los autoritarismos con amagos dictatoriales que implanta el Presidente Maduro y su cohorte populista en Venezuela.

Los dominicanos rechazamos los métodos antidemocráticos, populistas y persecutorios  que ha desatado Nicolás Maduro, con brutalidad staliniana contra todo opositor, abanderado en un falso "socialismo" del siglo 21, que desconoce la libertad, la discrepancia y el espacio democrático que se da el pueblo venezolano al través de las elecciones y supuestamente amparado en la propia Constitución chavista, que él pisotea. Maduro, junto a su comparsa, niega el diálogo abierto y democrático, la concertación, y se comporta como Joseph Stalin eliminando o persiguiendo a sus opositores.

Todavía peor, Maduro encuentra a compañeros "izquierdistas" haciendo causa común con la represión a la clase media y otros sectores venezolanos en nombre de ese supuesto "socialismo", alimentado por el clientelismo hacia la clase desposeída hacia la cual dirige los escasos programas sociales, que no son más que reparto de migajas, en detrimento de los sectores productivos y medios.

El Gobierno dominicano de Danilo Medina no dice ni esta "boca es mía", dado a que el paralelismo lo hace ver como un ejemplo a imitar.

Ya el amigo Reinaldo Pared se atrevió a declarar que enviaría  grupos del PLD a las calles, y Felucho ni tonto ni perezoso rechazó tal desatino del presidente del Senado y secretario general del PLD.

Maduro no oye ni ve. Habla de más, pero es mudo frente a los asuntos que no le conviene tratar.

Igual Danilo frente a la corrupción, la impunidad, el desorden, la inseguridad y la entronización de una justicia indecente, hegemónica y parcializada en favor del partido de gobierno. Compare usted, aquel y este Gobierno. Por eso, Danilo no hace ningún pronunciamiento objetando los desmanes antidemocráticos, los crímenes de jóvenes y la persecución al Parlamento, sustituido por una Asamblea Constituyente amarrada por iniciativa de Maduro. Entonces, la paradoja es,  que "la izquierda" del siglo 21, Alianza País y  la cúpula del PRM, coinciden con el Gobierno del PLD frente a la situación de Venezuela.

En materia de geopolítica a veces hay que jugársela, muy particularmente cuando se trata de principios democráticos y solidaridad. como enseñó preclaramente el Dr. Peña Gómez. No se trata de solo lanzar una simple nota llamando al diálogo de los actores, a manera de excusas, y ahí quedó todo. Danilo y Maduro son dos alas de un mismo pájaro, volando juntos en el lodo de corrupción, impunidad y hegemonía de los aparatos judiciales.

En mi escaso entendimiento de análisis político y haber pasado una buena experiencia en el mundo social y académico, de compartir una larga temporada de interacciones con "camaradas" y gente que se autotitula de "progresista" no puedo asimilar que gente, partidos de izquierda y sectores con principios éticos y democráticos, defiendan la matanza de jóvenes venezolanos, propicien el cierre del Parlamento elegido por la mayoría y persigan a los líderes opositores acusándolos de crímenes, una vez que ya no les sirven a sus designios y se alejen de la barbaridad que comete el Gobierno de Maduro.

Me resulta extraño y paradójico que socialistas y progresistas apoyen, en alianza involuntaria con el gobierno del PLD, la dictadura en ciernes  de Nicolás Maduro, cuya retórica vacía y de pretexto anti imperialista desdice totalmente en sus planes autoritarios y antidemocráticos; un gobernante que se tranca en un vacío existencial y se autotitula el salvador de la Patria Bolivariana.

Sólo la auténtica democracia ejercida por el pueblo y con la consolidación de sus instituciones hacen potencialmente posible el desarrollo social de los venezolanos y los dominicanos, no supuestos salvadores a la usanza de Stalin, Mussolini, Trujillo, Balaguer, Lilis, Perón o cualquier otro canalla que se proponga gobernar esclavizando a sus pueblos; la democracia se crece en la libertad, en la disidencia y el consenso, no en la imposición.