Por qué cambiar si las formas del pasado han dado resultado, dicen algunos peledeísta y aliados en los medios. No se percatan que hay descontento y cansancio a pesar de los signos en contrario.

Danilo Medina entendió la magnitud de los problemas y el desgaste acumulado del PLD, y adoptó desde el principio un estilo que busca alta aprobación presidencial para dar estabilidad a su administración. La estrategia se resume en más cercanía con el pueblo, y ha dado buenos resultados para forjar el carisma político de Medina en el primer año.

El desamparo social tiene diversas facetas, y dos grandes en la relación sociedad-gobierno son la baja calidad de los servicios públicos y la distancia entre gobernantes y gobernados. En ambas dimensiones hubo grandes fallos en los gobiernos de Leonel Fernández.

A pesar del crecimiento, la estabilidad macro-económica y las grandes obras de infraestructura, los principales servicios públicos como educación y salud permanecieron muy deficientes, y Fernández pensó que con retórica justificativa desarticulaba cualquier protesta. Vale recordar al ex mandatario argumentando vigorosamente contra la asignación del 4% del PIB para la educación en medio de las manifestaciones. Perdió ahí la oportunidad de consignarlo en el presupuesto de 2012 y llevarse el mérito.

De oratoria menos cautivadora, Danilo Medina no se ha dado el lujo de ignorar tanto a la gente. La estrategia gubernamental ha consistido en adelantarse para evitar que las crisis exploten, o subsanar rápido con gestos y acciones.

Medina asignó el 4% del PIB a la educación en el 2013, tal cual prometió en campaña. Era una demanda de gran apoyo para ignorarla.

Ha focalizado las visitas sorpresa de fin de semana en su persona, sin el cortejo de un gabinete con muchas figuras vitalicias del Comité Político. En esas visitas Medina se lleva todo el crédito de escuchar y solucionar problemas. Es un nuevo personalismo.

Aumentó los impuestos al pueblo, pero antes reveló la magnitud del déficit heredado. El pecado se atribuyó a Fernández y Medina salió con su imagen intacta de las protestas juveniles de octubre-noviembre 2012.

Con su popularidad en alto, dio a sus compañeros de partido un borrón y cuenta nueva en el discurso de los 100 días. Nada democrático.

Detuvo la consumación del despojo de Bahía de las Águilas en medio de protestas mediáticas. Feos quedaron los funcionarios y la popularidad de Medina salió reforzada.

Utilizó un populismo discursivo el 27 de febrero al catalogar el contrato de la Barrick “inaceptable” y presionó para captar más impuestos. Medina emergió victorioso aunque todavía no se sabe cuándo ni cuánto más pagará la Barrick.

Hubo dilación en la construcción de escuelas y el Presidente aprovechó la presencia de los medios para con celular en manos dar un boche público al ingeniero. De paso destituyó del Ministerio a una mujer educadora que no es miembro del poderoso Comité Político. ¡Qué fácil!

Llamó pocilgas a los hospitales del país, pero el PLD tiene nueve años consecutivos gobernando y no los ha arreglado. ¿Quién es culpable?

Las fotos del Presidente cruzando un charco, abriendo un portón, o en reunión con pequeños productores sirven de anclaje mediático para promover la aprobación. El equipo de comunicación merece una alta calificación en este primer año.

Al intentar corregir fallas, Medina las ha denunciado; y al hacerlo, el culpable directo o indirecto es Leonel Fernández. La popularidad de uno aumentó y la del otro bajó. Pero no se confundan, la alta aprobación presidencial de Medina, si se mantiene, augura buen futuro político para Fernández y demás aspirantes peledeístas.

Artículo publicado en el periódico HOY