Cuando la gestión del presidente Danilo Medina concluya habrá mucho que reflexionar sobre las grandes conquistas que tuvo la gente.
Para muestra un botón. Todos recuerdan que la prensa nacional e internacional se hizo eco del apabullante crecimiento del Lago Enriquillo, con un misterioso y desbordante ensanchamiento, que tragó cientos de tareas de tierras cultivables y metió en el fondo de la desesperanza a miles de seres humanos, ancianos, ancianas, mujeres desprotegidas y niños de hogares consumidos por el más contundente de los olvidos.
Todavía se recuerdan reportes que reseñaban las penurias sin nombre de agricultores dominicanos cuyos cultivos fueron cubiertos por las aguas procelosas del afluente y cómo en estampida las familias de mayor vulnerabilidad tuvieron que huir despavoridas ante el desastre que sobrevenía sobre vidas y propiedades.
En la ocasión, esos reportes espeluznantes indicaban que el crecimiento del Lago Enriquillo había inundado a 16 comunidades y destruido más de 18.818 hectáreas y 1000 propiedades, según referencia del Instituto Tecnológico de Santo Domingo y el Centro Tecnológico y Científico de Detección Cooperativa de la Administración Nacional para los Océanos y la Atmósfera de Estados Unidos. Entonces se habló de que 10,000 familias habían perdido ganado, sembradíos y casas. Se trató de un fenómeno pesadillesco para quienes tenían que ver con sus propios ojos cómo desaparecían sus esperanzas en medio de la inacción o por lo menos en medio de largas y largas, inexplicables para que se determinara una solución de componente altamente humano.
Mientras ancianos, niños, mujeres indefensas y cientos de jóvenes con la ilusión castrada se deshacían en un llanto perpetuo por la vida de riesgos que malvivían, se debatían aspectos científicos, cuestionamientos sobre la sagacidad del Enriquillo para recuperar la tierra que una vez había sido suya y se pensaba en teorías irreductibles para salvar la situación del poderoso caudal, nadie pensaba en el componente más vulnerable y esencial del drama: la gente.
Muchos recorridos en helicópteros, conferencias científicas para explicar la situación de una ribera que se había extendido en unos 90 centímetros o tres pies por año en esa década (90-2000), y alcanzado los 331 kilómetros cuadrados, el doble de su tamaño en 2004.
Y eso estaba bien. Pero, el elemento de mayor importancia se había olvidado: la gente.
Danilo Medina y su equipo de hombres y mujeres, con el precepto de que fue elegido por el pueblo para resolver la problemática de la subsistencia y de las mejoras sustanciales en la creación de alternativas para una vida más digna, vio el problema, lo analizó y algún tiempo después, 546 familias de esas que habían sido olvidadas por el sistema, dominicanos hijos de esta tierra del Caribe y parte integral del país de todos, desalojados de su heredad por la apabullante estampida del Lago Enriquillo, cristalizaban el sueño de un traslado digno hacia viviendas dignas, en un ambiente de sanidad ambiental y espiritual.
Lo que se hizo fue un proyecto modelo de pueblo verde y sostenible, casas con tres habitaciones, un huerto propio. Un destacamento policial, una estación de bomberos, estancia infantil, una escuela con la incorporación de la Jornada Escolar Extendida, una clínica de atención primaria, asilo de ancianos, un puesto de la Cruz Roja.
Muchos tal vez no han medido todavía lo que significó ese proyecto habitacional para los seres humanos que se guarecían bajo el sol en el día y bajo las inclemencias del tiempo en noches de frío y angustias latentes, así como el alto componente de sensibilidad humana de sus artífices.
Esa muestra es suficiente para aquilatar la decisión y la firmeza de la voluntad de trabajar por la causa del bien más allá de las posiciones encumbradas y de endiosamiento que posibilita el poder en un país de amplia tradición presidencialista.
Muchos proclamaron entonces que para Danilo Medina la prédica del ejemplo no es una excepción, es la regla de una conducta. Esa cercanía, frugalidad y amor al prójimo de la que está investido, no forman parte de un catálogo de poses y simulaciones. Es el accionar común. Forma parte de su idiosincrasia. La actitud del discípulo de Juan Bosch que tenía que llegar para consolidar el proyecto de nación que siempre soñó, desde aquellos años en los que el maestro debió luchar desde el exilio, combatiendo con la idea y la acción una de las dictaduras más sangrientas y violentas de la historia de América Latina, la llamada era de Trujillo.
El pueblo llano fue salpicado por una garantía al más alto nivel de que sus prerrogativas y derechos estarían preservados. La democracia se fortalece cada día, con la práctica consuetudinaria de unas libertades públicas de consolidación hacia una mejor convivencia.
Lo de Boca de Cachón ha sido una práctica que se ha reproducido de manera constante y sin esperas. El hombre que ocupa la primera magistratura del Estado, además de tener clara la eficacia de esa cercanía con la gente, en términos de lo que eso significa, ha forjado una visión de lo que es un estadista en todo el sentido de la palabra. Gobierna para todos los dominicanos, lo hace de manera incluyente y sin sectarismos políticos enceguecedores, persiguiendo el fin constante de la unidad entre los dominicanos.
Los dominicanos tienen la certeza de que los desvelos del hombre que es Presidente de la República Dominicana, tienen que ver con lograr un futuro de plenitudes a partir del presente de esperanza.
El presente de esperanza se ha sembrado y los logros tangibles están ahí. El pueblo los conoce, porque son logros que se han insertado en las comunidades de todo el país. En el punto más intrincado, el presidente Danilo Medina ha llevado la esperanza. Esa esperanza que se fortalece con el logro de enseñar a leer a miles de adultos y envejecientes, jóvenes, mujeres de todas las edades, alumbrados con la luz enaltecedora del Plan Quisqueya Aprende Contigo, que, con un esfuerzo sin precedentes se aproxima al ideal de dejar al país libre de analfabetismo.
¿Qué significa esto? Significa la luz. Significa que miles de familias dominicanas abrirán los ojos que tenían cerrados al conocimiento, leer para escribir y leer para comprender que el mundo tiene un sentido que se explica y se realiza a partir de la palabra escrita. ¿Educación? Sí. El presidente Danilo Medina tiene como uno de sus portaestandartes fundamentales la educación, su frase “La educación es el otro nombre de la libertad”, es tan emblemática y cierta que ningún pueblo puede ser libre si su desarrollo humano no involucra la instrucción, el aprendizaje y el conocimiento para salir de la pobreza.
Todos estos ámbitos son globales e integrales y suponen la práctica de un ejercicio humanitario sin caer en el populismo ni en la tradicional práctica del paternalismo asistencialista.
Ha sido una de sus prédicas en muchos de los lugares a los que asiste todos los días del año, pregonar que el suyo es un Gobierno en el que antes que dar el pescado se enseña a pescar. Esta idea, con un contenido de fe en el ser humano y en su capacidad de echar hacia adelante con los instrumentos adecuados, permite un esquema que va de la dádiva de servir un día a mostrar el camino para ejercer una labor productiva de permanencia en el tiempo.
¿Hasta dónde llegar en el mensaje de este trabajo que muestra al presidente Danilo Medina de cuerpo entero, el hombre de la cercanía, cuya obra de Gobierno ha sido reconocida y muchas de sus iniciativas emuladas por gobernantes de naciones vecinas.