De las cosas que adornan al flamante presidente de Republica Dominicana; existen dos elementos sustanciales y notoriamente determinantes en la personalidad de un individuo, que a juicio de Hipócrates, debería ser considerado como flemático. Eso, por no decir complaciente ante cualquier acto bochornoso que afecte directamente la imagen de su gobierno. Un gobierno que solo ha traído desgracias a la familia dominicana y que se aprovecha de las falencias institucionales para prolongar la corrupción y mantener la impunidad a todo costo.
La prepotencia y la indiferencia, son sin dudas las muletas que acompañan al mandatario en su trajinar por el aparato del Estado. Cualidades propias de la megalomanía de un político que aprendió creerse un dios y soñar que está por encima de la verdad. Con ellas han sido contagiados sus súbditos y asumen como él, haber heredado un feudo familiar desde las instituciones que manejan. Patrimonio que usufructúan destempladamente y el que ponen al servicio de una mafia con tentáculos tan largos, que limitan lo imaginable.
Ante su mirada indiferente, se han perpetrado los hechos más horrendos e ignominiosos que se hayan visto en los últimos veinte años, sin que él, nuestro presidente, muestre siquiera un ápice de indignación por dichos sucesos. Contrario a ello, pretende envolverlos en una nebulosa, haciendo uso de su gigantesca maquinaria comunicacional para menguar los efectos de la repugnancia que siente la sociedad ante tal degradación.
Los escándalos acaecidos en los últimos meses, especialmente el caso Yuniol Ramírez y la fuga de alias Quirinito; demuestran que hay toda una sinfonía estructurada desde el Estado en beneficio de la corrupción y la protección de peces gordos con el manto que cubre la impunidad. Pues nada de eso puede ser posible, sino se cuenta con el amparo de un sistema organizado específicamente al servicio de la carroña estatal.
Esta sociedad, que ha perdido en cierta medida la capacidad de asombro; se muestra perpleja y asume como aberrante, primero: La desaparición orquestada desde los organismos supuestos a vigilar el sistema penitenciario de alias Quirinito, con toda una maraña de corrupción y complicidad para sacarlo de la cárcel y segundo: El secuestro, tortura y posterior asesinato de un abogado que hasta prueba en contrario, solo buscaba que se le suministran por las vías pertinentes, documentos que mostraran la licitud de las operaciones de una institución pública cuestionada.
Este gobierno, encabezado por Danilo Medina, no ha dado y probablemente no lo haga nunca, muestras claras de querer eliminar de raíz la mafia que se ha enquistado en el Estado y poner un alto a la corrupción, que amen de sustraer en sus garras el dinero de la salud, educación, seguridad ciudadana y otros renglones vitales para la sobrevivencia de los ciudadanos; ahora se lleva a destiempo una vida productiva, de la forma más ruin y despiadada que ojos hayan visto jamás.
La corrupción es monstro que destruye sin piedad las buenas prácticas y se lleva a su paso; todo aquello que se le interpone en su camino. Dirigida desde el poder con la filosofía de los carteles de droga y con individuos a su servicio, capaces de cometer todo tipo de crímenes con el único fin de tapar el fango en que se revuelcan los funcionarios corruptos de es este gobierno. No sabemos hasta donde llegan sus hilos; pero duele saber que mientras todo ocurre el dueño de orquesta, con cara de yo no fui, hace un mutismo profundo. Se mantiene aislado, despreocupado, sigue estando como siempre… calladito.