Le tocó el turno décimo séptimo para ocupar la tribuna del organismo mundial. Y su discurso se centró básicamente en lo que advirtió como las que calificó de tres principales amenazas que se ciernen sobre la estabilidad y la seguridad del planeta. Son estas: el narcotráfico, el crimen organizado y el cambio climático. Para enfrentarlos demandó un esfuerzo común y el endoso de un mayor apoyo y recursos por parte de las grandes potencias.
Ya desde antes se produjo un intercambio, fuera el ámbito formal de la Asamblea General, sobre los mismos temas, donde al parecer hubo coincidencias de opiniones entre los jefes de Estado participantes. Ciertamente son males globales que hace tiempo rebasaron todas las fronteras y en mayor o menor medida han afectado a todos los integrantes de la comunidad internacional. No son solo la economía, el comercio y las comunicaciones las que marchan a ritmo global. Los males señalados no se han quedado rezagados.
El narcotráfico está considerado entre los tres o cuatro negocios más lucrativos a nivel mundial. Mueve cientos de miles de millones de dólares y por mas esfuerzos que se han desplegado hasta ahora, parece de crecimiento indetenible. Obvio que habrá que sentarse a analizar lo que se hecho hasta el presente. Donde radican las fallas. Por descontado que no creemos en la aparente solución maravillosa que sería despenalizar el consumo. Por esa vía, al final, pudiéramos convertir el planeta en un gigantesco fumadero de marihuana y de opio; de consumo de éxtasis, cocaína y heroína.
Su asociación con el crimen organizado revela un alto grado de intimidad. Estadísticamente está comprobado que la droga ha contribuido a un significativo aumento de la delincuencia. Y a formas mucho más expeditas y sádicas de delinquir. Hoy se roba y se mata. Se atraca y se asesina. Y el concepto de respeto a la vida humana se va depreciando cada vez mas.
En cuanto al cambio climático, las evidencias son demasiado concluyentes por mas que los poderosos grupos de intereses que medran a cambio de agredir la capa de ozono, restar espacio al bosque y contaminar y secar las fuentes de agua se empeñen en negarlo, y encuentren en el camino voces y talentos tarifados haciéndolos coro. No es teoría. “La verdad incómoda” que llevó a las pantallas de cine y televisión el ex vicepresidente estadounidense Al Gore como un grito de alerta, es cada vez mas una realidad que se deja sentir y que resulta imposible de negar.
Cierto que no son los únicos problemas que afectan la paz y seguridad del mundo. La lucha por la hegemonía de la economía mundial, las guerras locales, la corrupción pública y privada y la impunidad que las arropa, la pérdida de valores, los choques raciales, el disparo migratorio, los regímenes dictatoriales, las continuas violaciones a los derechos humanos, las persecuciones religiosas y el acusado contraste entre la riqueza creciente de las naciones más desarrolladas con las rezagadas economías de las en vías de desarrollo y del cuarto mundo, así como ese uno por ciento que controla el noventa y nueve de la riqueza frente a otros noventa y nueve que apenas dispone del uno, son otros tanto motivos de preocupación y desequilibrio.
Es el convulso mundo en que habitamos, mientras con ambicioso empeño buscamos señales de vida o posibilidades de ella en otros planetas.