Cuando periodistas le preguntaron al entonces presidente Danilo Medina sobre la corrupción en su Gobierno, este respondió lo siguiente:

“¿Dónde está la corrupción? Hablar en términos genéricos es peligroso. ¿Pero cuál corrupción, dígame? ¿Dónde están los escándalos de corrupción al estado dominicano? He dicho y he pedido que si tienen casos concretos de corrupción que lo señalen”.

¿Como un presidente de la República puede permitir que sus familiares más cercanos, militares de su círculo íntimo y funcionarios que se sentaban a su lado hayan cometido tantos desmanes y fechorías con el dinero público sin haberse dado cuenta?

En los 8 años del gobierno pasado, una verdadera mafia corruptiva dominó el entorno presidencial y es difícil creer que el mismo presidente no fuera su cabecilla. Algunos todavía lo dudan y hasta consideran probable que el presidente desconociera la magnitud de ese magnicidio financiero.

Desde hermanos, cuñados, primos, militares de alto rango de su seguridad y funcionarios de casi todas las ramas del gobierno peledeista estuvieron involucrados en ese gran desfalco al Estado dominicano cuya magnitud alcanza cifras inimaginables que hacen parecer que estos operativos “acuáticos” (Caracol, Pulpo, Coral) son una novela de ciencia ficción.

Pero no hay ni pizca de ficción. El robo, el tráfico de influencia y el lavado de activo era parte del quehacer diario de estos malévolos personajes, porque no pasó un solo día de esos 8 años sin que hicieran una de sus travesuras. Es imposible acumular la fortuna que amasaron en ese tiempo sin estar produciendo todos los días dinero mal habido. Era como una fábrica para producir riqueza que operaba 24 horas al día y que trituraba todo lo que se movía alrededor del Estado.

Y lo grande del caso es que casi todos los dominicanos lo olfateaban. Y hasta periodistas de reconocida trayectoria lo hicieron público.  Denunciaron con pruebas lo que estaba pasando. Pero el presidente ni se inmutaba. Parecía estar absorto en continuar en el poder o dejar a un heredero de su misma estirpe. Por lo menos, eso es lo que daba a entender.

Lo que sí es seguro es que en cualquier otro país del mundo, o por lo menos en la mayoría, Danilo Medina hubiera estado encabezando los interrogatorios junto a sus secuaces. Pero aquí es una tradición no tocar a los presidentes salvo que haya un video mostrando que el dirigía esa orquesta de malhechores. Una prueba irrefutable.

En Estados Unidos, el Tesoro ya hubiera indagado en todos los rincones del mundo dónde están las fortunas de esos acusados de corrupción y hubiera descubierto todas las vinculaciones, por más lejanas que sean. Porque todos son testaferros de alguien. Aquí no tenemos ese poder ni esa capacidad de investigación para implicar a un presidente.

La única condena que pesará sobre Danilo Medina será la que el pueblo dominicano le aplique y lo que la historia escriba, que será probablemente más dura que la cárcel.