No hay que ser un o una  quita gusto. Todos hemos escuchado por lo menos una vez en la vida esta frase recriminatoria, de un padre, de la abuela, de un hijo o hacia un amigo que llega a su casa en el momento más inoportuno y menos deseado.

A quien no le han enmendado la plana  por su condición de agua fiesta, al  rosario le faltarían cuentas para medirlas. A raíz de la elección del primer Papa no europeo y primer Latinoamericano, hubo  fiesta y gozo  y no era para menos,  el continente de la esperanza y el mundo católico de la América morena de Oscar Romero, tiene mil un motivos para celebrar este acontecimiento.

Doña Cándida, primera dama de la República Dominicana, es una cristiana católica de primera fila, sus obras expresadas en lo hermoso de su familia, su espiritualidad y compromiso pastoral; así, como su atuendo negro,  usado henchida de emoción  para felicitar y saludar al papa Francisco,   atuendo este de preconcilio vaticano II lo confirman.  Su fe y su convicción de buena cristiana prevalecieron por encima de las razones y el protocolo de Estado.

Me privé  colocar en mi columna  esta publicación en el momento que hice las reflexiones para no hacer de agua fiesta o quita gusto, cuando se produjo lo que yo llamo un huevo de Estado, en el que se impuso el capricho y un cierto dejo de autoritarismo con  el decreto 80-13  que designó una comisión para asistir a la entronización del Papa Francisco encabezado por la primera dama doña Cándida Montilla, y conformada por un ministro, un viceministro canciller y un  embajador.

Un regidor es una figura  de Estado y de gobierno más relevante que una primera dama, la primera dama es una imagen  accidental  de la tradición  cultural  en el   ritual de gobierno. Es tan  accidental que su existencia   está condicionada por razones circunstancial  en el que sus atributos no son  trasladables a un varón, cuando la mujer es la presidenta, este hecho no da lugar al primer caballero de la nación.

Y  lo que es peor, en los países don existe el matrimonio gay, como se define la primera dama o el primer caballero.  Y aún más: los solteros, los viudos, eunuco solitarios  y otros como resuelve el protocolo esta disyuntiva.

La situación creada por este decreto y la controversia con la Vicepresidenta de la Republica, nos hicieron fijarnos  más las   imprudencias  sus  declaraciones, que hizo en las redes sociales,  que lo desafortunado del decreto en cuestión.

Margarita corrió con la desgracia de la insolidaridad, más por la situación política y judicial  de su marido el expresidente Fernández,  que por ella misma.  Un ciudadano o  ciudadana que no goce de la investidura y categoría constitucional no puede relevar y asumir representaciones reservadas como es el caso del o la vicepresidenta de la República en el artículo 126 de la Constitución Dominicana, además del trato grosero dado a la vicepresidenta con el decreto 80-13,   esta acción constituye un huevo, quien sabe si de Dinosaurio, es decir,  un hermoso y deslumbrante huevo de Estado.