El presidente Medina sabe manejarse muy bien en el ámbito político. Bordea las grandes decisiones, las medita cuidadosamente y le da larga hasta el cansancio. Cualquier cosa que comprometa su buena imagen, las desecha o se la lanza a alguien que esté dispuesto a jugársela (el caso mas reciente es el impuesto a las compras vía internet por debajo de 200 dólares)
Tiene el favor de la mayoría de los medios de comunicación, ha consolidado su poder dentro de su partido y dentro del Congreso Nacional y tiene un equipo cercano que es hábil y muy leal. Se lleva bien con todos los líderes opositores aunque a algunos de ellos no son de su agrado. Habla poco y solo cuando es necesario, se expresa con soltura y humildad y evita temas controversiales.
Pero Danilo tira también con el brazo izquierdo. Ha puesto de rodillas a los viejos aliados de Leonel, incluyendo a los que están aun en el gobierno. A Vincho lo tiene vuelto loco y dando tumbos para arriba y para abajo con el caso de los haitianos indocumentados, a los partidos aliados los mantiene a distancia y no les da pelotas y cuando se trata de la reelección, deja a todo el mundo en un mar de confusiones, sabiendo que es un juego que tiene que manejar con mucho tacto.
En el ámbito social le ha ido más o menos bien sin darle crédito a los datos ficticios de pobreza y empleo que emergen de las mentes infantiles de algunos funcionarios del gobierno.
Sus contactos semanales con gente del pueblo, sus aportes económicos a grupos de productores y microempresas, las inauguraciones de escuelas como su meta principal y sus frecuentes apariciones públicas en inauguraciones de todo tipo de proyectos no gubernamentales, lo mantienen en la primera página de los periódicos casi todo el año.
Aunque no ha cumplido con el 4% del PIB para educación, ha logrado lo que nunca se ha hecho en este sector, construyendo miles de aulas e implementando las tandas extendidas, pero con muchas tareas pendientes, como mejorar la calidad del profesorado, reducir el ausentismo escolar y acelerar el proceso de alfabetización. Todo eso lleva su tiempo.
Y la opinión pública valoriza ese interés del mandatario en la educación que ha sido soslayada históricamente.
Además, es un trabajador incansable, que está atento a cualquier detalle que de alguna manera afecte su imagen o la de su gobierno. Esto lo puso de manifiesto cancelando inauguraciones de escuelas sin terminar.
Sin embargo, la deuda social con los pobres sigue siendo una tarea muy lejos de satisfacer, con una pobreza que afecta a más del 40% de la población, un desempleo del 15% y salarios que rayan en lo ridículo.
En el ámbito económico a Danilo le ha ido regular. Tiene a su favor haber reducido el déficit fiscal, mantener baja la inflación y lograr un crecimiento sobre el 5% del PIB en su segundo año de gobierno. También renegoció exitosamente el contrato con la Barrick Gold, sin obviar que eso afectó la imagen del país en los mercados financieros.
Pero la deuda pública ha crecido exorbitantemente durante su mandato. Además, la calidad del gasto se ha deteriorado, reduciendo la inversión pública mientras continúan los aumento en las nominas y programas clientelistas dentro del tren gubernamental.
El sector eléctrico es otro lado oscuro de esta gestión donde la crisis financiera se agrava por el robo de energía, las pérdidas de transmisión y la inoperancia de unas costosas empresas distribuidoras caracterizadas por el despilfarro y la complicidad.
Danilo ha mantenido el mismo esquema macroeconómico que implementó su predecesor Leonel Fernández, donde se sacrifica la competitividad, la creación de empleos productivos y las exportaciones a cambio de favorecer una estabilidad sustentada en el anclaje cambiario y el endeudamiento irracional.
Finalmente, el peor desempeño de Danilo lo tiene en el ámbito institucional. El Estado dominicano sigue siendo una retranca al desarrollo del país donde una burocracia hipertrofiada y excesivamente costosa reprime la iniciativa privada y obstaculiza el avance y la transformación de los sectores más dinámicos de la economía.
La reforma policial continua durmiendo el sueño eterno y la delincuencia se apodera gradualmente de todo el país.
La corrupción, sigue dominando el quehacer institucional y muchas informaciones provenientes de fuentes oficiales son descaradamente tergiversadas y manipuladas, como eso de reducir la pobreza en 6% en menos de un año.
Aéreas, como el servicio exterior, es una vergüenza internacional y lo mismo puede decirse de decenas de instituciones que no tienen ninguna razón de existir pero le cuestan al fisco miles de millones de pesos anualmente. A pesar de eso, se siguen creando nueva instituciones públicas para satisfacer ambiciones personales.
En este ámbito, todo sigue igual o peor, con la agravante de que muchos funcionarios hacen lo que les da la gana con el dinero público, contando con que son inmunes a cualquier acción legal en su contra. Tienen el poder absoluto y no visualizan perderlo en los próximos años.
En fin, haciendo un justo balance de estos 4 ámbitos, se puede decir que el Presidente Medina, en sus primeros dos años de gobierno, ha cumplido relativamente bien su cometido y cuenta con un amplio respaldo de la opinión pública nacional y de la prensa escrita, radial y televisada.
Pero a esa opinión pública, así como a los medios de comunicación, no les interesa la reforma del estado, la transparencia de la gestión pública, la competitividad o la reorientación del modelo económico y mucho menos llevar a la justicia a los que se roban la luz o han cometido actos de corrupción.
Concentran su atención en los eventos del día a día. Inauguraciones de escuelas, las visitas sorpresas, los reparto de ayuda económica y la personalidad de un Presidente que agrada a todos. Eso condiciona la percepción.
Y para entretener a los que no les interesan esos asuntos, ni necesitan de esas ayudas, se inventan Loma Miranda, una cuestión irrelevante comparada con otros grandes problemas que tiene el país y que nadie se moviliza para corregirlo.