Leyendo noticias curiosas, encontré una recopilación de “las botadas del cobre” que un actor tan admirado, por lo menos por este escribidor, como es Robert De Niro, me lleva a reflexionar sobre la personalidad en los personajes de poder. El texto del país, Los diez ataques de Robert de Niro a Donald Trump,  se encuentra en el siguiente enlace: http://elpais.com/elpais/2017/05/31/gente/1496229964_728835.html

El  último que ha lanzado es  en la Universidad de Brown, al recibir un Doctorado en Artes “honoris causa”, se destapó señalando: “Cuando ustedes iniciaron la universidad, el país era un inspirador y edificante drama… ahora que se están graduando, se ha convertido en una trágica y estúpida comedia”. Nada fácil, De Niro.

En ocasión de los recortes de Trump en el presupuesto federal a las artes, De Niro llamó el hecho de mezquino.  Al recibir el premio Chaplin, De Niro cuestionó la actitud antimigratorias, anticipando que los muros levantados en contra de las migraciones evitarán que llegue el próximo Chaplin como migrante a suelo norteamericano.

En febrero, en plena campaña, lanzó la indignación de quererle darle un puñetazo al candidato por atreverse a decir las cosas que pretendería hacer. Antes de  la toma de posesión del 45° presidente de Estados Unidos, llamó a boicotear el acto de juramentación.

En una carta enviada a otra actriz oscarizada, Meryll Streep, luego de su oblicuo ataque a Trump, sin mencionarlo, lo que le valió un boche por Twitter presidencial, donde le alabó por su actitud beligerante. En un programa de televisión se retractó de querer golpear a Trump porque “ya es presidente” y tengo que respetar su posición. Antes de la toma de posesión declaró: “Es difícil para mí pensar ahora en otra cosa así déjenme decirlo claro. Tenemos la oportunidad de prevenir que una comedia se convierta en una tragedia”.

Su primer ataque fue en el inicio de la campaña electoral llamándolo: “Estúpido”, “gamberro”, “perro”, “timo”, “un idiota que no sabe de lo que está hablando ni le importa”. Luego, agregó: “Lo que ha estado diciendo es realmente una locura, algo ridículo. Está totalmente desequilibrado”, dijo en agosto de 2016, cuando ya había sido nombrado candidato republicano a la carrera presidencial.

Si Donald Trump se ha ganado un contrincante como Robert De Niro, no tenemos un paralelo equivalente en República Dominicana. Donald se ha ganado la cadena de boches luego de los dislates que tuitea en 140 caracteres o sus declaraciones para que le contesten. En el caso dominicano, no se producen esos dislates, por lo que el silencio es la marca de la personalidad del presidente dominicano.

En ocasión del huracán Odebrecht en Dominicana, luego de la operación a lo Rambo para capturar los catorce implicados en las operaciones de la constructora brasileña en el periodo 2001-2004, se ha indignado la opinión publica dominicana, pero un pronunciamiento oficial u oficioso no se ha sentido. Pero, el Presidente Medina siente la indignación popular por aquello de que el hueco a partir del 2004 parece ser la jugada para acallar la indignación ciudadana y enterrar los casos posteriores a ese periodo, sin tocar Punta Catalina, que ha sido santificada con la palabra del Procurador General de la República, como caso cerrado porque no hubo coimas a la vista.

Entonces, estamos en el punto cero. Si se reconoce el craso error identificado en ACENTO.com.do de que en la carta al Poder Judicial de Brasil se les pidió el expediente del periodo 2001-2004 en vez del 2014, rehaciendo la carta o complementándola con una nueva pidiendo la misma documentación para el periodo 2005-2014, tendremos una tragicomedia como la de Brasil, que ya lleva tres años. Por lo tanto, el paralelo de Danilo con Donald es una cuestión de grado, porque como dijo Robert De Niro, es una comedia que termina en tragedia, o ¿es al revés?