Hace ya más de una década, me acerqué a la zona fronteriza, específicamente a Dajabón. Como sabe todo el mundo, allí se escenifica el mercado binacional. La pregunta que se hacen muchos es la siguiente. En las carreteras dominicanas, o en algún paraje de estos, vemos a las haitianas que venden aguacates. Alguno se preguntará si obtienen esos aguacates de una finca cercana, para luego ser vendidos en las zonas citadinas. Estas haitianas, desde cuando están aquí? Solo venden aguacates? Puede decirse que están en Santo Domingo desde el terremoto? Está claro –está clarísimo–, que hay que entender lo que pasa en el aspecto migratorio y darle importancia a los miles que están aquí.

Aquí hay verdaderos especialistas y esto –mi crónica–, es un asunto fenomenológico y algo político, un chin político, pero también económico y social. “Estos haitianos llegaron hace varias décadas”, podría decirme alguien. Están aquí y venden aguacates, pero no solo eso. No se ha determinado la cantidad de haitianas que están en las orillas de los pueblos dominicanos.

El lugar a donde fui el grueso del comercio no eran aguacates, sino otra cosa. Miles de cosas –objetos, rones, pantalones, ropa, zapatos–, eran vendidas allí. Uno puede hacer una comparación con lo que se vende allí y lo que se vende en algunos mercados dominicanos. Pero es cierto: con la crisis actual no sabemos cómo marchan estos asuntos. Ese mercado binacional sirve de válvula de escape económico. Allí pude comprar unos pantalones marca Tommy Hilfiger, pero se vendía más. Los viajeros estaban asombrados con la cantidad de gente aglomerada.

En algunas ciudades haitianas las cosas marchan igual al momento antes en que surgió la pandemia, tanto así que hay gente que dice que Haití ha vivido este último año como si la pandemia fuera un asunto fantasmagórico, como si no existiera. Lo que ha ocurrido hace días –el asesinato del presidente Moise–, tiene muchas lecturas. Pero quedémonos en el lado económico. Vemos a los haitianos que vienen traídos en camionetas. Pero estas camionetas, cuántos haitianos pueden traer? Quién calcula la cantidad del flujo migratorio? Podríamos decir que es una obligación de la Oficina Nacional de Migración pero alguno dirá que esto no se hace. Otro dirá: necesitamos cifras. Vi una de estas camionetas en Bávaro hace unos días. Enlatados como sardinas, iban al lugar de trabajo.

Lo cierto es que vienen cientos a nuestras construcciones. Algunos se quedan en algunos lugares que todos conocemos: los edificios donde, hablando un español pírrico, podrán trabajar. Hay un video que anda por ahí donde se anuncian cosas catastróficas. Pero lo cierto es que uno no puede hacerle caso a todo lo que ande por ahí. En otras crónicas –en otros videos–, hemos visto cómo puede decirse que hay una microeconomía pírrica que nos importa. Algunos se preguntan qué sucederá ahora con el status institucional de la vecina nación. No venden pollos los haitianos? En la frontera se vende de todo. No solo pollos, sino hasta celulares.

En otro video, veíamos el flujo de haitianos cruzando el rio seco –casi seco– por la orilla pedregosa. Intentan venir al país y lo logran. Lo mismo ocurre –en términos migratorios– en la frontera norteamericana con México. Ahora hay que esperar a ver qué sucede: qué pasará con esa nación, como hemos dicho, en lo institucional. Sin presidente no puedes tener un país. Las repercusiones de este lado no son mínimas.

Los aguacates que venden estas haitianas –que no hacen malos juegos, es decir hacen la oferta y no intentan abusar del consumidor–, son de fincas dominicanas. Las vemos pasar y nos asombra el ejemplo de trabajo, que también se da en otras áreas. De modo que los haitianos –que antes eran juzgados como gente holgazana–, son trabajadores. En el libro de Balaguer se dicen muchas cosas, que trataremos en otro momento. Por lo pronto, está claro que muchos haitianos siguen las noticias en emisoras que no entendemos. Ellos tienen claro lo que pasa con su país, muy diferente en lo cultural al nuestro, algo así como una entidad exótica que nos asombra cada vez que oímos su música o vemos su gente que necesita un mejor futuro.