No bien se había juramentado como Canciller de la República, el ingeniero Miguel Vargas Maldonado realizó algo así como “una visita sorpresa” a Haití, se reunió con el Canciller de allí y luego anunció que Haití había levantado la veda a numerosos productos dominicanos, lo que de inmediato fue aplaudido por empresarios de aquí y celebrado por los comerciantes del mercado binacional.
Pero al día siguiente el Canciller vecino le dio su típico golpe haitiano por el cocote: desmintió que le hubiera anunciado el fin de la prohibición y reiteró que seguía. Se trató, pues, de un tapaboca mayúsculo, a menos que nuestro adusto Canciller se haya enganchado a jablador.
Un tanto gozoso, el canciller dominicano acaba de reunirse con su desmentidor haitiano y anunciado el reinicio de las conversaciones binacionales, y que se reunirán de nuevo en Haití tan pronto como la próxima semana.
Dado el optimismo del cuasi sancarleno Vargas Maldonado debemos ver con un perfil positivo su iniciativa y desearle la mejor de las suertes, porque de que la va a necesitar la va a necesitar. Sobre todo la paciencia.
De mi parte solo resta recordar al profesor Juan Bosch cuando nos decía con ironía “nada nuevo, señor Magino, nada nuevo…” aparte de nuestro Canciller. ¿Entendido?
¿A qué juegan? ¿A la candelita?
Lo hacen con tal frecuencia que llegamos a creer que se lo creen de veras. Diversos voceros peledeístas le restan validez a los reclamos del PRM y un grupito de partiditos para que se escoja una Junta Central Electoral imparcial, y uno de los pretextos es que salvo el PRM, no sacarían una gata a mear, y que a este último lo aventajaron por más de 25 puntos.
La verdad monda y lironda es que sacaron casi un 40% y que constituyen una fuerza política y social capaz de mantener el país en ascuas, y que si fuéramos a aplicar el método de la proporcionalidad ipso facto les correspondería escoger a dos de los suyos o a dos imparciales entre los 5 titulares.
De todas maneras el PLD es un hueso difícil de roer, por cuanto, como el Partido Dominicano del tirano Trujillo décadas atrás y el PRI de Méjico hasta 4 décadas atrás, son como una estructura esquelética del Estado, de modo que ya no se conciben desgajados del Estado.
Como Luis X1V en sus mejores tiempos, pueden decir “El Estado Soy Yo”. Porque es que ellos suplantaron a la majestad del Estado. Son el Estado… Pero como que no lo saben.
La pregunta del millón de Yuanes es si se lo merecen. ¿No?