Un eje fundamental del buen gobierno de una empresa es mantener niveles óptimos de cumplimiento normativo. Por cumplimiento normativo entendemos cumplir, valga la redundancia, con las leyes y regulaciones que les son aplicables a dicha empresa. En el caso específico de las entidades reguladas, cumplir con las regulaciones que las rigen es vital.

En este tenor, las empresas que no mantienen niveles altos de compliance no sobreviven en el tiempo, puesto que, tarde o temprano, los organismos supervisores, o la sociedad misma, las termina aniquilando. Esto así ya que, en el mundo que hoy vivimos, cada vez más los stakeholders enfocan su mirada en la gobernanza de las entidades, incluyendo con énfasis sus niveles de cumplimiento. Y, siendo así, la reputación e imagen de las entidades se ve gravemente afectada cuando las mismas demuestran negligencia o ignorancia en el apego a las normas.

Uno de los motivos de este interés de las partes interesadas radica en que las mismas saben que una empresa que actúa al margen del marco legal y regulatorio no apunta a ser sostenible en el tiempo. En estos casos, más allá del monto de las multas de que son pasibles, se suma también el riesgo de que las mismas pierdan sus licencias o permisos y sean clausuradas. En adición, existe también un riesgo latente de que, si la empresa no cumple con las leyes y regulaciones, es altamente probable que se encuentre también irrespetando las políticas internas y reglas estatutarias que buscan proteger las partes interesadas.

A fin de cuentas, el cumplimiento normativo de la empresa está directamente relacionado a su ética empresarial, puesto que se traduce en que sus dirigentes actúan con integridad y respeto a los límites establecidos. Sin lugar a dudas, quien se esfuerza por fortalecer sus niveles de cumplimiento, evidencia que tiene clara la importancia de mitigar los riesgos, de promover la ética organizacional y de mantener la confianza de sus stakeholders.

Un ejemplo concreto de la importancia que reviste este tema es cómo, para las entidades de intermediación financiera, existe desde el 2012 un Instructivo sobre la Gestión del Cumplimiento Regulatorio, emitido por la Superintendencia de Bancos. Y, desde entonces, es cada vez mayor el rol y el peso que tiene la persona encargada de cumplir con estas funciones en una entidad regulada.

En las sociedades comerciales, existe también la figura del Chief Compliance Officer (CCO), el cual es un miembro clave del equipo gerencial, teniendo sobre sí la responsabilidad de establecer procedimientos para asegurarse de que los programas de cumplimiento sean efectivos. Una parte importante de este rol es entender que los primeros que deben de cumplir a lo interno de la empresa son los empleados de la misma.

Concluimos resaltando que, "en una empresa con madurez en sus programas de cumplimiento y ética, el CCO es visto como un aliado del negocio y no como una fuente de gastos, sabiendo estas empresas que el CCO está protegiendo, en última instancia, el activo más valioso de la empresa: su reputación." ("The Chief Compliance Officer", Deloitte)