Existen capacidades que nos diferencian de los demás animales, aunque como toda especie en el planeta los humanos somos el producto de la evolución adaptiva. Contamos con una mente capaz de resolver problemas complejos mediante el razonamiento y la utilización del intelecto. Tenemos conciencia y la habilidad de sentir las cosas mediante la experiencia subjetiva.

Por eso la naturaleza nos ha dado la capacidad de controlar y gobernar tanto el pensamiento como nuestros deseos y miedos. En efecto, no existe razón científica ni pruebas de que ninguna otra especie en la tierra pueda, mediante la razón, imaginar escenarios de la realidad en cualquier espacio tiempo y ejecutarlos en el presente (Daniel Dennett, Yuval Noah World Economic Forum Davos 2018) . 

La conducta humana se encuentra estrictamente ligada a la información genética que se encuentra codificada dentro de nuestros cuerpos. Pero como especie que vive en sociedad una gran parte de lo que somos y lo que seremos en el futuro está muy relacionado con los parámetros culturales que están en la capa externa del ser.

El cambio de comportamiento en los seres humanos mediante la evolución cultural es más eficiente y flexible que la modificación de los genes que toma millones de años a la naturaleza. En ese sentido nuestro comportamiento como es influenciado por la cultura predominante puede ser modificado. Así, el proceso de variación de la conducta humana por el conocimiento y la experiencia es mucho más rápido que nuestra capacidad biológica de eliminar conductas no deseadas y de resaltar aquellas que no sirven para nuestro desarrollo personal y colectivo. 

La utilidad de la cultura como fenómeno social se debe en gran medida a que responde a una necesidad de adaptación del ser humano en congruencia con sus genes. Por eso la importancia de parámetros culturales que respondan a los intereses reproductivos y de bienestar de los individuos en sociedad. En la medida en que tengamos una cultura que promueva los valores basados en la paz social, libertad, igualdad y fraternidad podremos moldear comunidades más sanas, familias más prósperas e individuos más felices. Toca al Estado y a la sociedad promover vivir dichos valores.