En nuestro país, el mal llamado, sistema democrático representativo, que en realidad no representa y que dicta muy lejos de ser participativo; porque si así fuese, los gobiernos serian del pueblo, (demo= pueblo, cracia= gobierno), que en nuestro caso estos no lo son, porque de ser así, no existiera tanta miseria y pobreza en los sectores más numerosos de la población, mientras que un pequeño grupo supuesto a representar estas mayorías, una vez electo, solo protege a los miembros que forman parte de su gobierno de clase élite(oligarquía) y que favorece con beneficios a su grupo, partido o clase, olvidando su deber de representar dignamente; al pueblo que lo eligió.
El filósofo, escritor y ensayista español, Don José Ortega y Gasset, en su ensayo “La Rebelión de las masas”, advertía el peligro de las masas al alcanzar el poder, “porque estas, eran incapaces de gobernarse a sí mismas y mucho menos a una nación”. Esto parecería ser el caso, de las democracias representativas, donde las autoridades son electas a través de un “voto popular” observadas, en algunos países del occidente, América Latina y en especial la de nuestro país, situación aprovechada por los políticos deshonestos, quienes amparados en esa falsa representación, han abusado y utilizado las grandes masas desposeídas, de bajo nivel educativo, con una marcada privación cultural, fáciles de convencer y de engañar con falsas promesas, clientelismo, compra de conciencias, prostituyendo estas mayorías con migajas, dadivas, logrando secuestrar un voto cautivo favorable a estos “representantes”.
Este comportamiento de irracionalidad delictiva que nos afecta, es dañino a la formación de valores y no podemos permanecer apartados frente a la dicotomía existente entre nuestra formación de principios y costumbres de alto contenido virtuoso y las demandas de una sociedad corrupta, alienante, llena de inmundicias. Desafortunadamente, nuestras condicionantes psico-sociales e histórica han ido formando un pueblo despreocupado, a veces indiferente y ausente frente a los abusos e injusticias a que es expuesta la mayoría de la colectividad y de ahí la importancia que ameritaría un cambio de conciencia radical, que nos ayude a la realización de un mejor país. Tratar de crear una conciencia de esta realidad existente y poder iniciar un proceso de cambio en el carácter social y el entorno que nos rodea.
Las leyes no pueden ser violadas, por intereses políticos, ni por grupos y no pueden ser violatorias a la voluntad del pueblo, “el soberano”. Es preciso evitar el perpetuarlas por intereses de grupos dentro del poder, pues el respeto a las leyes, es nuestra única garantía, para mantener los derechos individuales y conservar una sociedad justa, equitativa y honesta. No podemos mantenernos indiferentes, actuar con dejadez sin darle importancia a todas estos desafueros y convertirnos en indolentes, (individualistas egoístas) frente al abuso y el sufrimiento de otros humanos, aunque nuestra estructura capitalista nos empuja hacia un individualismo irracional, cegados por la pasión del egoísmo, el vicio de riquezas, en el que los intereses personales son nuestras propias ventajas y conveniencias individuales. El dominicano, no puede ser indiferente frente al dilema que nos plantea la orientación psicológica de tigueraje, prevaleciente en nuestra sociedad, condicionándonos a actitudes permisivas y de complicidad, lo que nos coloca, frente al escrutinio de la comunidad internacional, percibiéndonos como una sociedad corrupta.
Reconozco que como especie bio-social, no somos perfectos, pero lo ideal sería el tratar de acercarnos lo más próximo a ese estado; no será sencillo, pues hemos llegado a esta situación a través de una acumulación de tiempo y de malas acciones, que se han convertido en un patrón de conducta colectiva, forjando una actitud social defectuosa, descompuesta, podrida, pero percibida como aceptable por gran parte de la sociedad, que se oculta bajo la sombra de la complicidad de un silencio que otorga, por aquellos quienes dicen “ser honestos”.
El cambiar esta actitud no va a ser una tarea fácil; pero si consideramos nuestro desarrollo psicológico y social, teniendo en cuenta varios aspectos esenciales para esta evolución, sería la formación de la estructura de la familia y la educación, piedra angular de este proceso, el cual sería su objetivo final, crear un nuevo carácter social, alejado de los antivalores, orientado hacia la integración de valores virtuosos.