En nuestra cultura social el amor está asociado a distintas dimensiones que se encuentran en el ámbito de lo implícito, lo oculto, lo supuesto .Amar es una actividad pautada por “el deber ser” y con permanente tensión y represión de su ejercicio. El amor y la expresión afectiva tienen “regulaciones culturales”, algunas dimensiones que así lo manifiestan:
Amor—Intercambio. Amar significa en nuestra cultura, dar-recibir. La oferta de “regalos” “favores” están asociados al afecto e implican una permanente reciprocidad. La desigualdad en el intercambio es sancionada con los juicios de valor sobre las personas que no dan “como reciben”.
Sanción del afecto en el ámbito público. A pesar de que nuestra sociedad “permite” y “pauta” el amor desde expresiones físicas con caricias, besos y abrazos, controla y sanciona las expresiones públicas de este afecto. Así tenemos que “besarse” públicamente no está permitido, así como acercamientos íntimos entre parejas tanto heterosexuales como homosexuales. Una de las posibles causas de la proliferación de los llamados “moteles” esté relacionada con este sistema de control social del afecto, así se convierten los moteles, los callejones, los cines y lugares oscuros en el único espacio para esta expresión.
Amor— posesión—celos. Los celos son una de las expresiones supuestas del “amor” que se sustenta en normas sociales. Las reacciones de celos ante determinadas actitudes por la pareja así como sentimientos tienen que ver con la socialización y la cultura social. Estos celos se convierten cotidianamente en los motivos para el ejercicio de la violencia de género.
Amor-Violencia. La violencia está justificada en nuestra conducta social con el amor y la pasión. Desde nuestras relaciones entre padres/madres-hijos(as) encontramos la presencia de los golpes, las pelas que están legitimadas socialmente.
Estas manifestaciones de violencia se suponen forman parte del “amor” que sienten los padres por sus hijos e hijas y se “supone” que un buen padre o madre “debe dar sus pelas” a sus hijos e hijas. Esta asociación entre amor-violencia que está presente en nuestra cotidianidad se reproduce en la escuela, maestros—estudiantes y en las relaciones de parejas heterosexuales, hombre-mujer. La magnificación de esta violencia se expresa en que la principal causa de homicidios a mujeres son producidos por su “pareja” que “supuestamente” la ama.
Satanización y sanción social hacia el amor en parejas homosexuales. Si bien hay sanciones sociales y un sistema de control social para las expresiones publicas de afecto en las parejas heterosexuales este sistema de control social y sanciones es aún mas fuerte y mas represivo para las parejas homosexuales y lesbianas que se supone que “no deben” existir aunque la realidad demuestra lo contrario, en nuestra sociedad.
Nuestra cultura muestra sus más altas expresiones de conservadurismo en el abordaje de la homosexualidad y lesbianismo en todas sus dimensiones. La no-aceptación de la pareja homosexual y lesbiana es parte de una represión cultural que tiene sus matrices en la cultura judeo-cristiana que condena la práctica a pesar de tenerla en sus estructuras. Las parejas homosexuales y lesbianas se mantienen invisibles en la sociedad dominicana aunque tienen una breve brecha de permisividad en los sectores populares que ofrecen más apertura que los estratos medios a la práctica afectiva homosexual.
Diferencias de género en el ejercicio del amor.
El amor en nuestra cultura no es neutral ni igualitario. El ejercicio y la práctica del amor están matizadas según el sexo. Las mujeres se “suponen” que son las principales agentes del ejercicio “amoroso” y se permite que las mujeres se expresen espontáneamente con besos, abrazos, caricias tanto entre ellas (madres, hermanas, amigas) como con el sexo opuesto. A los hombres no se les tiene permitido “llorar” ni expresarse sentimentalmente. Solo esto esta “permitido” bajo la influencia de alcohol, en el que su uso le permite desinhibirse y mostrar sus expresiones de afecto hacia su propio sexo o “amargarse” por situaciones de desamor.
Así tenemos que sólo un tipo de acercamiento físico está permitido entre los hombres, los abrazos. Esta permisividad de las expresiones físicas de amor entre sexo tiene sus dualidades. Ya que el ejercicio sexual tiene un sentido inverso. Las mujeres “deben ser” poco activas sexualmente y el hombre tiene “permiso” para expresarse sexualmente. La relación entre amor-sexo tiene serias diferencias de género en nuestra sociedad, sólo existe para las mujeres no así para los hombres a los que se le da “permiso” para el “sexo” a edades tempranas.
Estas dimensiones aquí descritas nos dejan interrogantes sobre el límite entre el amor, su significación romántica-personal y su legitimidad social en nuestra cultura. El amor se maneja asi en la ambivalencia entre unas relaciones interpersonales bañadas de afectividad, solidaridad y manifestaciones corporales (besos y abrazos) y todo un sistema de regulación y sanción hacia las relaciones de pareja con poco espacio a su libertad e intimidad reduciéndolo a los ámbitos “ocultos” de la vida cotidiana.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY