La población joven y adolescente masculina en nuestro país es la que tiene mayor peso en los grupos sociales en situación de riesgo. Jóvenes y adolescentes de sexo masculino muestran en estudios cualitativos ser víctimas de expulsiones continuas del sistema, sus intereses y expectativas no forman parte de los programas de educación media.
Los centros educativos de educación media no tienen una oferta educativa de calidad basada en la situación que vive la población joven de sexo masculino en zonas rurales y urbano-marginales y tienden a excluir a esta población con patrones recurrentes de expulsión o con prácticas de intolerancia hacia sus manifestaciones y expresiones culturales.
El abandono de muchos jóvenes y adolescentes de la escuela por condiciones de pobreza y falta de oportunidades es un elemento que se combina con la expulsión del centro educativo como factores causales de la deserción de esta población como se muestra en diferentes estudios y evaluaciones cualitativas. La expulsión continua se produce por la intolerancia hacia la cultura juvenil que se manifiesta en el uso de modas como aretes, cortes de pelo, tatuajes, paños o medias en el pelo y otros accesorios.
El uso de modas como aretes, tatuajes, medias o pañuelos en jóvenes de sexo masculino no implica necesariamente que estén insertos en actividades delictivas como piensa el personal docente y directivo y si fuera así, la escuela es lugar para todos no solo para los “buenos”.
La rigidez presente en nuestro sistema educativo para el abordaje de la cultura juvenil y el contexto social con el que está inmerso es parte de la resistencia al cambio cultural y social y a la integración del estudiante como protagonista de su proceso educativo.
Una escuela rígida, con relaciones autoritarias entre docentes-estudiantes no es una escuela democrática, abierta, crítica. Esta se mantiene en viejas estructuras de relaciones y de interacción con su contexto social.
Esta gran brecha en las relaciones bloquea notablemente la integración de la juventud y su lógica de cambio en los centros educativos a lo que se agrega la inserción de los jóvenes en el mercado laboral buscando alternativas de ascensión social que no le ofrece la educación en una sociedad donde prima la inequidad.
La juventud y adolescencia de sexo masculino que se encuentra en un status de inestabilidad en el sistema educativo por las continuas expulsiones o fuera del mismo está desprotegida y expuesta a factores de riesgo. Necesitamos que la reforma educativa se sustente en la realidad de la juventud y la adolescencia en contextos rurales y urbano-marginales incorporándola como parte del proceso educativo.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY