La llamada cultura de tigueraje y corrupción, debiera ser considerada como un fenómeno complicado, ya que se ha convertido en un grupo numeroso, creando un inconsciente social que representa parte nuestras costumbres, hábitos y tradiciones, convirtiéndose en un carácter social caracterizado por una actitud egoísta de “sacar lo mío” y “sacar mi parte,” sin ningún comtemplamiento en el daño a causar a la colectividad, claro, que al agruparnos en sociedad, este subgrupo  cultural ha aportado su carácter mercantil y corrupto creando una falsa llamada cultura de tigueraje.

La cultura moderna global, la cual nos incluye, se ha caracterizado por una orientación psicológica de individualismo materialista, donde las personas han aprendido a vivir sin principios, ni ideales, notando que esa orientación está guiada hacia un narcisismo primario (egoísmo) donde lo importante es hacer dinero, mucho dinero, sin importar su origen o su procedencia, nos hemos convertido en los mejores representantes del Hedonismo y los mejores discípulos de Epicuro; el placer, el entretenimiento y el goce se han convertido en la meta y pasión universal, los valores éticos y hasta la familia han pasado a un segundo plano. Esta angurria, obsesión vehemente de riquezas y cosas materiales ha llegado a crear en nuestra sociedad un subgrupo cultural conocido como tigueraje de corrupción; sin embargo, un gran numero de  dominicanos rehusan, no aceptan, ser parte de esta nueva tendencia antisocial.

Estamos construyendo una sociedad donde todo se considera como cultura, incluyendo los malos hábitos, costumbres deformadas viciosas y falso valores morales corrompidos por antivalores, la cual se ve hoy reducida a “tanto tienes tanto vales”, bien podría decirse que estos antivalores y elementos que constituyen la psicología y el carácter social del tigueraje radica en la obtención de riquezas, acompañada de malos hábitos y costumbres tradicionales deformadas ( inconsciente colectivo de piratas y bucaneros) dándole un sello de distinción como cultura legitima, con una opinión consensuada “ Aquí en este país  todos los dominicanos somos tigueres”.

Debido a la contaminación en el uso de la palabra “cultura” en la actualidad el Diccionario de la Real Academia Española, se ha visto en la necesidad de revisar dicho término, ya que nuevos elementos se encuentran dentro de esta definición, citando como ejemplos: Una cultura de violencia, de robo, de corrupción y de tigueraje entre otras. Según la Academia Española define cultura: “Como todas aquellas manifestaciones importantes y superiores de nuestra vida,” definición que se refiere a todo lo propio de una comunidad como son los conocimientos artísticos, científicos, literarios, lenguaje, creencias, vestimenta, hábitos, costumbres y todo lo que constituye la práctica y el estilo de vida de esa comunidad.

Si notamos, en nuestro país es común escuchar expresiones como tenemos una cultura de farándula, de pelota, de vino y hasta en una forma alegre y ligera admitir que tenemos una cultura de robo, pillaje y de tigueraje, confundiendo el verdadero significado de esta; ya que los últimos ejemplos mencionados, se refieren a costumbres distorsionadas y malos hábitos, practicados por subgrupos culturales, que no representan la gran mayoría de la colectividad.

Sería Ilógico pretender, el aceptar que la cultura dominicana esta fundamentalmente compuesta por antivalores éticos morales, tales como la mala maña, el robo, la corrupcion, deshonestidad, enriquecimiento ilícito, violencia y que estas representan el comportamiento, costumbres y tradiciones que definen nuestra cultura y que nos caracteriza como sociedad.

El Estado dominicano y sus tres ramas de poder, el legislativo, el judicial y el ejecutivo, han sido participes de sembrar estas malas prácticas, hacerlas permanentes, a través de complicidad, impunidad y no tener un sistema efectivo de consecuencias, lo que ha estimulado a la perpetuación de estas malas conductas delictivas y la permanencia de antivalores.

Los seres humanos, como especie, somos animales sociales y tenemos la necesidad biológica de sobrevivir en comunidad, en sociedades organizadas, respetuosas, donde la gran mayoría de sus miembros exhiben formas de conductas y valores virtuosos que en conjunto forman su cultura y a la vez definen y representan su modo y estilo de vida.

Continúa.