Durante mucho tiempo se nos ha dicho que la inteligencia es la vía para seguir andando en la vida con cierta claridad, que ella nos permite conectar con los saberes científicos y empíricos y que abre las puertas para que una persona sea de éxito en la vida.

También se nos ha dicho que las personas con un coeficiente intelectual más elevado tienen mayores posibilidades, por tanto, son más inteligentes, tienen mejores logros. Y en este sentido, por mucho tiempo se veía la inteligencia desde un solo ámbito, citando a las ciencias duras, como las matemáticas, física y química como paradigma de inteligencia, dejando de lado a quienes no entraban en esos renglones.

En el pasar de los tiempos y con los avances en las ciencias de la educación, la neurociencia, entre otras disciplinas, se ha llegado a la conclusión de que existen inteligencias múltiples, término implementado por  Howard Gardner en 1983,  y aunque todavía se sigue calificando a los de ciencias duras como muy inteligentes, ya sabemos que una persona puede tener muy desarrollado las habilidades para el arte, y el hecho de que no gusten las matemáticas, no significa que no es inteligente, todo lo contrario.

Inteligencia emocional ¿qué es? 

No obstante, a lo dicho anteriormente, es bueno comprender que la acumulación o el poseer múltiples inteligencias no incluye la inteligencia emocional, sabiendo que esta es de una importancia vital para la convivencia humana.

Para comprender y hablar de inteligencia emocional podemos usar el término de alfabetización emocional, y esta se puede definir como la habilidad de identificar, entender y responder a emociones propias y ajenas de una manera saludable.

Al hablar de las emociones a qué nos referimos? Se pueden definir como energía para actuar. Son innatas a todos los seres vivos, en unos podemos ver su manifestación de forma directa. Son auténticos motivadores que nos empujan a reacciones propias.

Hay una emoción que nos hace diferentes del resto de los seres vivos: el odio, sin embargo, somos los únicos que podemos razonar, y aun sabiendo que esto sucede, seguimos albergando dicha emoción por mucho tiempo.

Inteligencia emocional 

El término inteligencia emocional, se refiere a la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y de manejar bien las emociones, en nosotros mismos y en nuestras relaciones.

La inteligencia emocional nos permite conectar con las aptitudes complementarias, pero es distinta de la inteligencia académica, es decir, va más allá del CI, pues nos hace vincularnos con las emociones y la buena gestión de ellas.

Charles Darwin fue el primero que empezó a utilizar el concepto de inteligencia emocional, señalando en sus trabajos la importancia de la expresión emocional para la supervivencia y la adaptación.

Thorndike, en 1920, hace uso del término inteligencia social, para describir la habilidad de comprender y motivar a otras personas.

David Wechsler, en 1940, describe la influencia de factores no intelectivos sobre el comportamiento inteligente.

Howard Gardner, en 1983, en su Teoría de las inteligencias múltiples introdujo la idea de incluir tanto la inteligencia interpersonal.

Finalmente, Daniel Goleman trabaja el término inteligencia emocional en 1995, cuando surgieron numerosas publicaciones que lo hicieron muy popular.

Para Daniel Goleman, la inteligencia emocional es la capacidad para reconocer y manejar nuestros propios sentimientos, motivarnos y monitorear nuestras relaciones

Habilidades para cultivar la inteligencia emocional 

En su libro inteligencia emocional, Goleman propone los siguientes elementos:

conciencia de sí mismo y de las propias emociones y su expresión, autorregulación, control de impulsos, control de la ansiedad, diferir las gratificaciones, regulación de estados de ánimo, motivación, optimismo ante las frustraciones.

Otras habilidades que nos ayudan a gestionar las emociones y, por tanto, cultivar la inteligencia emocional son: la autoconciencia o la habilidad de reconocer e identificar las emociones en uno mismo, así como su origen. El autocontrol como la capacidad de controlar los impulsos y retrasar la recompensa inmediata.

Por otro lado, está la empatía como la habilidad para conectar con las emociones y motivos de los demás y las habilidades sociales como la capacidad de relacionarse satisfactoriamente con los demás, gestionar conflictos, comunicarse claramente e influir sobre las personas.