A través de las redes sociales nos llegó un contenido que responsabiliza a los musulmanes por un catálogo de hechos violentos producidos por una fracción extremista y radicalizada que mal interpreta el Corán.
Reproducir e identificarse con ese tipo de mensaje, es continuar separándonos y dividiéndonos en función de religiones, ideologías, colores de piel, nacionalidades o culturas, siendo también una forma de garantizar la repetición de los conflictos y ataques que amenazan actualmente cada rincón del planeta.
Responsabilizar y estigmatizar a todos los musulmanes por acciones de pequeños grupos del Islam, es provocar y radicalizar a facciones cada vez mayores de quienes representan cerca del 25% de la población mundial (1 de cada 4) y quienes, según se estima, conformarán el mayor grupo religioso del planeta en el 2070 (1 de cada 3 habitantes de La Tierra). Es un camino equivocado, que sólo exacerba las partes y provoca más conflictos.
De tomar como patrón el mensaje a que nos referimos previamente, cualquier persona de una religión distinta a la cristiana pudiese preparar algo similar, expresando:
Que los cristianos somos responsables del secuestro, tráfico y venta de africanos que atados con grilletes sumergimos en bodegas asfixiantes de barcos negreros en los cuales tenían que orinar y defecar arriba de ellos mismos, en travesías en que se calcula que sólo sobrevivió 1 de cada 4, el cual luego fue esclavizado en un mundo ajeno, desconocido y distante de sus seres queridos a los cuales no volvería a ver jamás.
Que somos culpables de no menos de 5 millones de muertes durante las Cruzadas.
Que sometimos y matamos millones de indígenas y pobladores originarios de las tierras que hoy se conocen como América Latina y El Caribe.
Qué creamos numerosas colonias como Haití, donde la sobreexplotación y pésimas condiciones de existencia significaban una esperanza promedio de vida para los esclavos de 35 años.
Que nos apropiamos de las tierras, destruimos buena parte de los bosques y asesinamos millones de aborígenes en lo que hoy se conoce como América del Norte.
Que dividimos y creamos fronteras en África de acuerdo a nuestros intereses y circunstancias, las cuales modificaron las naturales y tribales que existían cuando invadimos y ocupamos esos territorios, lo que posteriormente generó conflictos, guerras, muertes y el subdesarrollo que se prolonga hasta hoy día.
Que ocasionamos lo que se conoce como la Primera Guerra Mundial, la que dejó más de 20 millones de muertes, muchas provocadas por armas químicas.
Que creamos el racismo y el sentido de superioridad frente a pueblos materialmente menos desarrollados, así como la segregación racial y el apartheid.
Que invadimos y creamos colonias e imperios en países de 5 continentes: La misma Europa, Asia, África, América y Oceanía, produciendo millones de víctimas.
Que propiciamos nuevos países en Medio Oriente, alterando los procesos históricos endógenos, con la finalidad de colocar autoridades títeres que nos permitieran apropiarnos de los recursos de hidrocarburos de esas tierras, lo que ha conllevado tensiones y conflictos hasta la actualidad.
Que nos enfrascamos en la llamada Segunda Guerra Mundial, provocando más de 40 millones de muertos, incluyendo más de 5 millones de judíos en cámara de gases.
Que lanzamos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, matando con quemaduras atroces a cerca de cuatrocientas mil personas.
Que invadimos la península coreana, produciendo la muerte de más de 1.5 millones de personas, así como también a Vietnam, provocando dos guerras que destrozaron ciudades y naturalezas del país, causando más de 2.5 millones de muertes.
Que invadimos Irak y Afganistán, y alentamos el caos y la destrucción de Siria y de varios países de la región, conllevando muertes y desplazamientos de millones de civiles.
Que frecuentemente realizamos incursiones y ataques con aviones y drones en países del Medio Oriente, Asia Menor y África, produciendo miles de víctimas “por error” o “equivocación”, a las que llamamos “daños colaterales”.
Que las naciones consideradas cristianas han sido las principales responsables en la conformación de un orden mundial, caracterizado por las desigualdades sociales y la destrucción ambiental que amenaza la continuidad de la vida humana en La Tierra. Organización global regida por cientos de corporaciones transnacionales, que son quienes verdaderamente gobiernan un planeta en que el 1% de la población posee más riquezas que el 99% restante. Y donde anualmente se producen millones de víctimas por hambre, desnutrición y enfermedades y conflictos evitables, lo que va edificando una humanidad cada vez más temerosa y llena de incertidumbres y malestares.
Y así podríamos continuar con una larga lista de catástrofes en que han participado los cristianos, para de esta forma seguir considerando fenómenos complejos y multicausales, de forma unilateral y reduccionista, achacando toda la responsabilidad a una sola de sus partes.
Contabilizar muertes y desastres culpabilizando grupos humanos indiferenciados, sólo servirá para aumentar los muros mentales que nos separan, dificultando la convivencia pacífica y acrecentando los temores que nos afligen.
El futuro que tenemos enfrente es un mundo cada vez más interconectado, en el que se forja una cultura planetaria producto del sincretismo de las diversidades mundiales. Ese futuro es integración y convivencia con las diferencias, en una Tierra donde tenemos que caber todos. Quienes resistan esa tendencia y pretendan mantener la pureza de sus parcelas, serán arrastrados por los hechos y la locomotora de la historia.