Antes del quince ya todos estábamos algo hartos. Esperábamos con ansias esa fecha creyendo, algunos, que ahí culminaría la odisea; otros, en cambio, se pavoneaban tranquilos y optimistas por saberse seguros de “su moro”. Ahora resulta que lo que parecía culminaría un domingo, se extendió, o mejor aún, cobró nuevos y previstos matices a las siete y quince minutos de la noche de ese día. Apenas iniciaba un capítulo más de la misma odisea.
Votamos –porque sí, naturalmente hablo de las elecciones del pasado 15 de mayo–,pero no sabemos nada. O sí, sí sabemos,sabemos que estamos en medio de una incertidumbrepolítica y social de cotas insospechadas. Números que no cuadran, valijas supuestamente vulneradas, boletines preliminares con tendencia oficiosa pero fuera de tiempo, dedos tintados y otros sin tintar; escáneres que nunca fueron siquiera enchufados, incendios sospechosos, calles militarizadas… Y así sigue la lista de “detallitos” que algunos dicen “han ocurrido siempre” y no deberían sorprender a nadie, mientras que a otros los deja boquiabiertos.
Del otro lado, un grupo que se hace llamar oposición y que anduvo por separado todo el tiempo de campaña, hacen de los acontecimientos recientes razones más que suficientes para unirse, y proclaman como ilegitimo un proceso que ¡desde el principio! dio visos de importantes fallas estructurales.Lo cierto es que el grito es bien alto, pero parece que nadie escucha. La Junta Central Electoral empieza a dar sus declaraciones oficiales sobre los “ganadores” del torneo, mientras algunos cientos de ciudadanos se aglomeran frente a la oficina principal de dicho organismo a reclamar nuevos comicios.
¿Qué tan útil puede ser irse a la Plaza de la Bandera con pancartas y enunciados de inconformidad?¿Para que los lea quién?¿Para conmover a quién? ¿A un oficialismo que le importa un carajolo que piensa este este pueblo? ¿Protestar para ser noticia con una prensa comprada y complaciente?
En medio de todo esto, no se ve a uno solo de los actores del concurso ver hacia lo interno de sus organizaciones ni observar el gran déficit político que vive el país. No reconocen –y menos analizan– por qué no lograron calar en el gusto de la gente. Inclusive las nuevas propuestas políticas han ignorado que el pueblo dominicano no es el mismo que otrora se contentaba con un mano a mano por el barrio o la cañada, o con un caravaneo pocos días antes del torneo. No se dan cuenta que el votante actual urge de algo más, porque nuestra sociedad ha sufrido transformaciones importantes.
De ese mismo lado, pero un chin más allá, tenemos un PLD que cree que “se la comió”, que no se detiene a ver el desazón que impera en el ambiente y ni se atreven a celebrar la supuesta barrida. La gente no está ni por asomo alegre, más todavía, lo que se siente es una incertidumbre grande, una sensación de no saber para dónde vamos y que puede ser peligrosa. Mientras, el país sigue rodando, siguen los apagones, el trabajo, el día a día, los tapones, el colegio, la lluvia… ¿y luego?
¿Qué ocurrirá con una Junta Central que, apenas meses antes de unas elecciones nacionales, se hizo con unos equipos millonarios, pagados con el erario, y que al final ni se usaron como se esperaba?¿Qué ocurrirá con su presidente, luego de que ha demostrado ser incapaz de organizar los comicios electorales ni manejar la posterior crisis, generada por esa misma incapacidad? ¿Qué ocurrirá en esas demarcaciones donde, simple y llanamente, no es posible declarar un ganador porque el debido proceso fue vulnerado dramáticamente? Son muchas las cuestiones que quedan en el tintero.
¿Nos quedaremos pensando en “deja eso así”, “eso siempre ha pasado”, “qué vas a ganar tú protestando”, “no ombe, eso es puro pataleo”…? ¿En serio, nos quedaremos tranquilos viendo como un derecho tan solemne es pisoteado y vulnerado de la forma más obscena? Depende de nosotros que este punto donde nos hallamos sea uno de retorno, de avance o de estancamiento. Esta lucha debe ser del pueblo; la oposición, que dispone de recursos, que haga lo que hasta ahora no se ha atrevido hacer.
Sin embargo, ¿cómo puede ser la lucha del pueblo junto a una oposición que no empatizó con su propia desesperanza ni se hizo uno con sus demandas?¿Qué tan útil puede ser irse a la Plaza de la Bandera con pancartas y enunciados de inconformidad?¿Para que los lea quién?¿Para conmover a quién? ¿A un oficialismo que le importa un carajolo que piensa este este pueblo? ¿Protestar para ser noticia con una prensa comprada y complaciente?
Sé que muchas conquistas han sido logradas con un pueblo unido.Me acuerdo de la lucha por el 4%, pero también sé que el sector educación sigue siendo un desastre y quisiera, además, saber qué ha ocurrido con todas las personas que se hicieron voz en esa lucha y el seguimiento que se le ha dado a dicha conquista. Yo soy algo más radical; hay que salir de las redes y poner las manos de las cadenas a trabajar.
Yo creo en educar al pueblo, en ir a los barrios, en formar círculos de discusiones políticas y sociales con la gente en las canchas, en los parques, creo en el tú a tú; en enseñar a la gente a manejar sus finanzas, para no caer de bruces en este sistema de consumo que nos embrutece e idiotiza. Creo en el boicot económico, en ir contra la pseudo cultura del desarrollo y progreso que te dice que tener más es ser más. Todoesto y más representarían una salida al camino donde nos han conducido estos últimos años; implica empezar a construir un camino que sustituya la incertidumbre por esperanza.
@riveragnosis