Quiero compartir con ustedes una experiencia que me trasmitía una amiga, sobre un adolescente de 11 años que en un examen no obtuvo la calificación esperada en una materia, conforme a su estándar de desempeño, el cual siempre es sobresaliente.

Esta experiencia ha llevado al adolescente a no querer asistir a la escuela, ha estado sumido en una ansiedad desbordada que lo mantiene intranquilo y le impide incluso hasta dormir bien. En fin, el adolescente está asistiendo a psicoterapia e incluso fue referido a psiquiatría para fines de evaluación e incluso determinar si habrá la necesidad administrar de psicofármacos.

Hago uso de esta experiencia para introducir una realidad que es muy común, niños sobrecargados por las expectativas que los padres y la presión social imponen sobre sus hombros.

Les exigimos de acuerdo a lo que esperamos de ellos, sin tomar en cuenta si están o no en la capacidad de  responder a tantas demandas. De esta manerallevamos a nuestros hijos a un estado de ansiedad creciente que termina desbordándose, trayendo serias consecuencias sobre su salud física, psicológica y emocional.

Conozcamos cada miembro de nuestra familia y fomentemos una relación cercana de persona a persona y dejémosles ser

Una clara imagen me llega a la memoria.Hoy en día podemos ver tantos niños inmersos en diversas actividades extracurriculares, de modo que no les queda tiempo para poder estar en casa y disfrutar simplemente de estar en casa.

Con esto no quiero decir que las actividades extracurriculares no sean necesarias, pero entiendo que debemos regularlas e identificar aquellas que sean para el niño fuente de disfrute y satisfacción, que puedan serviles como mecanismo de descompresión, pues como niños ellos también manejan su propio estrés y necesitan soltar las cargas impuestas que vienen como resultado de los compromisos que deben cumplir.

Dejemos que nuestros niños disfruten de ser niños, es una etapa a la cual jamás podrán regresar. Ajustemos nuestras expectativas, las cuales vienen de las propias aspiraciones no cumplidas y que desplazamos a nuestros pequeños.

Seamos pacientes y tolerantes, no esperemos la perfección. Inculquemos el valor de la responsabilidad y cumplimiento de sus tareas, pero a la vez siendo flexibles cuando por alguna razón las cosas no salen en el orden y horario establecido.

Debemos hacerles saber que en muchas ocasiones las cosas no salen como la teníamos planeadas y que sí es válido equivocarnos, pero que cuando lo hacemos tenemos la oportunidad de aprender e intentarlo una nueva vez. Comuniquemos de una manera respetuosa, evitando las críticas y la ridiculización y procuremos evitar el uso de palabras despectivas, que terminan dañando la autoestima de nuestros hijos.

Como padres tenemos una nueva oportunidad cada día para guiar y acompañar a nuestros hijos en la construcción de su  mejor persona. Identifiquemos nuestras propias debilidades y hagamos un esfuerzo consciente por trabajarlas.

Conozcamos cada miembro de nuestra familia y fomentemos una relación cercana de persona a persona y dejémosles ser. En esta labor de ser padres no se trata de imponer, sino de educar, cuyo principal objetivo es formar seres humanos capaces de vivir y a convivir en sociedad.