¿Has notado el poder hipnótico que tienen los colores?
Ese bombardeo continuo de diferentes colores por la televisión inunda nuestro subconsciente y se apodera de nuestra mente sin que nos demos cuenta.
Las publicitarias y los relacionistas públicos son maestros en estos menesteres.
Se trata de mensajes subliminares (subconscientes), junto a las imágenes que quedan grabadas a fuego lento en las profundidades de nuestro cerebro sin que caigamos en la cuenta. Por eso el galgo termina siendo siempre rabilargo y nuestros niños parecen muñequitos robotizados adictos a sus i-pads. ¡Trata de despegarlos, a ver si puedes! Cuando lo intentes será tarde porque tendrán el área cerebral del hipocampo trastocada. Tenemos al enemigo entronizado en nuestra propia casa.
Antes de cumplir los 12 años un niño “normal” ha presenciado por la televisión alrededor de 24,000 crímenes perpetrados a sangre fría. ¡Hasta en los muñequitos!
(Psychological global research foundation, 2011).
Además de emitir ondas de baja frecuencia, los colores impregnan el subconsciente con mensajes parecidos a los de la música rap o a la del “heavy metal rock”, que terminan incitando a la violencia. Son los íconos emblemáticos de la manipulación subliminal colectiva y los arquetipos del control mental a la distancia.
Una de las terapias alternativas del momento es precisamente la color terapia, la curación a través de los colores.
El azul y el blanco, combinado a veces con el anaranjado, tienen características alucinógenas.
¿Por qué crees que el llamado “Estado Islámico” presenta por la televisión una hilera interminable de ejecuciones públicas donde los “ajusticiados” aparecen siempre vestidos con monos de color anaranjado? ¿Crees que es pura coincidencia? ¿Serán esas ejecuciones “reales” o, más bien, montajes de una campaña de programación mental subliminal, siguiendo el patrón de la metodología conductista, para aterrorizar y controlar al mundo? El resultado final es siempre el de convertir a las masas en más sumisas y manipulables a la distancia
El terror y la repugnancia de estos “shows” ante un mundo consternado parecen obedecer a escenas preparadas de antemano para sacar de quicio y mantener atolondradas y distraídas a sociedades amaestradas y aletargadas. Debido, precisamente, a esos terribles impactos subliminales, se convierten así en más manejables y aceptan todas las demás “películas” surrealistas.
¿Por qué las redes internacionales de televisión y los medios de comunicación (realmente de manipulación), como si todas se pusieran de acuerdo, son los primeros en darle prioridad a estas barbaries colectivas? ¿Suben así sus raitings?
Es como en el caso del virus hemorrágico del Ebola y la guerra psicológica causada por los medios de comunicación a nivel mundial, incluyendo a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esas campañas masivas de conmoción subliminal sirven de publicidad a la venta indiscriminada de nuevas vacunas y de nuevos medicamentos, como si se tratara de una propaganda comercial anticipada.
¿Qué pasó con el Ebola? ¿Qué pasó con la fiebre aviar, el SARS (síndrome respiratorio Agudo severo) y la fiebre porcina? ¿Se acabó ya la película?
¿Sabes el terror que causaron las redes internacionales occidentales propagando al virus del Ebola? En dólares la cifra sobrepasa los $3,000 millones en menos de un año. Con menos de la cuarta parte de esa cantidad se hubiera erradicado el cólera y la malaria en Haití y en el África.
Volvamos al poder de los colores. Anoche me puse a mirar la NBC de Nueva York y el presentador de las noticias estaba vestido de azul celeste y de blanco, con una corbata que le hacía juego a estos colores. El fondo de la pantalla oscilaba entre el azul y el blanco. A su lado (siempre emplean una imagen femenina para estos menesteres) aparecía una jeva despampanante, combinada también con azul y blanco, teorizando sobre las recientes metidas de pata de Barack Hussein Obama.
En otras palabras, que la parte noticiosa, que resultó ser mitad verdad y mitad mentira, se la metían a la teleaudiencia subrepticiamente y sin vaselina, a través de los colores, mucho antes de uno poder poner en práctica su propio raciocinio.
Los adornos sobre el escritorio de ambos presentadores eran combinaciones de azul y de blanco, como en un cuadro de Vicente Van Goh, con la diferencia de que éste usaba más el color gris y el amarillo en estallidos esplendorosos de claridad como en un clarín explosivo de luces rutilantes.
Detrás de los presentadores aparecía en borbotones azules el Capitolio de Washington, D. C., bajo una bóveda azul celeste. ¡Qué maravilla de manipulación subliminal! En otras palabras, que ahí no había tu tía y, sin darte cuenta, terminabas aceptando todo lo que estos personajes te meten en la mollera, sin querer queriendo, como en el Chapulín colorado.
Nuestra capacidad crítica neutralizada y reducida a su mínima expresión.
¿Por qué crees que el color del PLD es morado? Ese es el color de los monseñores eclesiásticos. El valor simbólico del morado es el de la disciplina, el color imperecedero del rubí, contrariamente a la política, que no es más que el camaleón cambiante de las conveniencias y de las coyunturas del momento, producto de las manipulaciones mediáticas a las que tienen acostumbrados (programados) a nuestros pueblos.
Todo, todo, no es más que una manipulación de masas imperdonable, empezando por la religión. No lo digo yo, lo dice el sentido común de los votantes pensantes.
Donde digo “digo” no digo “digo” sino que digo “diego”. Ahora “digo” significa “reelegirse”, aunque antes se había dicho que era un pecado de “no hay lugar”.
¡Tengamos mucho cuidado con los colores, sobre todo si son eclesiásticos!
En el fondo son todos la misma vaina.