Admiro del columnista Nassef Perdomo Cordero su virtud de escribir una o no más de dos cuartillas semanales de alto contenido. Lo que se hereda no se hurta; mi amigo es hijo de una gran periodista. Lo bueno y breve es doblemente bueno.

Para emular su economía de redacción, me asiste en esta ocasión el hecho de que no soy arqueóloga, socióloga o historiadora. Fui bachiller en el sistema educativo dominicano, con lo cuál administro una idea confusa acerca del caudillo taíno Guarocuya, bautizado como Enrique y apodado Enriquillo (1498-1535). Sin abundar o avanzar conclusiones, me limito a aconsejar en esta entrega, cierta cautela.

Aplaudo la iniciativa de rescatar los restos del personaje rebelde en la antigua Iglesia de las Mercedes en Pueblo Viejo, Azua, encabezado por la historiadora y escritora Lidia Martínez de Macarrulla. Ella expone una sólida teoría del caso, basada en sus investigaciones explicadas a las autoridades, la comunidad y la opinión pública.

Lidia Martínez de Macarrulla.

Estoy convencida de que su empresa es una oportunidad valiosa para revisar la enseñanza de la historia nacional, y no menos interesante, encontrar elementos que inspiren a las nuevas corrientes artísticas dominicanas. Los rebeldes atraen a las musas.

Junto a los procedimientos científicos para la misión de excavación, a Martínez Macarrulla la deben apoyar la Academia Dominicana de Historia y todo aquel en capacidad profesional, tanto en el país, en España, Perú, Cuba o México, para deslindar al Enriquillo histórico del ficcional.

Aunque solo queden pocas líneas que documenten la hazaña bélica atribuida al personaje de nuestro pasado colonial, vale la pena escarbar en la tierra y en los Archivos de Indias la evidencia documental y circunstancial que permita entender mejor la hazaña que se le imputa.

La comprobación de al menos una breve o pequeña lucha del taíno contra el orden opresor de la Conquista merece atención. La nueva investigación sería el umbral para comprender la secuencia de revueltas en la colonia de Santo Domingo, como lo hace Alberto Tenenti en la obra De las revueltas a las revoluciones. Esta obra apoya mis lecciones sobre el instituto jurídico del abuso de derecho en la Europa medieval, estamental; y, por vía de consecuencia, en el Santo Domingo colonial y republicano.

El autor italiano hace un estudio histográfico detallado de las conmociones internas en Europa, abordando las causas, el desarrollo y las consecuencias de las revueltas que derivaron en conflictos armados, revoluciones, movimientos y luchas independentistas, explica Abalsa, casa editora de la obra.

Una renovada labor de educación oficial sobre nuestro pasado heroico, más allá de Enriquillo, debe promoverse con independencia del hallazgo o no de las osamentas del cacique. Sería maravilloso que la investigadora confirme su teoría sobre la ubicación de sus restos, para una reconstrucción más concreta de los hechos y lugares donde la tradición cuenta que Enriquillo llevó a cabo un acto de sublevación.

Sin embargo, al margen de si se alcance o no ese objetivo concreto, su proyecto no debe provocar desde el oficialismo un neoindigenismo anticipado. Toca esperar. Como hemos aprendido de la expedición que busca los restos de Cleopatra en Egipto, basados en la teoría de la arqueóloga dominicana Kathleen Martínez, estas encomiendas científicas toman tiempo.

Por décadas nos han enseñado en la escuela que el aborigen evangelizado fue el líder de la primera rebelión contra la Corona Española o bien, contra la opresión de un pueblo dominante sobre uno dominado en América, luego del Descubrimiento. La novela Enriquillo (1882) de Manuel de Jesús Galván, perteneciente al romanticismo latinoamericano, movimiento artístico decimonónico, forma parte del aprendizaje que recibe el estudiante dominicano sobre el líder taíno.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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La misión encabezada por Martínez Macarulla debe ser respaldada con los recursos y métodos adecuados. No obstante, inquieta el aviso oficial de erigir un mausoleo al cacique (Ver). No debe adelantarse un regreso al indigenismo romántico en estos momentos críticos, sin poner en su justo lugar al africano cimarrón anónimo. Al respecto, refiero el ensayo: El cimarronaje y la manumisión en el Santo Domingo Colonial. Dos extremos de una misma búsqueda de libertad de Wenceslao Vega Boyrie (Ver). Aunque nuestros genes dominantes están a la vista, el caso ha sido estudiado quedando la herencia taína en una proporción bastante baja. (Ver)

Cabe aclarar que Enriquillo trasciende a la República Dominicana, a decir de la gesta que se le atribuye. Ahora bien, parecería inoportuno adelantar ese proyecto de sepultura magnánima para el aborigen, antes de que la ciencia y la educación coloquen al rebelde en su justo lugar físico e histórico.

Sobre el particular, el intelectual José Alcántara Almánzar, en su ensayo Black Images in Dominican Literature (Imágenes negras en la literatura dominicana) (Ver) explica: “La romántica idealización de los indígenas fue una ideología que pretendió esconder los elementos africanos porque eran considerados como una fuente de ignominia. El prejuicio racial contra el hombre negro era el más importante ingrediente de la ideología dominante. (Ver: Cordero 1975: 152; Cassa 1976: 64).

Enriquillo (1882) la novela de Manuel de Jesús Galván (1834-1920) es el mejor ejemplo de la literatura indigenista en América Latina. La historia del cacique taíno Enriquillo y la rebelión que dirigió en las primeras décadas del siglo XVI fue utilizado por Galván para escribir una novela en la que, no obstante, la gente negra que participó en las primeras revueltas contra la dominación colonial está completamente ausente. El escritor está más interesado en defender la metrópolis que en defender al taíno (Conde 1978: 20). El indigenismo sobrevaluó las contribuciones del taíno en la cultura dominicana, mitificó su imagen y trató de ignorar la contribución de los africanos”.

Negro africano cimarrón.

La reapertura del debate sobre Enriquillo debe ser la primera de muchas oportunidades necesarias para corregir hechos históricos no solo falsos o inciertos sino contaminados por una política tendenciosa que quiso erradicar nuestra herencia africana. Cuidado con el indigenismo romántico. Escarbemos el suelo y los fundamentos de nuestra democracia y celebremos la pluralidad racial con rigor. Los hallazgos de Lidia Martínez de Macarrulla, además, pueden inspirar al nuevo arte dominicano del siglo XXI.  Enriquillo o quizás el africano Sebastián Lemba podrían ser tema para una película. Dos cuartillas, más cerca de alcanzar al vástago de Margarita.