Lo he constatado en encuentros populares en muchos municipios: parte importante de los sectores democráticos,  progresistas y de izquierda, están en un dilema  respecto a las elecciones del 2020.

Por una parte, son conscientes de que la continuidad del PLD en el poder crearía enormes dificultades  a la realización de cambios democráticos mínimos;  y apuntaría en el sentido de un agravamiento de la sensación de derrota histórica del pueblo dominicano;  lo que haría más difícil un proyecto de transformaciones estructurales en el mediano plazo.

Hay una conciencia creciente   de la imperiosa necesidad de salir del PLD,  como premisa mínima para unos aires políticos nuevos.  Como hay también condiciones objetivas para ese hecho.

De otra, existe también mucha incertidumbre. Por la dispersión de las fuerzas que solo en unidad pueden lograr el cambio.

Pero, más que esto, tiene mucha fuerza el temor a que el cambio resulte en "más de lo mismo”, se quede en un "quítate tú para ponerme yo", y de ser así, nos encontremos entonces con un nuevo agregado a la frustración histórica.

El dilema es objetivo, al menos para los que queremos unidad partiendo de un análisis de correlación de fuerzas y de coyuntura histórica.

Porque, aunque el PRM se afirma como la principal mediación opositora, su práctica y discurso no satisface las expectativas de cambios democráticos de una franja social y política. Crece sin dudas.  Pero no se posiciona bien entre sectores políticos que  podrían ser aliados y  necesarios para derrotar al PLD.

Un principio elemental, como  lo  es el respeto a la autodeterminación de los pueblos, y el rechazo a la injerencia extranjera en los asuntos internos de cualquier país,  es hecho pedazos por algunos dirigentes influyentes del PRM  en la coyuntura actual de Venezuela; generando aprehensiones entre mucha gente progresista que,  incluso pudiera diferir del gobierno de ese país,  pero asume que corresponde única y exclusivamente a su pueblo dirimir ese asunto.

Esta aprehensión incluye a miles de perremeistas de reconocida trayectoria democrática y solidaria, a los cuales se los ve, y se los ha visto siempre, en manifestaciones junto a la Izquierda, en reclamos que sus propios dirigentes no asumen y que, valga decirlo, tampoco asumen muchos de la élite del progresismo. Porque el perremeismo, como lo fue el Peñagomismo, es esencialmente popular, y aunque ha sido menguado por la politiquería y el clientelismo, sigue siendo fuerte y debe importar mucho a cualquier política.

Desde luego,   hay un caso a estudiar desde la perspectiva de la antropología política,  y es, que hay una franja del progresismo en el país, que no tuvo empachos en asociarse con Balaguer y el mismo PLD, pero que nunca pudo dar un paso junto al Peñagomismo y que desde 1978 hizo parte de esfuerzos para impedirle ser gobierno; que hoy también  es muy difícil que una sus fuerzas al  PRM, y preferiría  inhibirse o irse por la tangente,  amparándose en excusillas, con valor objetivo,  o sin este.

Pero más allá de esta franja, hay una amplia de ciudadanos, y de sectores sociales y políticos, que nos debatimos en el dilema planteado.

Somos mucha gente y sectores políticos en esta franja.  Que no nos movemos en política por candidaturas, canonjías, beneficios secundarios de ningún tipo; ni por empleos públicos a ningún nivel.  No se nos arrastra a ninguna posición a cambio de concesiones como las señaladas.

Buscamos un cambio de gobierno con calidad democrática, que abra compuertas a ulteriores avances. Este cambio no es un fin en sí mismo. Es, el posible, en este momento en que escribo estas líneas, en un contexto especifico de la correlación de fuerzas, entre lo revolucionario y lo no revolucionario; entre el progresismo y lo conservador; entre la inmovilidad y la posibilidad de avance políticos.

Es el terreno de la táctica, de la respuesta concreta a la situación concreta. El espacio de la política y no de las emociones; el del tratamiento con el cerebro, y no con “órganos de retaguardia como son el corazón y el estómago”.

Y, así las cosas, no cabe postraciones, ni lamentaciones frente a la realidad actual.

Tampoco cabe "pedir peras al olmo", y esperar que por "motu proprio" el PRM se niegue así mismo y   asuma la actitud y propuestas para un cambio con calidad democrática.

Las alianzas son entre diferentes, porque a los iguales se los supone juntos. Estas hay que disputarlas, y en el caso del progresismo y la Izquierda, organizados o no, sus mejores aliados para esa pelea son el pueblo movilizado y el debate de ideas y propuestas políticas.

La posibilidad de una alianza comporta su par dialéctico, cual es, la disputa entre los participantes por ganar el mayor espacio posible para sus posiciones. En esta, la fuerza y las ideas son vitales.  Si no hay de lo uno ni de lo otro, entonces no vale la pena el intento.

Un acuerdo para el cambio, es un punto al que se llega, y será mejor, mientras más fuerzas y razones se tenga. Por eso es atinado que quienes reivindican la importancia de una alianza para el cambio, se fortalezcan, echen músculos. Sirve para la calidad y fuerza de la alianza, y si esta no se da por las razones que sean, entonces se está en mejores condiciones para proponer otros rumbos.

Esta es la función que conduce a superar el dilema.

Aunque hay casos de “chuflai” en la política dominicana, ninguna alianza surge por acaso. Ni siquiera la del Frente Patriótico de 1996 de la que un desconocido como el Dr. Leonel Fernández salió convertido en presidente de la República y figura de necesaria referencia en la vida política nacional, mismo que mucha gente gris, que, a no ser por esa alianza, jamás habría ganado la relevancia social y política que hoy ostenta.

Porque el Frente Patriótico fue más que un paso táctico, resultado de actitudes políticas estratégicas coherentes del peledeismo, que siempre tuvo en las miras ganarse las fuerzas sociales del neotrujillismo, propósito del que el Dr. Euclides Gutiérrez Félix fue un vocero sistemático, y que, al fin, cuajó mediante una táctica, cuando llegaron las circunstancias adecuadas, en la coyuntura 1994- 1996.