Cuando el cuerpo comienza a introducirse en una situación, también empieza a reconocer objetos, certidumbres, vertientes, movimientos y obstáculos que conducen a una acción dramática del personaje y que en el tiempo-espacio escénico se va desarrollando de manera psico-orgánica. El proceso de auto-reconocimiento ligado a una acción física y a una actitud interna indica una finalidad llevada a cabo en la dialéctica de la representación.(Véase, Gastón Breyer: La escena del presente,
Eds. Infinito, Buenos Aires, 2005).
El actor se deja fecundar por un hecho de comprensión psicológica, atendiendo a variables reales e imaginarias que van construyendo un escenario también real e imaginario, tal como ocurre en el teatro de Jean Genet, Antonin Artaud, August Strindberg, Peter Weiss y Samuel Beckett. Todo lo cual implica e indica un trayecto bio-psicológico que pide soluciones actorales, dramatúrgicas e interpretativas avaladas por una búsqueda espectacular en libertad y comprensión de lenguajes en contexto.(Para una extensión teórica más amplia, ver André Green: La causalidad psíquica, Eds. Amorrortu, Buenos Aires, 2005, pp.17-56).
Las líneas de acción que emergen de un material dramatúrgico tienen su base en un mundo intuido por el actor, en tiempo, espacio y comunicación. El rompimiento que producen el cuerpo y la palabra en un determinado tipo de acción en situación, requiere de un proceso que va evolucionando de lo particular a lo general o viceversa.
Los ejes de un tipo de dramaturgia psicológica y realista crean en el teatro actual un tipo de descubrimiento que poco a poco va afectando y reconstruyendo la vida psíquica del actor, como intérprete de personajes. De ahí que se cree la necesidad de encontrar el trauma, el personaje como elemento generador de su biografía narrada por el cuerpo, la voz y la palabra en una escena de lo imaginario abierta a lo que motiva el lenguaje.(Tal como se estima y se subraya en María Daraki: Dioniso y la Diosa, Ed. Abada, Madrid, 2005).
La psicología de la voz interna y externa obedece a una suma de sonidos articulados o articulables que, en el caso del actor supone una cultura que hace posible la visión transpersonal del actor como personaje. Todo lo cual asegura elementos que cobran valor en los diversos modos de creación y de registro psicológico de personajes.(Una consulta en este sentido se lee en Marco De Marinis: La parábola de Grotowski: el secreto del “novecento” teatral, Ed. Galerna, Buenos Aires, 2004).
La relación entre el lenguaje interno y el externo construyen un significado escénico basado en la relación entre el actor y el director, apoyados ambos en un material dramatúrgico interpretado y recorrido sobre la base de motivos espectaculares, pero además, de residuos de la vida vivida por el actor-personaje en su trayecto artístico y existencial.
El sentido de la técnica vocal y de la técnica corporal es la juntura entre ambas en un nivel específico de relación, de visión y acción en tiempo, espacio y práctica de interpretación. El equilibrio creado por estos tres estadios o fuerzas significativas que intervienen en la actuación. Dicha dialéctica produce, en proceso, lo que es el universo teatral, el mundo que se convierte en teatralidad y en traducción de eventos orgánicos y psicológicos del personaje; lo que contribuirá a un descubrimiento imaginario del cuerpo y la palabra en el lenguaje. Esta situación conforma una relación triple donde interviene el dramaturgo, el director y el público. Las tres funciones hacen de la idea creadora y de la conflictividad en contexto, una visión psicológica y real a través de la línea general de acciones. (Ver,Jindrich Honzl: “Personaje escénico”, en Jarmila Jandová y Emil Volek, editores, Teoría teatral de la Escuela de Praga: de la fenomenología a la semiótica performativa, Universidad Nacional de Colombia, Ed. Fundamentos, 2013, pp.117-123).
En esta perspectiva, la diferencia dramatúrgica, se lee como conjunción de formas y lenguajes al interior mismo de la puesta en escena. El texto teatral como suma de funciones parte de un tratamiento de operaciones translingüísticas y metacomunicacionales visibles y sensibles en el acto escénico, pero también, codificadores de acciones incidentes en el conjunto significante, dialógico y espectacular.