Como siempre, la estética encierra una dependencia humana aun inexplicable que complejiza la existencia humana, en la medida en que demuestra que el ser humano no tiene como finalidad de su existencia, subsistir, alimentarse y reproducirse, sino existir en sí como diría el existencialismo y más allá de los eventos cotidianos, porque no se reduce su existencia a vivir.
La existencia va más allá que comer o dormir; la danza, la estética, el arte y la propia religión son parte de esa otredad del ser. Naturalmente visto en su complejidad y especialización funcional de las acciones humanas, la danza produce el placer del movimiento, la liberación de tensiones interiores, el goce y disfrute, el sentimiento de libertad de ejecución y todo se reúne en una catarsis o placer interior.
Es precisamente la catarsis, el actor psíquico que mueve el valor trascendente de bailar. Ese ejercicio, da función a la danza más allá de su significación y contextos sociales y culturales que la producen. La catarsis es el principal de los propósitos por los cuales el ser humano se inclina a su elección como dialogo corporal pues es también un dialogo interior, una relajación mental y un ejercicio físico.
La ejecución danzaría es por igual, un ejercicio intelectual en la medida que los pasos, cadencias y movimientos requieren armonización, acoplamientos y compás, es como si diríamos, un análisis al mismo tiempo del intelecto, lo trivial y lo psíquico.
Somos corporales, somos sonoros y somos danzarios en nuestra cotidianidad, pues los gestos se trasmiten como una parte de esa movilidad que a la vez expresa un sentimiento y un estado emocional en todo lo que hacemos
“Bailar mal es “, la desarticulación de estos procesos que terminan por sincronizar, sonoridad, movimiento corporal, intelecto e imaginación que es donde está la creación y la fuerza del imaginario, esta vez individual del bailador.
Pero igualmente catarsis es, satisfacción interior del yo no material de algo que nos llena interiormente y nos da placer hacer, que nos satisface como cualquiera de las demás necesidades humanas: produciendo desahogo, paz interior y satisfacción, es esa la catarsis que, al producirse, expulsa desde el interior tensiones, necesidades, pensamientos reprimidos, pues nos libera de cargas, incluyendo las tóxicas y preocupantes, entonces pasamos a otra estación emocional, de ahí lo valorativamente importante de la danza como catarsis, individual o de grupo.
Los gestos corporales y la musicalidad dominicana
Sin los gestos integrados como partículas en movimiento, no se puede entender tampoco nuestra pasión danzaría, nuestra vocación a moverlo todo al ritmo de una sonoridad presente hasta en la manera de hablar.
Esta gestualidad la encontramos en la calle, en la cotidianidad de un pueblo profundamente musical y corporal. Si no movemos las manos para hablar, si no movemos los labios para insinuar o señalar cosas, si las cejas no se pliegan, si los ojos no se mueven, achican, agrandan o se tuercen, y si los hombros no se movilizan o hamaquean de un péndulo a otro del cuerpo, entonces nos aburrimos en la conversación a la que le añadimos la corporeidad y los gestos para darle sabor, ritmo y movimiento.
Los bailadores de nuestras danzas, populares o tradicionales, se hacen acompañar de gestos visuales muy diversos, que le impregnan sello propio a la manera en que expresan su satisfacción y control danzario y rítmico.
Los gestos danzarios son solo ellos, un tema para una investigación psico-socio-cultural. Pues cada quien, define una manera de expresar los sentimos o la catarsis de la danza con estos gestos visuales que además expresan una gestualidad danzaría acompañante del ritmo y un estado emocional determinado.
Somos corporales, somos sonoros y somos danzarios en nuestra cotidianidad, pues los gestos se trasmiten como una parte de esa movilidad que a la vez expresa un sentimiento y un estado emocional en todo lo que hacemos.
Observar el pilón de la enramada majado por tres señoras, es más que ver, es escuchar una rítmica, un compás, un movimiento que refleja una especie de danza estacionaria. Acompañarse del canto de hacha en el trabajo motiva el movimiento, aligera el esfuerzo, produce satisfacción interior, y un movimiento que facilita el trabajo, con un compás espontáneo, que integra musicalidad, actividad laboral y movimiento cadenciado.
De eso hablamos cuando nos referimos a la danza, es más que una satisfacción personal, una catarsis de desahogo que aliviana el alma, es también una relación físicamente armoniosa con el entorno, con las energías circundantes y con el mundo psíquico y físico nuestro.