ESTE ES e cuento: a las 7 de la mañana, un árabe se acerca a la puerta de Har Adar, un asentamiento cerca de la línea verde cerca de la aldea árabe-israelí de Abu Ghosh.
El hombre es un “árabe bueno”. Un buen árabe con un permiso de trabajo en el asentamiento. Vive en el cercano pueblo árabe de Beit Surik, Cisjordania. Recibió un permiso de trabajo porque se ajusta a todos los criterios: tiene 37 años, es casado y tiene cuatro hijos. Los habitantes de Har Adar lo conocen bien, porque ha estado limpiando sus casas durante años.
Este martes por la mañana llegó a la puerta como de costumbre. Pero algo despertó sospechas entre los guardias. Llevaba una chaqueta, aunque el clima era bastante caluroso en este primer día de otoño. Los guardias le pidieron que le quitara la chaqueta.
En cambio, el hombre sacó una pistola cargada y disparó a tres de los guardias en la cabeza a corta distancia: dos guardias civiles y un miembro de la Guardia Fronteriza semi-militar. Una de las víctimas era árabe. Otro oficial de seguridad, el comandante local de los guardias, resultó gravemente herido. Dado que el asaltante nunca había recibido entrenamiento militar, la precisión de sus disparos fue asombrosa. La pistola había sido robada hace 15 años.
Todo Israel estaba conmocionado. ¿Cómo pudo pasar esto? ¿Un buen árabe como éste? ¿Un árabe con permisos? ¿Por qué haría tal cosa en un lugar donde caía bien y lo trataban bien? ¿Donde jugaba con los niños? ¿Y eso, después de que él fue examinado minuciosamente por el servicio de seguridad, que tiene innumerables espías árabes y se considera casi bien infalible?
Algo extraordinario tiene que haber ocurrido. Alguien debió haberlo incitado contra los judíos y la gente buena de Har Adar que lo había tratado tan bien. Tal vez el discurso de Mahmoud Abbas e la ONU. O quizá algunos contactos secretos con Hamas. “¡Incitación!”, exclamó Benjamín Netanyahu.
Pero entonces surgió otro hecho que lo explicaba todo. El hombre se había peleado con su esposa. La había golpeado, y ella había escapado a donde su familia en Jordania, dejando atrás a los cuatro niños.
Por lo tanto, obviamente, se había desquiciado temporalmente. En un estado de desorden mental había olvidado la bondad del pueblo de Har Adar. Un caso único, que no tiene por qué preocuparnos más.
Pero demuestra que no se puede confiar en los árabes. Son todos un montón de asesinos. No puedes hacer la paz con ellos hasta que cambien por completo. Por eso tenemos que mantener ocupados los territorios.
ESA ES la historia. Pero también hay otra. La historia vista por el hombre mismo.
Desde su casa en el vecino Beit Surik, el hombre −cuyo nombre era, por cierto, Nimr (“leopardo”) Mahmoud Ahmed al-Jamal− podía ver a Har Adar desde su casa todos los días cuando se despertaba. Para él, como para todos los árabes, era un floreciente asentamiento judío, construido sobre tierras árabes expropiadas. Al igual que su propio pueblo, pertenecía a la Cisjordania palestina que es un territorio ocupado.
Tenía que levantarse en la oscuridad de la noche para llegar a Har Adar a tiempo −7.00 de la mañana− y trabajar duro hasta tarde en la noche, llegando a casa alrededor de las 10. Esta es la suerte de decenas de miles de trabajadores árabes. Pueden parecer amigables, especialmente cuando su sustento depende de ello. Incluso pueden ser muy amables con los amos benevolentes. Pero en lo profundo de sus corazones no pueden olvidar por un momento que están limpiando los baños de los judíos que llegaron a la Palestina árabe y ocuparon su tierra natal.
Dado que la mayoría de las tierras agrícolas de sus aldeas han sido expropiadas para los asentamientos judíos, no tienen otra opción que trabajar en estos puestos de trabajo de bajo nivel. No hay industria de la que hablar en Cisjordania. Los salarios son los mínimos, a menudo por debajo del salario mínimo legal en Israel propiamente dicho (unos US$1,500 al mes). Como no tienen opción, no están lejos de ser esclavos. Como los buenos esclavos en Lo que el viento se llevó.
Un hombre así puede estar en paz con esta realidad, pero si sucede algo malo, de repente puede sentirse molesto con su estatus y decidir convertirse en un mártir. Nimr dejó una carta en la que defiende a su esposa y la absuelve de cualquier responsabilidad por el hecho que había planeado realizar el día siguiente.
ESTAS SON las dos historias, que tienen muy poco en común.
Los habitantes de Har Adar están totalmente sorprendidos. Puesto que viven a 20 minutos en coche de Jerusalén, no se consideran colonos en absoluto sino israelíes, como cualquier otro. En realidad, no ven a los árabes que los rodean como personas como ellos mismos, sino como nativos primitivos.
El pueblo de Har Adar no es como la gente fanática, religiosa y casi fascista de algunos asentamientos. Lejos de ello. Los miembros de Har Adar votan por todos los partidos, incluido Meretz, el partido sionista de izquierda que aboga por el retorno de los territorios ocupados a los palestinos. Esto no se considera que incluya a Har Adar, por supuesto, ya que existe un consenso entre sionistas, derecha e izquierda, de que los asentamientos cercanos a la Línea Verde deben ser anexados a Israel.
La gente de Har Adar, con razón, puede estar orgullosa de sus logros. Desde el aire, el lugar parece muy ordenado. Tiene 3,858 habitantes. Su ingreso promedio es de unos US$5,000 al mes, muy por encima del promedio nacional israelí (unos US$3,000). Su consejo local es el tercero más eficiente en todo el país.
Situado en la zona montañosa alrededor de Jerusalén, tiene un hermoso paisaje. También cuenta con comodidades hechas por el hombre: una biblioteca, un club juvenil, un área de patinaje y un anfiteatro con capacidad para 720 personas. Incluso para un israelí promedio, este es el paraíso. Para los árabes que los rodean y que no pueden entrar sin un permiso especial, es un recordatorio perpetuo de su desastre nacional.
Por supuesto, al igual que otros asentamientos, Har Adar no está enclavado en una tierra que estaba vacía. Ocupa el sitio en que se encontraba un pueblo llamado Hirbat Nijam, un pueblo que ya se estaba allí en tiempos persas-helenísticos, hace unos 2,500 años. Como la mayoría de las aldeas palestinas, fueron cananeos, luego judíos, luego helenistas, luego bizantinos, luego musulmanes, luego cruzados, luego mamelucos, luego otomanos, luego palestinos, sin que la población cambiara. Hasta 1967.
CUANDO NIMR nació, toda esta larga historia había sido olvidada por mucho tiempo. Lo que quedaba era la realidad de la ocupación israelí.
Esto ahora se ve como el estado normal de las cosas. Los miembros de Har Adar están contentos, seguros y bien guardados por el eficiente Servicio de Seguridad, la Guardia de Fronteras y los mercenarios locales, en su mayoría ciudadanos árabes de Israel. Los vecinos como Nimr parecen estar contentos, y probablemente lo estén, si tienen la suerte de tener un trabajo y un permiso de trabajo, incluso con salarios lamentables. El rencor histórico está profundamente enterrado en su conciencia.
Pero, entonces algo sucede, algo que puede ser absolutamente irrelevante, como la fuga de su esposa a Jordania, para desencadenarlo todo. Nimr el obrero humilde se convierte de repente en Nimr el luchador de la libertad; Nimr, el mártir en su camino al paraíso. Todo su pueblo respeta su sacrificio y a su familia.
Los israelíes están irritados porque las familias de “mártires” reciben un subsidio de la Autoridad Palestina. Benjamín Netanyahu acusa a Mahmoud Abbas (Abu Mazen) de incitación al asesinato con estos pagos. Pero es absolutamente imposible para Abbas anularlos, porque la reacción ante el ultraje de su gente sería tremenda. Los mártires son santos; sus familias, respetadas.
EL DÍA después del horrible acto terrorista de Nimr o de su martirio heroico, una ceremonia nacional impresionante tuvo lugar en otro asentamiento.
Todos los dignatarios principales del país, encabezados por el Presidente y el Primer Ministro, se reunieron para conmemorar el 50 aniversario de “nuestro regreso a nuestra patria, Judea y Samaria, el Valle del Jordán y las Alturas del Golán”.
Falta en la lista es la Franja de Gaza, que Israel ha evacuado, dejando atrás un estrecho bloqueo terrestre y marítimo con la ayuda de Egipto. En la Franja hay cerca de dos millones de palestinos. ¿Quién los quiere?
El infierno se desató cuando el presidente de la Corte Suprema, que debía enviar un juez para representar a la corte en esta ceremonia, canceló su asistencia debido al estilo altamente propagandista del evento. Decidió que se trataba de propaganda partidaria, en la que su tribunal no participaría.
TAMPOCO FUE un día de calma en este país, un estado sin fronteras y sin una constitución, donde cada historia tiene dos lados totalmente diferentes, en el cual la gente agradable y apacible de repente se convierte en furiosos mártires.
No habrá quietud hasta que haya paz, con cada uno de los dos pueblos viviendo en su propio estado; una situación donde la verdadera amistad tenga una oportunidad para florecer.