Para este miércoles estaba programada la entrega en Cuba al Secretario General de la OEA, Luis Almagro, del premio Libertad y Vida, que lleva el nombre del desaparecido disidente José Oswaldo Payá.
Militante católico, Payá renunció a una existencia tranquila y segura acogiéndose al exilio para mantenerse en Cuba en oposición pacífica al régimen castrista, pasando por la dura experiencia de la prisión y soportando todo tipo de amenazas, presiones, acoso policial, actos de repudio y agresiones por turbas gubernamentales. En ningún momento le flaqueó el ánimo para mantener sus principios y su lucha por el restablecimiento de la democracia, los derechos humanos y las libertades civiles.
En el marco de la propia Constitución y las leyes del régimen y con estricto apego a las mismas, llegó a reunir miles de firmas para validar su candidatura a diputado, quizás con un exceso de romántico idealismo que, sin embargo, sirvió para colocar al régimen contra su propia legalidad al negarle ese derecho.
En años recientes, impactó la noticia de su muerte, en madura juventud, junto a un militante europeo, en un extraño accidente automovilístico, que las autoridades atribuyeron a manejo temerario por parte del conductor. El gobierno cubano siempre se ha mostrado opuesto a una investigación internacional que permita verificar el dictamen oficial, lo que arroja legítimas sospechas sobre la posibilidad de que fuese víctima de un crimen de Estado. Su viuda e hija, continuadora de su obra, han hecho un persistente aunque inútil reclamo en ese sentido.
Volviendo a la actividad convocada, esta no pudo realizarse porque de manera insólita, el gobierno cubano negó la entrada al país del Secretario General de la OEA. Y no solo a Almagro. También se le negaron los visados de acceso al ex presidente de México Felipe Calderón, invitado a la ceremonia y a la ex diputada y ex Canciller de Chile, Mónica Alwyn, la cual recibiría un reconocimiento especial otorgado de manera póstuma a su padre, Patricio Alwyn, quien prestigiara su paso por la Presidencia de Chile.
En este último caso, ya el gobierno chileno por vía de su Canciller, ha expresado su disgusto y llamado a su embajador en La Habana para fines de consulta. Es de esperar que también lo haga el gobierno mexicano en el caso del ex mandatario Calderón.
Falta por saber qué hará ahora la OEA frente a esta acción de corte estalinista, que mas que un desaire a su Secretario General es una grave ofensa que por extensión alcanza a todo el organismo. Y sobre todo, cual será la reacción de aquellos gobiernos que han mostrado simpatía y respaldo al régimen imperante en Cuba, que una vez más muestra su carácter dictatorial.
Cuando el gobierno estadounidense levantó bandera de parlamento con respecto al gobierno de los Castro y se produjo un acercamiento entre ambos, donde este último ha recibido toda una serie de concesiones sin prácticamente dar nada a cambio, se pensó que tal como había pedido Juan Pablo II en una de sus visitas a la isla, Cuba se abriría al mundo… y también a los propios cubanos.
No ha sido así y menos se ha abierto a lo interno de la isla para que el pueblo cubano pueda expresarse libremente. Por el contrario, a partir de ese momento se ha recrudecido la persecución contra disidentes y opositores pacíficos y ha crecido de manera significativa la cantidad de detenidos y perseguidos por razones políticas desde profesionales, periodistas, intelectuales y artistas hasta obreros impedidos de organizarse y contratar libremente su fuerza de trabajo, ciudadanos corrientes y las acosadas Damas de Blanco.
Es el retrato de una dictadura, que no ha dejado de serlo, la única que todavía queda en el continente, aunque la Venezuela de Maduro parece querer transitar por el mismo camino de absolutismo y opresión. Dios no lo quiera y el pueblo venezolano no lo permita.