Esta mañana me desperté con cara de mujer de 41 años. Es bastante difícil lograr despegarse de la cama por el cansancio y encontrarse con un numero en el espejo y salir a la calle. Porque la palabra cuarentinuno, a pesar de ser una realidad, con pruebas concretas, se borra de la mente en cada momento.

No sé si saben lo complicado que resulta esa situación, despertar y ver la edad que olvidaste al dormir. No tanto para mí, que después del susto analizo y lo acepto, dignamente. Es difícil para los que no han hecho conciencia de que cada día que pasa la vejez se acerca un poco más.

Todos quieren vivir para siempre. Vivir como jóvenes para siempre y no es posible. Debemos, con calma y ecuanimidad, dar la bienvenida al tiempo y sus consecuencias. Cuidarnos y honrar las cosas que nos hacen felices.

Aun ahora, al final de la tarde, cuando robo unos minutos para contarles alguna tontería, siento que tengo 41 años, sin importar cuantos me digan que parezco de 35. Porque mi edad, el tiempo que he pasado viva y sobre la tierra, ha sido el medio para llegar a ser quien soy.

Sin que la edad sea una barrera, ni causa de depresiones y malos humores, he decidido disfrutar lo que me trae la vida. Las lágrimas derramadas y las sonrisas, los momentos difíciles y los de absoluta felicidad. Atesorar a los amigos, los nuevos y los que se han mantenido a lo largo del recorrido de nuestra piel, a pesar de todas las inconveniencias que plantea la vida.

Quiero ser una mujer de 41 años que no se asuste con su cara. Que la brisa despeine mi cabellera, que la magia me visite desde el tiempo mismo. Quiero renacer en el presente de cada día. Aun así, esta noche trataré de dormir mejor, así mañana, podré parecer, una mujer de 41, más descansada.