Con el tiempo, han sido varios los nombres que ha ostentado la ciudad capital de la Republica Dominicana. Eso ocurre desde antes de que estos territorios fueran declarados una ingenua republica independiente, supuestamente libre (quien sabe de que) y dizque soberana. Con el traslado de “La Villa” fundacional atlántica, que se realizo desde La Isabela hacia el sureste y hasta encontrar el mar Caribe, en la margen oriental del río Ozama, ya empezaron a llamarla “nueva Isabela” y aunque hay aclarandos y desmentidos, los textos están llenos de confusiones semánticas que le han dejado a la interpretación de la historia, con el tema del nombre cierto que tuvo la ciudad en gestación…
Luego ya a partir de 1844 no hay dudas que la fundación, sin desbordar intenciones de crecimientos, empezó a ser denominada como Santo Domingo. Y asi fue hasta 1937 cuando los lambones que siempre han existido, le vendieron la ideal al gran conglomerado ignorante, de que la ciudad, reconstruida parcialmente tras la destrucción no completa del ciclón del 3 de septiembre, deja de ser llamada por su nombre hereditario y la designan como “Ciudad Trujillo”.
Pasados 24 años, en que el conglomerado anduvo con la vergüenza a flor de vomitivos por el asco del bochorno, llego el 1961, y como por arte de magia quedo eliminado -solo físicamente- el dictador aquel, cabeza visible del régimen gobernante, y fue entonces cuando los doctos legalistas del momento decidieran que había llegado el momento en que “estaban dadas las condiciones” de reponer el nombre hereditario y limar las asperezas de la afrenta histórica.
Y el país, sin saberlo mucho, volvió a tener a Santo Domingo como nombre de su flamante capital, pero a alguien se le ocurrió que no se le podía dejar solo y le agregaron un apellido sin sonoridad ni elocuencia, pero si con remilgos de inequívoca transitoriedad cumplida desde sus ancestrales tierras iberoamericanas, por lo que aunque algunos historiadores lo digan de cuando en vez, el nombre se mantiene incluso en el texto absurdo de la constitución ampliada y revisada mil veces, por los sesudos intereses mercantilistas de los politiquillos del patio.
Santo Domingo “de Guzmán” es una de tantas falacias que aupamos sin saber de donde y por que. Pero estas cosas no les importan ni a los flamantes Ministerios de Cultura ni Turismo ni mucho menos al gobierno central ni al carísimo rebaño de pelafustanes que pululan en curules sin destinos dentro del desprestigiado Congreso Nacional.
Mientras tanto muy pocos sabemos cuantos nombres ha tenido la capital dominicana…