El 15 de mayo próximo, como acontece cada cuatro años, todos los ciudadanos seremos iguales ante las urnas. Durante doce horas reinará la igualdad. Ese día por mandato del artículo 209 de la Constitución de la República, se reunirán las asambleas electorales para elegir a los representantes del pueblo. En ellas cada ciudadano, sin importar que sea extremadamente pobre o inmensamente rico, valdrá un voto.
Considerando el hecho de que el voto del hombre más rico del país tiene el mismo valor que el del más pobre, podemos llegar a la conclusión de que cuando un elector de origen humilde vende su voto por una ínfima suma de 500 pesos, además de violar la ley, realiza un pésimo negocio.
Lo irracional de vender el voto se revela cuando dividimos 500 pesos entre 4 años y el resultado arroja que el vendedor recibe como contraprestación por año la irrisoria suma de 125 pesos. Pero más notoria es la insensatez de vender el voto, cuando la división es entre 48 meses y comprobamos que el vendedor recibe apenas 10 pesos con 41 centavos por mes. Finalmente, si la división se realiza en base a 1,460 días, que suman los cuatro años de gestión de los elegidos, nos damos cuenta que el infeliz vendedor recibe como pago la irrisoria suma de 34 centavos por día, que no le alcanza ni siquiera para comprar una menta verde por día.
¿Cuánto cobraría un poderoso empresario a cambio de vender su voto? Se puede afirmar que mucho dinero. Suficiente como para que no se le ocurra a ningún candidato o partido proponerle este negocio indecente. Por el contrario, el rico empresario invierte recursos económicos para sustentar la costosa campaña del candidato.
Si partimos de esa premisa tenemos que llegar a la conclusión de que los pobres que venden sus votos lo hacen por un precio vil. En ese sentido, si los compradores de conciencia no se atreven a proponerle este negocio a los rico es porque saben que tendrían que pagar un precio tan alto que con la compra del voto de uno solo de ellos podrían comprar cientos de votos de electores pobres.
Por lo tanto, para un pobre resultaría mucho más beneficioso apostar al triunfo de su candidato que vender por 300 o 500 pesos su voto. No obstante, como se trata de una operación fraudulenta que corrompe el proceso electoral, el pobre votante podría tomar el dinero que le adelante el corruptor de electores y votar por el candidato que le dicte su conciencia. Recordemos que el voto es secreto y ya no es posible utilizar mecanismos que permitan comprobar que el vendedor del voto cumplió con su promesa de sufragar a favor del candidato comprador.
Existen agentes corruptos de los partidos que aprovechándose de la miseria y la falta de conciencia de los electores pobres compran los votos en efectivo el día de las elecciones. En el mismo mercado existen otros que compran los votos con fondos públicos, mediante prácticas clientelistas.
En estos casos, tanto el corrupto que vende el voto como el corruptor que lo compra, cometen diversas violaciones a las normas, tales como: 1) al artículo 208 de la Carta Sustantiva, que consagra la libertad del sufragio; 2) a los artículos 45 y 47 de la Ley Electoral 275-97, que prohíben la utilización de los bienes y fondos públicos; y, 3) al artículo 172 de la Ley Electoral, que se refiere a los crímenes electorales y penaliza la compra de votos.
Para las elecciones del 15 de mayo serán escogidos 4,106 cargos de elección popular, incluido el de Presidente de la República. Estos representantes tendrán en sus manos el destino del pueblo dominicano durante el período constitucional comprendido entre el 16 de agosto del 2016 y el 16 de agosto del 2020. ¿Considera usted, aún así, que su voto vale 500 pesos?