Desde que se avista el título del presente artículo los lectores inmediatamente podrían quedar absortos, pasmados o tocados de alguna dosis de suspenso, en el sentido que su abordamiento da la sensación que se trata de un tema místico, con cierta carga de esoterismo y de lineamiento metafísico.

Y en verdad, que así da pie el presente título, sin antes decir que no asumo arrepentimiento alguno en tratarlo, ya que me encuentro con la dispensa de la época de navidad que nos provoca todo recogimiento espiritual, y pesaje interno de nuestras almas, en razón de que la misma temporada de adviento, caracterizada por la anunciación del nacimiento de Jesucristo, de quien a partir de la hipótesis de su resurrección, desde su misma figura mesiánica, se le ha dado una significación de  conexión con el término del alma, en el sentido de que a partir de su doctrina, se forma parte de la idea de que el ser humano es un hibrido, o sea, parte carne y parte espiritual, referencia que toma mejor forma a partir de Pablo de Tarso, cuando en Corintios 15: 14 escribió; ¨Si Cristo no resucitó, vacía es nuestra predicación, vacía también es nuestra fe¨

A partir de esa concepción y del término alma o ánima, que sostiene  la tradición judío-cristiana (www.significado.com-alma), refiere una entidad inmaterial e invisible que implica  una gracia divina y especial de los seres humanos para diferenciarse del resto de los animales irracionales, lo cual se vincula con el aliento de vida, respiración y ´espíritu´

A partir de esas concepciones, consciente que con su abordaje me estoy divorciando abismalmente de mi línea temática de análisis políticos y electorales, los cuales  ya tienen una etiqueta que forma parte de mi preferencia académica, hoy asumo el presente tema porque con él cumplo con una promesa resultante de una conversación con mi hija Carmen Lina, quien aborda temática de desarrollo personal, en especial, su hipótesis que la felicidad es simple, en su calidad de especialista en Coaching, a quien le prometí abordarlo, y como soporte esencial, refiero que en dicha conversación le expresé que existían doctrinas, que defienden que los componentes del ser humano, resultan ser de la composición; de la materia y el espíritu, y que dicha masa corporal como expresión de vida dispone de un alma que representa la existencia misma de la vida.       

Ahora el abordaje, a pesar de la característica del tema, lo asumo como marco de sustentación a partir de un experimento de forma ¨científica¨ que se le atribuye al médico Duncan MacDougall, quien, había nacido Glasgow, Escocia, en 1866 y mudado a Massachusetts, Estados Unidos, a los 20 años, y se había graduado de la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston. (Por primera vez publicado en julio del 1911  y replicado más tarde en los rotativos Boston Sunday Post y The New York Times, cuando  sorprendieron con la noticia de que un desconocido médico, habría “demostrado” que el alma humana pesaba alrededor de 21 gramos.-tratase del peso de un centímetro cubico de agua o lo mismo, la milésima parte del kilogramo (2.20 libras- (https:Wikipedia/.upload.wikipedia.org. (Tomado el 26 de diciembre del 2020)

Dicho médico, partió de la hipótesis de que el alma humana debería poseer algún rastro físico, pues carecería de sentido que, si algo existe, no pudiera medirse. Ideó un original procedimiento experimental para adentrarse en la cuestión: localizó a seis pacientes desahuciados cuya muerte era inminente. Estos reunían la condición de fallecer agónicamente en sus camas, lo que le permitiría estar presente durante los óbitos-fallecimientos de una persona- y establecer los pertinentes controles.

Su criterio ¨científico¨ consistió en que ya cerca del fallecimiento de la persona, depositaba las camas sobre una báscula de precisión, cuyo margen de error no superaba los 5,6 gramos. Al mismo tiempo, como presumía que el alma era un elemento esencial de la especie humana que no debería estar presente en otras especies, decidió emplear perros como control, a los que previamente hubo de envenenar en razón de que no presentaban la pérdida de peso que si encontró en los humanos, llegando a concluir, según su teoría, que los perros no demostraron tener alma(www.dellapublicaciones.com/catalogo.php-)

Aunque esta teoría recibió torrentes criticas las cuales exponían; confusión ontológica entre física y metafísica, selección de la muestra anecdótica, control de resultados inconsistente. También errores de apreciación médicos inaceptables: en aquellos momentos resultaba complejo determinar con exactitud el momento exacto de la muerte y, además, los perros carecen de glándulas sudoríparas, lo cual podría explicar que no perdieran peso durante la agonía. Sin embargo, como no se ha vuelto a intentar replicar sus resultados, la teoría de los 21 gramos, como supuesto peso del alma, aún está latente en la percepción colectiva. Tan arraigada ha quedado este postulado del médico en cuestión, en la cultura popular, que ha formado parte de varias producciones cinematográficas de éxito, como la dirigida por el oscarizado Alejandro González Iñarritu.

Finalizando el presente tema, un poco metálico, y por lo tanto, asumiendo esta hipótesis aun no derrumbada totalmente como postulado temático de esta entrega, al tiempo de dedicarle este presente opúsculo a mi hija Carmen Lina, en su condición de Coach, a quien le he oído decir en su conferencia que a quien le pesa el alma por grandes cargas emotivas, que jamás piense que podrá encontrar la felicidad. La idealización de la existencia del alma, según hemos visto tomó la idea algo medible a partir de estos experimentos. Ahora, lo que si se afirma en el diario vivir, es decir; fulano tiene un alma negra, le pesa el alma, hay almas gemelas, fulano no tiene alma,  por lo tanto, asumiendo mi propia teoría de que el peso exacto del alma no tiene que ver con la masa corporal, sino a partir de la carga de remordimientos que se hayan podido anidarse o desarrollarse a partir de la forma de vivir de cada ser humano dueño de una alma, creamos que esta tiene un peso de 21 gramos, cuidemos nuestros actos para que en nosotros, sí que nos la pesan, que en dicho peso también no pueda estar incluida nuestra conciencia, la cual pudiera ser que esa cantidad de carga nociva, que se forma con el peso  de nuestros propios remordimiento, la cual, según mi criterio axiológico, se ha hace depender nuestras acciones cuando actuamos lleno de egoísmo, vanidad, desenfreno y sobre todo la avaricia.