Dicen algunos políticos de México que la corrupción es cultural, que es un fenómeno natural y arraigo en la psiquis y en la sangre del pueblo mexicano. Que no hay que escandalizarnos ni sobresaltarnos por el “normal y típico” hecho de que los políticos, senadores, diputados y funcionarios del país roben  y aprovechen sus seis años para llenarse sus bolsillos de las arcas del país. Porque la corrupción en México es algo normal. Los conflictos de interés se han convertido en una práctica constante, reiterada y consuetudinaria de hacer política en México. El que no le entra no entra. El que no tranza no avanza. El que no roba no crece. El que no aprende las enviciadas y adulteradas mañas de hacer política por medio de favores y exprimiendo el Estado, nunca llega a ser político en este país. Porque el Estado en México es percibido por su clase política como unas enormes, gordas y robustecidas ubres de vaca. Ubres llenas de leche que esperan la oportunidad ser exprimidas, ubres de vaca que ansían ser poseídas por añejos dinosaurios políticos que desean atocinarse y enriquecerse del erario público, ubres de vaca que son usadas y maltratadas por los politiqueros que aprovechan el màs mínimo chance  para hacerse màs ricos.  Que un funcionario público viaje en helicóptero para evitar el tráfico y llegar  a tiempo a sus compromisos es normal, que un funcionario compre varios corros del año para sus familiares y allegados es normal, que un funcionario se vaya de compras a las tiendas de diseñador màs exclusivas de Berverly Hills es normal. Es normal que en México los patrimonios de políticos crezcan al  cien por ciento en seis años, es normal que tengan casas blancas  y propiedades en otros países. Aquí la corrupción es normal, es algo natural que viene integrado en el ADN de los mexicanos. Al menos eso no lo digo yo,  así lo afirman algunos de sus principales dirigentes a la hora de explicar las causas de la corrupción en México.

Así de sencillo es de explicarlo, es mucho más fácil echarle la culpa a la sangre y  a la cultura del pueblo, que decir que tenemos corrupción porque nuestros políticos y dirigentes son corruptos.  Que hay corrupción porque no existe un gobierno abierto, porque no tenemos una real democracia, porque la Secretaría de la Función Pública y la Comisión Anticorrupción no hacen responsablemente la tarea que se le ha encomendado. Que hay corrupción porque no existen en México pesos y contrapesos, porque hay censura, porque hay violaciones de derechos humanos, porque hay represión…es mucho màs fácil decir que la corrupción es una enfermedad  de nacimiento que ya debemos de aprender  a vivir con ella, que decir que hay corrupción porque hay clases y elites políticas que la alimentan y la nutren para que siga viviendo como parásito en el interior de nuestro organismo.

Según la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), México es el país más corrupto dentro de la organización.  México ocupa el lugar 34 de los 34, convirtiéndolo en el país donde màs se filtran, roban y  malversan fondos y recursos. Estudios e informes internacionales sobre corrupción demuestran que México, cuando no es el màs corrupto está el top de los màs resabiados. Según el Índice de Percepción de la Corrupción 2014 realizado por Transparencia Internacional, México obtuvo la calificación de 35 sobre 100 puntos, posicionándose en el lugar 103 como uno de los países màs corruptos del mundo.

En México existe una grave crisis institucional y de gobernabilidad. La administración pública y el buen gobierno no son concebidos fuera de las tácticas contaminadas de la corrupción. Existe realmente todo un sistema institucional maleado por mordidas, movido por palancas y encabezados por botellas que hace a México el país corrupto que es. Es normal que la policía te pare y te acuse de ir en exceso de velocidad cuando  apenas vas a 60 kilómetros por hora, porque lo que se busca no es llevarte al “bote”, sino que les des una buena mordida para dejarte ir. O es normal que le den una licitación pública a la constructora del cuñado del político, o que te pidan una ayuda para agilizar algún procedimiento que estés realizando. Porque en México “por la plata baila el mono y si no tranzas no avanzas”. Y toda esta telaraña de corrupción ha generado; violaciones de derechos humanos,  falta de acceso a la justicia de manera eficaz y pronta,   pobreza en la procuración de justicia y  reiterados conflictos de intereses que se han convertido en constantes en la administración pública del país. Y todo esto es lo que convierte a México en un país ausente, ausente de justicia, de legalidad, de trasparencia y de democracia. Condenando a miles de ciudadanos a vivir bajo el  rasgado velo de la corrupción y la impunidad. Según el Índice Global de Impunidad elaborado por la Universidad de las Américas Puebla y el Consejo de Seguridad y Justicia de Puebla, México es el segundo país màs impune del mundo, siendo sólo superado por Filipinas.

Según datos del Banco Mundial la corrupción es cara para el país, le cuesta a México el 9% de su PIB. La corrupción es la que alimenta la mano que mece la cuna, la que alimenta el sistema de favores, la que nutre los conflictos de interés, la que se mueve debajo de las bambalinas,  la que construye casas blancas y nombra a amigos en instituciones. 9% que podría ir destinado a mejorar la educación, a propiciar el desarrollo económico, a sacar de la pobreza a los 53 millones de mexicanos que se encuentran en ella según el CONEVAL o simplemente destinarlo para reducir la brecha social y acabar con la insoldable desigualdad que impera en el país.

La corrupción es percibida en México como un real mecanismo de supervivencia. El que no está dispuesto a ser corrupto  está en una posición vulnerable dentro del sistema político mexicano.  Es la única manera en que el desarrollo y el crecimiento pueden ser alcanzados. Estamos hablando que la corrupción no es un mal asilado, sino que se ha institucionalizado.  Por eso si quieres llegar a ser, debes estar dispuesto en dejar brincar la fila, el pagar por debajo de la mesa, en dar  y pagar favores, en conseguir palancas etc. Cuando comparto con colegas y  amigos sobre el mal que le hace la corrupción al país, en su mayoría me responden que la corrupción siempre ha existido (tratando de justificarla) y me tildan de idealista por creer que algún día dejará de existir. Y es aquí donde nos encontramos con el real problema. Nuestra verdadera enfermedad es que hemos normalizado y naturalizado la corrupción. Y cuando vemos las hemorragias como normales y naturales, nos convertimos en seres ensangrentados que no somos capaces de brindar remedios adecuados, porque nos hemos convertido también en parte del mal que enfermiza nuestro país.

Y hasta que no comprendamos nuestro rol como ciudadanos y ciudadanas de este país, seguiremos siendo ubres  chupadas, absorbidas y exprimidas por los politiqueros incapaces e incompetentes que buscan hacerse ricos de las costillas del pueblo.