El pasado tres de agosto falleció Valentín Moreno, mi abuelo materno. Él no era el clásico abuelo (apoyador hasta lo incansable) ¡Todo lo contrario! "Guelo" -como mis hermanas y yo le llamábamos desde pequeñas- era un hombre recto.  Mantenía vivas en cada idea, en cada respiro y en cada paso las enseñanzas de sus padres y abuelos. Y cuando le llegó el momento de formar su familia "guelo" se propuso transmitir todos esos preceptos a sus descendientes, y eso, por supuesto, incluía a sus nietos.

Yo tuve el honor y el privilegio de ser su nieta mayor, por lo que gocé exclusividad durante algunos años. En ellos lo fui todo para mi abuelo. Pocos años después llegó mi hermana Wendoly, y ahora, aunque ya no gozaba exclusividad, no me quejaba porque las aventuras eran muchos más divertidas ya que las hacíamos en equipo.

Mi hermanita y yo pasábamos en casa de mi abuelo casi todas las vacaciones de verano: ¡Que años tan felices!  Vivíamos correteando en  compañía de mis tíos (que para ese entonces eran poco menos que adolescentes) y de los hijos de crianza que nunca faltaron en casa de mi abuelo.  La felicidad era obvia, pero la disciplina nunca faltaba. Mi abuelo llegaba de trabajar a las 5 de la tarde y ¡Ay de nosotros si no estábamos bañados y cambiados cuando él llegara!

Además, cuando "guelo" entraba, después de besarle la mano, ya mi abuela Gena nos tenía entrenadas: Debíamos correr por sus chanclas, quitarle los zapatos y ponérselas.  Pero tal devoción tenía su recompensa: al comer "guelo" siempre nos dejaba un "bocado" y como postre nos traía uno que otro dulce, pero no muchos porque según él los niños no debían comer golosinas de noche.

También era un celoso guardían de nuestra indumentaria, del territorio espacial en el que nos movíamos y de nuestro vocabulario: Repito ¡Ay de nosotras si no vestíamos como las niñas que éramos, si nos movíamos más allá de la galería, el frente de la casa o el patio, y si osábamos pronunciar alguna palabra obscena.

Tampoco estaba permitido pelear con los amiguitos y mucho menos entre nosotros, porque mi abuelo era un "enfermo" del respeto familiar y según él NUNCA un hermano menor debía desobedecer a uno mayor, ni el mayor cometer abuso con el menor-tanto así que a sus 70 años, y ya enfermo, mi abuelo se apareció en casa de una de sus hermanas menores con una correa en mano a darle una pela porque estaba peleada con otra hermana-.

Sí, así también pagábamos nosotros cualquier desacato a las reglas que "guelo" nos enseñaba: Él buscaba la correa, nos daba un correazo y nos hincaba en la galería. Ese era el peor de los exilios porque de esa manera además de estar sometidos a la vergüenza de que los vecinos nos vieran, también sufríamos la mortificación de ver jugar a los demás mientras cumplíamos nuestro odioso castigo por malcriados o desobedientes.

En ese momento yo no entendía por qué "guelo" ponía tanto empeño en este tipo de cosas pero ya luego cuando crecí entendí muchas cosas. Comprendí que para Valentín la familia siempre fue lo más importante y que era de las personas que creen que una  buena crianza se traduce en una mejor familia, un mejor vecindario y un mejor país. Por eso dedicó tantos años de su vida a criar hijos, sobrinos, nietos, vecinos y cualquiera que necesitara un hogar ¡Esta era su forma de aportar!

Cuando maduré  quise que mi abuelo recogiera parte de los frutos de su cosecha. Procuré que se sintiera orgulloso de su nieta mayor, que sintiera mis triunfos como los suyos porque en realidad lo eran,  por eso en los grandes momentos de mi vida mi abuelo me acompañó: el día que me gradué Magna Cum Laude de periodismo, cuando me entregaron el premio Regional Novo Nordisk de periodismo de salud,  en la celebración de la obtención del Premio Epifanio Lantigua y cuando partí a España a realizar mi máster. Yo valoraba mucho su compañía porque en estos últimos acontecimientos ya "guelo" estaba enfermo pero siempre que a su nieta mayor se le antojaba que él la acompañara en algo él  siempre estuvo ahí para mí.

Además, cada viernes –siempre que la energía eléctrica se lo permitía-  prendía la televisión, ponía el canal 2, Teleantillas, y observaba mi participación en Voces Nuevas de Uno + Uno y le decía a sus demás nietos, es decir mis primitos: ¡Miren a su prima donde está!

Afortunada y desafortunadamente yo también estuve con él, inclusive en el lecho de su muerte. Vi como mi abuelito se consumía, vi como luchaba con la muerte y vi como ya no pudo más y se rindió.

Mi abuelo se fue y su partida deja en mi un vacio que no sé cómo llenar. Habrá más ocasiones especiales en mi vida y él simplemente no estará ahí. Pensar eso me provoca un dolor grande y hondo nunca antes experimentado.

Sólo me reconforta que en su paso por este mundo "guelo" dio todo lo que tenía que dar, por eso sé que puede marcharse en paz porque fue el mejor de los padres, el preferido de los tíos y un abuelo inigualable, que supo combinar en la dosis perfecta rectitud, sabiduría y mucho cariño. 

Descansa en paz abuelito mientras en esta tierra se sigue esparciendo los buenos frutos de tu cosecha.