Como fichas de dominó en hilera están cayendo poderosos de todos los ámbitos de la vida pública. Caen por abusar del poder; caen porque ya han caído otros poderosos y no hay poder que impida su caída. Caen porque sus víctimas finalmente se sienten empoderadas para hacer caer a los que acosan y abusan.

Caen candidatos, caen legisladores, caen funcionarios, caen ministros, caen ejecutivos de empresas, caen dirigentes sindicalistas, caen billonarios. Caen directores y productores; caen editores y caen periodistas; caen actores y caen fotógrafos; y caen profesores y entrenadores. Caen sacerdotes y caen pastores, y hasta magos caen en cadena.

Cada día nuevos abusadores caen de sus posiciones de poder y privilegio, porque no controlan sus impulsos, creyendo que el poder blinda. Y caen con más fuerza los que tratan de coartar a sus víctimas para que no denuncien. Caen acosadores sin necesidad de tribunales, ni jurados, ni fiscales, pues caen por las fuerzas del mercado que castiga sin contemplaciones y con celeridad digital. Siguen expuestos a las acciones de la justicia humana (si no ha prescrito el crimen) y la divina (siempre), pero ya como mortales sin la armadura de su posición de prestigio y el poder para seguir abusando.

Todavía este fenómeno, recién (octubre 2017)  detonado como reacción en cadena a partir de sendos artículos en el diario, The New York Times, y la revista, The New Yorker,  sobre los abusos de Harvey Weinstein durante tres décadas, está circunscrito a ciertas latitudes; pero debemos entender que las revoluciones duraderas siempre han iniciado precisamente en esos lugares. Caen en Hollywood (hasta Woody Allen está tambaleando), caen en Nueva York, caen en Washington. Caen en Alabama y caen en Michigan. Caen en el Reino Unido, y caen en Europa occidental. Han caído en Canadá, Alemania, Israel, Italia, Suecia y Noruega. En China el gobierno intenta censurar las denuncias; en la India la sociedad de castas trata de sofocar la revuelta contra los acosadores. En Corea del Norte seguro que aún no ha llegado la noticia. La abolición de la esclavitud también fue todo un proceso, cuando no existían los medios de comunicación actuales. Pero cada día se extiende en cadena la caída de los poderosos que abusan de su posición, dificultando poder evitar la caída a los que siguen abusando, si siguen soñando que están fuera del alcance por habitar en las quimbambas o en las alturas. Seguirán cayendo abusadores, cada día más cerca de nosotros.

Yo también proclamo, parafraseando al inmortal Antonio Machado:

¡Qué difícil es

cuando todos alrededor caen

no caer también!

Lecturas:

  ‘Yo también’ y la revolución de las mujeres https://elpais.com/internacional/2017/12/23/actualidad/1514057371_076739.html

https://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/el-me-too-de-las-mujeres-en-china-que-el-gobierno-quiere-censurar-articulo-735357

https://es.globalvoices.org/2017/11/15/en-india-desigualdades-de-clase-y-genero-dificultan-que-victimas-de-acoso-sexual-obtengan-justicia/