Si hubiésemos podido contener localmente el contagio (en sus inicios, en Wuhan) hubiese sido relativamente simple acabar con el virus. El problema es que, según estudios realizados sobre la marcha, este había escapado las barreras de dicha ciudad mucho antes de lo que se pensó. Desde el momento en que libremente estuvo – mayormente asintomático – recorriendo el mundo, ya era imposible contener y controlar.

Eliminada esa posibilidad, solo nos queda mitigar la velocidad de contagio del virus con medidas radicales. Cerrar fronteras, coartar derechos. La antesala de la cuarentena que actualmente vivimos en nuestro país es, aunque tarde, parte de las soluciones.

Ahora bien, ¿cómo termina todo? La respuesta ideal sería “de manera inesperada y pronto”, pero ninguna de las dos sucederá. La solución requiere de varias cosas.

Una vacuna efectiva

La vacuna será la solución inmediata que tanto añoramos. Desde el momento que cualquiera de las variables que actualmente están en camino pueda ser comercializada, ese día podremos darle una estocada en el corazón al virus. El problema es que, bajo los estándares mas conservadores, aparentaríamos estar a mínimo 10 meses de que esto ocurra.

Durante este largo tiempo de espera, millones serán contagiados por el virus y, lamentablemente, las estadísticas seguirán confirmando lo que ya hace semanas hemos visto. Muchos morirán, mayormente por deficientes servicios de salud y respuesta de los gobernantes.

Aquí el pueblo asume un rol importante pues no se puede esperar que el gobierno tome las medidas y, además, obligue a cumplirlas. Es labor estatal traspasar la seriedad de estas, que el pueblo entienda que no es “una gripe” y que hay que cuidarse. Que los niños sí son afectados, a veces de gravedad, y que los adultos jóvenes no están exentos de pasar un muy mal rato y, aunque en mucha menor proporción, también perder la vida.

Debemos quedarnos en casa. Los empleadores debemos ser conscientes y entender que hay que guardar distancia, que nuestros empleados no son máquinas y, aunque parezca imposible, debemos cerrar nuestras puertas.

Inmunidad comunitaria

Con el paso de los días, más y más personas se van a infectar, y muchas de ellas, eventualmente, volverán a disfrutar de su salud, creando inmunidad. Esto le corta las vías de acceso al virus pues, al ir perdieron posibles huéspedes, el camino entre una y otra persona se hace más largo, y con el tiempo, el virus comienza a perder fuerza. Igual muchas personas morirán, bajo las mismas circunstancias ya expuestas.

Además, se han visto también comportamientos más agresivos entre las distintas variables del mismo virus. Hay que entender que siempre que el virus se acopla a una célula, se copia y luego repite, nacen pequeñas variaciones en su material genético que, de una forma u otra, hasta ayudan a ver el camino que ha recorrido hasta ese momento. Una de estas variables más notables es la excesiva agresividad en el ataque, llevando al límite los cuerpos más preparados para la infección, y muchas veces terminando por aniquilar a su huésped.

Este comportamiento es contraproducente para todo virus ya que, en el mundo ideal de éste, su huésped se mantiene vivo, infectado y contagioso el mayor tiempo posible, jamás llevándolo a la muerte que, casi siempre, se traduce en la muerte de la carga viral en dicho cuerpo. Digamos que, para el virus, hacer esto es ser kamikaze.

Manejo de los medios digitales

Estamos sobreexpuestos a las malas noticias. Si algo ha demostrado lo terrible de las redes sociales y mensajería instantánea es todo este desastre. Tenemos días, semanas viviendo con un terror increíble, destilando odio y desesperación. Estamos tensos, no podemos dormir y cuando lo hacemos, tenemos pesadillas.

La cuarentena en sí es una gran carga emocional. Estamos lejos de parte de nuestros seres queridos. Nos sentimos acorraladados y sin esperanza. Tenemos miedo de salir, y debemos tenerlo. Si a este “caldo de cultivo” le agregamos la histeria y el pánico, los niveles de pensamientos depresivos aumentarán exponencialmente y, con ellos, muchos serán afectados por esa condición de manera crónica.

La economía iba en picada por la corrupción y el gasto desmesurado. Ahora, sumando esta crisis mundial, emocionalmente nos vamos a ver aplastados por las precariedades económicas. Incluso los que tengan sus ahorros serán afectados.

Hagamos un esfuerzo de compartir solo información verificada, que sea necesaria para entender y que no se base en el miedo.

Pero, además, busquemos las buenas noticias. Igual como compartimos decenas de noticias incómodas, hagamos lo propio y busquemos con energía esas que nos ayudaran a subir el espíritu. Lo necesitamos. Debemos promover “el bien” con mucha fuerza para crear inmunidad a la desesperación.

¿Y mientras tanto?

En lo que estas dos cosas ocurren, nos esperan meses de angustia. Nuestro sistema de salud, famoso por su debilidad, y nuestras autoridades, aparentemente asesoradas por niños de primaria, serán el foco de atención cada segundo de cada día.

Nosotros, la sociedad civil, estamos obligados a respetar todo lo que la autoridad, luego de seguir el curso de legalidad establecido en la ley, disponga. La cuarentena, que ahora mismo es prácticamente potestativa, debe ser tomada con una seriedad inmensa. Debemos recordarle al empresariado que la cuarentena no es para cuidar al individuo, sino a la sociedad en la que todos convivimos. Así como si una persona de la casa se mantiene exponiéndose en las calles, vulnera la cuarentena del resto de personas con las que vive, así mismo (en nivel macro) vulnera la cuarentena nacional el empleador, particular o grupo que mantenga exponiéndose.

Las próximas semanas serán peores. Tendremos picos de infección que aumentarán considerablemente los casos, y con ello, los que necesiten atención médica, algunos internamientos, otros, cuidados intensivos y respiradores artificiales. Probablemente muchas muertes, directa o indirectamente vinculadas al virus. Esto no va a durar 15, 25 o 30 días. Tenemos meses de adversidad y nos afectaran a todos, de manera muy personal, según nuestras circunstancias.

Mantengamos la calma. Seamos optimistas. Busquemos de lo que nos permita sobrevivir emocionalmente y ejercitemos nuestra paciencia. Aprendamos de nuestros errores, dejemos el odio, la sobreexposición a los medios, las malas noticias. Cuidemos nuestra cabeza, nuestros corazones. Es un maratón para el que no hemos entrenado, estamos fuera de forma y muchos jamás hemos corrido más de 100 metros. Pero hay que terminarlo.