La calificación de “catastrófica” de la enfermedad del cáncer pareciera a resultas de sus efectos inmediatos y a corto, mediano y largo plazos, que casi acogotan al que la padece, a sus familiares cercanos y a todo su entorno humano y económico.

Obliga al afectado y a familiares inmediatos solidarios a focalizarse en la nueva situación impuesta, presiona los hábitos de todos  e impone reprogramar la agenda de vida diaria, que eventualmente incluye la laboral.

En paralelo con el cáncer se sitúa el alto costo de las medidas, servicios y aplicaciones de sanación, que suelen trazar el derrotero y conducir a la muerte a personas que eventualmente se habrían salvado de contar con los recursos.

Cuando me cotizaron  el tratamiento quimioterapéutico en 250 mil pesos quincenales durante 6 meses, para un total de 3 millones de pesos, me dije que ciertamente era una enfermedad de índole catastrófica.

Dios mediante, la Secretaría de Salud amplió y reactivó un programa de asistencia para estos casos catastróficos. Nuestras diligencias están suficientemente adelantadas

El alivio económico inicial radica en el seguro de salud, que tiene pautado un millón de pesos para confrontar el cáncer, pero que se reducen a 800 mil pesos porque el asegurado tiene que aportar un 20 % de los gastos de la cobertura.

¿Y de dónde un profesor, escritor y periodista –no pidilón- va a sacar los restantes 2 millones, 800 mil pesos?

Los cuartos están hechos y sólo hay que buscarlos, me dije, como suelen decirse las personas ante retos iguales o parecidos. Y  sino el dinero, los medicamentos.

Dios mediante, la Secretaría de Salud amplió y reactivó un programa de asistencia para estos casos catastróficos. Nuestras diligencias están suficientemente adelantadas, aunque, como es lógico, no incluye los costos de honorarios ni otros colaterales que le quitan el sueño a cualquier mortal.

Como no está en mis rasgos temperamentales solicitar aportes económicos –“pedir”, le llaman algunos- lo primero que hice fue vender uno de mis dos vehículos –ya se lo tragó-; y luego pasé a ofertar mis servicios de asesoría en comunicación, y también los de escritor profesional en procura de un contrato para elaborar algún libro institucional o personal.

Dios mediante, estamos empeñados, con cierto tesón, en esta tarea y confío en que lo lograremos.

…Y que venceremos al carajo ese, el cáncer.