El sábado 26 de septiembre publiqué la columna sabatina Del Diario Vivir sobre los boches de los sacerdotes Rodríguez al gobierno actual atribuyéndole responsabilidades por la corrupción, el clientelismo, la falta de seguridad, el desempleo y otros males, y justo dos días después, el lunes 28, me diagnosticaron cáncer del Colon en el curso de una experticia denominada Colonoscopia -a la que los médicos y pacientes dominicanos  le ponen acento en la i-.

Desde meses atrás padecía los efectos de eventos de parásitos intestinales y los de una alergia a los productos lácteos, por cuanto había perdido unas 10 libras de las oscilantes 141-144 que solía pesar desde unos cinco años atrás, luego de haber reducido expresamente las oscilantes 148-150 libras habituales.

Desde décadas atrás he llevado una dieta moderada y equilibrada, con la sobre presencia de frutas, más que de vegetales –aunque de mi preferencia también-, y he sabido disfrutar de la vida, con uno que otro tinte bohemio -¿acaso heredado culturalmente de mi papá, enamorado eterno de la vida bohemia?- cual contrapartida al duro oficio de escribir y a otras tareas laborales habituales; y como me he ejercitado habitualmente, incluida caminata de unos 40 minutos luego de almorzar, la posibilidad de un cáncer estaba aproximadamente a un año luz en mi mente.

Fue en la sala de mi casa, rodeado de mis tres hijos y de mi esposa, que me lo comunicó la cirujana que luego habría de operarme en compañía de un urólogo –quien descubrió y extrajo un segundo tumor cancerígeno de la vejiga-.

Al ver las caras expectantes de todos en espera de mi reacción tuve a bien exclamar:

-¡Ah, pero este cáncer no sabe con quién es que se ha metido! ¿Qué es lo que hay que hacer desde ahora?

Sencillamente, el primer paso era rehabilitarme físicamente para operarme. A estas alturas, por los purgantes y las impuestas limitaciones en el comer, había perdido unas 20 libras.

En esos y otros momentos me vino a la mente, y que he comentado mucho, que mi mamá decía que yo era de naturaleza muy fuerte porque desde pequeño me habían dado todas las enfermedades infantiles comunes aquí y las que llegaban al país, y que yo había soportado todos los rigores con estoicimos increíble, salvo una vez que me dieron 14 puntos al coserme en frío en la pierta derecha, inmediatamente encima del pie.

Los avatares desde antes de la operación de poco más de 5 horas me han cambiado el decurso de la vida, pero de ninguna manera mis rasgos temperamentales por lo que sigo confrontándolo todo cual hombre sano, con mi misma estructura síquica y mantengo mi cotidianidad en lo esencial, a punto tal que el 30 de noviembre puse en circulación mi libro Eran una Sola Sombra Larga, en el Museo de la Resistencia Dominicana, ante un público de más de 100 personas que desafiaron un día de aguacero hasta una hora antes del acto.

Pido excusa a los lectores y a todos mis ex alumnos, escritores amigos y muchos otros por no haberles informado previamente; silencio cónsono con la directriz de la médico cirujana, casi familia mía, que me advirtió que si anunciaba la operación de cáncer a la clínica acudiría tanta gente como para convertirse en un factor de presión para ella y otros médicos.

-Publícalo luego de los 40 días.

Y precisamente hoy se cumplen 48 días de la operación. (Continuará).