Por mucho que lo neguemos o nos resistamos a admitirlo, la política dominicana se parece mucho a la trifulca que Celia Cruz describió una vez sin aclarar al final la razón que la provocó. Porque si bien fue reiterativa  al decir que “Songo le dio a Borondongo” la copla quedó sin definir, terminando con un “ Eh que lío”, que dejaba perplejo a todo aquel que la escuchaba.

Así  pues en nuestro creativo quehacer político partidario, cada día se da ese viejo cuento una vez que se supo incuestionablemente que Songo le dio a Borondongo, porque al igual que la canción este se desquitó con Bernabé, el que a su vez le pegó a Muchilanga, quien no tonto “le echó a Burundanga” , hinchándose los pies. Y como la difunta Celia menciona a una tal Monina, sin decir quién es, aquí entre nosotros encontrarla podría ayudarnos a descifrar el enigma de por qué Songo le dio a Borondongo, iniciándose así el  pleito de nunca acabar.

Lío que hoy traba en el Congreso la aprobación de un proyecto de ley para regular las actividades de los partidos políticos, que en el fondo ninguno de ellos quiere, no importa cuanto lo elogien, y un proyecto de importancia igual, para dotar a la débil e irrespetada Junta Central Electoral de la autoridad necesaria para adecentar y transparentar los procesos electorales. Ambas leyes necesarias  frente al enorme y costoso desafío que representan las elecciones municipales y las que dos meses después, en el 2020, se abrirán para escoger a todos los miembros del Congreso y los representantes del Poder Ejecutivo, con una probable segunda ronda de votación  semanas después  si en la primera no se define quién sería el Presidente.

De modo que al igual que a Celia Cruz, al final todavía no sabemos, aunque sí lo presumimos, “¿por qué fue que Songo le dio a Borondongo?”  Si bien podríamos decir que a causa de ello, como termina la canción, “qué lío”.