Con mucha frecuencia las mujeres que viven violencia en su relación de pareja tienen la expectativa catastrófica de que cuando le cuenten a alguien lo que están viviendo, todo lo que ocurrirá en su vida será malo.
Ellas ocultan la tragedia que viven a sus familiares y amigas, así como a la familia de su pareja. La vergüenza que sienten por lo que viven en la idea falsa de que sólo ellas lo viven y que son culpables por ello, así como el miedo de que la relación termine o a la reacción violenta de su agresor, les hace callar y sufrir cada día todas las formas en que se manifiesta la violencia marital. En silencio soportan humillaciones, ofensas, amenazas, infidelidades, indiferencias, violaciones sexuales y hasta violencia física. La codependencia emocional que suele sostener estas relaciones las hace ir y venir entre sentimientos de querer y no salir, sin la fuerza de voluntad y apoyo suficiente para reconocerse a ella misma y confrontar a su agresor. Por supuesto que cada caso es único y las individualidades, intensidad de la violencia y características del contexto hacen la diferencia, pero me gusta compartir las experiencias diferentes de algunas mujeres para animar a otras a romper el silencio y dar paso a una nueva forma de vida.
Con más frecuencia de la que pudieran imaginar recibo mujeres que una vez acompañadas y decididas a entender lo que está pasando con sus vidas, descubren que sus expectativas estaban por encima de lo que en la realidad ocurrió, una vez que se motivaron a decir a alguien con capacidad para hacer algo, lo que pasaba en la intimidad de su hogar.
Hace unos días una joven que asiste al consultorio, frente a la última crisis de su agresor habló con los padres de él y la respuesta recibida fue muy asertiva y sorpresiva para ella. Ellos la escucharon, la entendieron y le dieron total apoyo. A su hijo lo guiaron a ayuda profesional y le aseguraron a ella mantenerse en la vivienda matrimonial junto a su hijo de tres años.
Otra paciente preocupada por lo que pasaría económicamente con su vida luego de decir la violencia que vivía, me reporta que finalmente el negocio personal que había iniciado arrancó y logró iniciar sus estudios.
Hay una frase coloquial que les digo con frecuencia a mis pacientes “cuando quitamos los tapones emocionales, se disparan todos los demás”. Es que el mundo emocional es tan poderoso que arrastra consigo los demás aspectos de la vida. Las pacientes se asombran cómo de repente, aquello que esperaron por meses o años ocurre luego de tomar una decisión en el mundo emocional. La oportunidad que esperaban, el trabajo que ansiaban o el proyecto soñado.
Los seres humanos somos integrales y la vida siempre guarda regalos y bendiciones cuando las mujeres apuestan a ellas mismas y se defienden del maltrato, pues contrario a lo que muchas veces en esta cultura se les enseña, el amor no duele, no mata y no hay que inmolarse ni perderse de sí misma para mantener una relación.