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El futurismo en Santo Domingo
Ya hemos comentado por esta misma columna que en aquel Santo Domingo gobernado reciamente por Ramón Cáceres (1886-1911), en la revista La Cuna de América la de mayor circulación, el 6 de agosto, completo y con introducción de Enrique Gómez Carrillo (1873-1927), y suponemos que en los periódicos de la época a los que no hemos tenido acceso, se publicó el Manifiesto del futurismo de Filippo Tomasso Marinetti (1876-1944), días antes de los seis meses después de su proclama universal en Le Figaro, el periódico de París, que ocurrió el 20 de febrero de 1909. La forma en que se comentó en ese momento por personalidades como Federico García Godoy (1857-1924), que incluso alardeó un año después de su amistad con el fundador del movimiento que le envió su novela Mafarka futurista; sin embargo, de lo que no hablé, ni en mi último libro sobre el modernismo (Modernismo y criollismo en el siglo XIX, la turba letrada y los mitos literarios, Universidad Intec, febrero 2018), ni en mis artículos regulares fue la forma cómo el coloso del modernismo, Rubén Darío (1867-1916) reaccionó frente a este nuevo estallido de modernidad verdadera.
Cuando un monstruo cultural como Darío ve aparecer lo nuevo, su actitud es sumamente importante y podremos ver si avizora el final de su reinado o el inicio de uno nuevo.
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La reacción de Rubén frente a Marinetti y el futurismo
En 1909 Darío estaba en la cúspide de su fama y su gloria de Modernista, aunque, los de Suecia se hicieron los “suecos” con él y otros genios de su época, y no le dieron el Nobel. Estaba en París accidentalmente cuando apareció el Manifiesto, su reacción ocurrió a los pocos días, pero se conoció en nuestro continente a través de sus colaboraciones en La Nación de Buenos Aires el 5 de abril de ese año.
De modo que estamos ante un documento que iba dirigido “a los suyos”, que por esos años fundaron aquí el grupo Los Nuevos, al que perteneciera Vigil Díaz (1880-1961), que aglutinó a sus fervorosos seguidores para seguir proyectando el modernismo que para ellos era “lo nuevo”.
En resumen esto fue lo que dijo el Emperador cuando vio asomar al Rei del vanguardismo.
Filippo Tomasso Marinetti
“Marinetti es un poeta italiano de lengua francesa. Es un buen poeta, un notable poeta. La “élite” intelectual universal le conoce. Sé que personalmente es un gentil mozo y es mundano. Publica en Milán una revista políglota y lírica, lujosamente presentada, Poesía. Sus poemas han sido alabados por los mejores poetas líricos de Francia. Su obra principal hasta ahora: Le roi Bombance, rabelesiana, pomposamente cómica, trágicamente burlesca, exuberante, obtuvo un éxito merecido, al publicarse, y seguramente lo obtendrá cuando se represente en L’Oeuvre de París bajo la dirección del muy conocido actor Lugne-Poe. Su libro contra d’Annunzio es tan bien hecho y tan mal intencionado que el Imaginífico –¿la pluma en el sombrero, Lugones?– debe estar satisfecho del satírico homenaje,”
“Los poemas de Marinetti son violentos, sonoros y desabridados. He ahí el efecto de la fuga italiana en un órgano francés. Y es curioso observar que aquel que más se le parece es el flamenco Verhaeren. Pero el hablaros ahora de Marinetti es con motivo de una encuesta que hoy hace, a propósito de una nueva escuela literaria que ha fundado, o cuyos principios ha proclamado con todos los clarines de su fuerte verbo. Esta escuela se llama El Futurismo.
Solamente que el Futurismo estaba ya fundado por el gran mallorquín Gabriel Alomar. Ya he hablado de esto en Dilucidaciones, que encabezan mi Canto errante.
¿Conocía Marinetti el folleto en catalán en que expresa sus pensamientos de futurista Alomar? Creo que no, y que no se trata sino de una coincidencia. En todo caso, hay que reconocer la prioridad de la palabra, ya que no de toda la doctrina.
¿Cuál es ésta? Vamos a verlo.
1. “Queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la
temeridad.”
En la primera proposición paréceme que el futurismo se convierte en pasadismo. ¿No está todo en Homero?
2. “Los elementos esenciales de nuestra poesía serán el valor, la audacia y la rebeldía.”
¿No está todo eso ya en el ciclo clásico?
3. “Habiendo hasta ahora magnificado la literatura, la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño, queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febriciente, el paso gimnástico, el salto peligroso, la bofetada y el puñetazo.”
Creo que muchas cosas de esas están ya en el mismo Homero, y que Píndaro es un excelente poeta de los deportes.
4. “Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carrera, con su cofre adornado de gruesos tubos semejantes a serpientes de aliento explosivo… un automóvil rugiente, que parece que corre sobre metrallas, es más bello que la Victoria de Samotracia.”
No comprendo la comparación. ¿Qué es más bello, una mujer desnuda o la tempestad? ¿Un lirio o un cañonazo? ¿Habrá que releer, como decía Mendès, el prefacio de Cromwell?
5. “Queremos cantar al hombre que tiene el volante, cuyo bello ideal traspasa la Tierra lanzada ella misma sobre el circuito de su órbita.”
Si no en la forma moderna de comprensión, siempre se podría volver a la antigüedad en busca de Belerofontes o Mercurios.
6. “Es preciso que el poeta se gaste con calor, brillo y prodigalidad, para aumentar el brillo entusiasta de los elementos primordiales.”
Plausible. Desde luego es ello un impulso de juventud y de conciencia, de vigor propio.
7. “No hay belleza sino en la lucha. No hay obra maestra sin un carácter agresivo. La poesía debe ser un asalto violento contra las fuerzas desconocidas, para imponerles la soberanía del hombre.”
¿Apolo y Anfión inferiores a Herakles? Las fuerzas desconocidas no se doman con la violencia. Y, en todo caso, para el Poeta, no hay fuerzas desconocidas.
8. “Estamos sobre el promontorio extremo de los siglos… ¿Para qué mirar detrás de nosotros, puesto que tenemos que descerrajar los vantaux de lo Imposible? El Tiempo y el Espacio han muerto ayer. Vivimos ya en lo Absoluto, puesto que hemos creado la eterna rapidez omnipotente.”
¡Oh, Marinetti! El automóvil es un pobre escarabajo soñado, ante la eterna Destrucción que se revela, por ejemplo, en el reciente horror de Trinacria.
9. “Queremos glorificar la guerra –sola higiene del mundo–, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas que matan, y el desprecio a la mujer.”
El poeta innovador se revela oriental, nietzscheano, de violencia acrática y destructora. ¿Pero para ello artículos y reglamentos? En cuanto a que la Guerra sea la única higiene del mundo, la Peste reclama.
10. “Queremos demoler los museos, las bibliotecas, combatir el moralismo, el feminismo y todas las cobardías oportunistas utilitarias.”
11. “Cantaremos las grandes muchedumbres agitadas por el trabajo, el placer o la revuelta; las resacas multicoloras y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas, la vibración nocturna de los arsenales y los astilleros bajo sus violentas lunas eléctricas; las estaciones glotonas y tragadoras de serpientes que humean, los puentes de saltos de gimnasta lanzados sobre la cuchillería diabólica de los ríos asoleados; los paquebots aventureros husmeando el horizonte; las locomotoras de gran pecho, que piafan sobre los rieles, como enormes caballos de acero embridados de largos tubos, y el vuelo deslizante de los aeroplanos, cuya hélice tiene chasquidos de bandera y de muchedumbre entusiasta.”
Todo esto es hermosamente entusiástico y, más que todo, hermosamente juvenil. Es una plataforma de plena juventud, por serlo, tiene sus inherentes cualidades y sus indispensables puntos vulnerables.
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Dicen los futuristas, por boca de su principal leader, que lanzan en Italia esa proclama –que está en francés, como todo manifiesto que se respeta– porque quieren quitar a Italia su gangrena de profesores, de arqueólogos, de ciceroni y de anticuarios. Dicen que Italia es preciso que deje de ser el “grand marché des brocanteurs”. No estamos desde luego en pleno futurismo cuando son profesores italianos los que laman a ilustrar a sus pueblos respectivos un Teodoro Roosevelt y un Emilio Mitre.”
Por hoy, dejamos el asunto de este tamaño. Que los expertos en Darío o en Marinetti, digan algo. De todo este embrollo, algo se supo en nuestro país en un documento que hemos visto en los comentarios a las obras de Bartolomé Galíndez (1896-1959), que en su Nuevas Tendencias, (revista Los Raros de 1° de enero de 1920) hizo ampliamente Federico García Godoy el 22 de agosto de ese año en la revista Letras, ya que en él se habla ampliamente del artículo de Darío.
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La fotografía