Cada 30 de noviembre "no se celebra" esa fiesta de mi infancia llamada fiesta de San Andrés. Si bien es cierto que dicha festividad de origen religioso, en veneración a la imagen del San Andrés Apóstol, es original de España, terminó instalada en el pueblo dominicano como parte de la herencia de la conquista.

Recuerdo de pequeña que siempre tenía miedo por ese día, porque mi padre, al llamarse Andrés, era impactado graciosamente por varios huevos; también le tiraban harina. Siempre llegó a casa todo teñido de blanco por las festividades patrocinadas por los muchachos del barrio.

Conecto lo anterior a una celebración que, desde hace más o menos tres años, se ha adueñado de la agenda de muchos dominicanos: Viernes Negro o Black Friday, en inglés. Esta actividad, cuyo origen lo vemos en la ciudad de Filadelfia, Estados Unidos, es puramente comercial y consiste únicamente en dar inicio formal a las compras navideñas, atrayendo a los clientes con interesantes ofertas de productos y extraordinarias rebajas. Aunque no es un día festivo, muchos lo consideran como tal, al ocurrir justamente un día después al de Acción de Gracias, siendo esta actividad una más que se ha establecido en el país.

Junto a la celebración de Halloween, estas festividades han opacado el Día de la Raza –cuyo concepto es una malformación histórica­–, pero al menos, es pariente directa de nuestra historia y cultura; recuerdo que era todo un evento en mi niñez. El Día de la Independencia es otra fecha que poco a poco ha ido perdiendo su brillo. Fuera de la parafernalia protocolar del Estado, el pueblo espera este día por el tema de los dichosos decretos presidenciales. Si agregamos al hecho el cambio de fechas conmemorativas cuando estas caen entre lunes y viernes –independientemente de su trascendencia–, la gente termina más pendiente del asueto que de su significado. Eso sin mencionar que febrero ahora es el mes del amor.

El Día de la Constitución pasa sin pena ni gloria. ¿Quién recuerda la Guerra de la Restauración, un 16 de agosto? ¿Te suena un Gregorio Luperón? Este día, el de la Restauración, siendo de tremenda importancia histórica, es asociado mucho más a los mismos decretos o, si es el caso, a la toma de posesión de un nuevo presidente. Basta con salir a preguntar a cualquier persona qué se conmemora ese día y le apuesto que poquísimos, siendo positivos, harán referencia a la Gesta Restauradora. Sobre todo los más jóvenes, lo cual es lamentable.

Sea que nos dimos cuenta o no, sea que pasó frente a nuestras narices o lo hicimos de motus proprio, de una forma o de otra hemos regalado nuestras memorias. Es como si nos hubiésemos desentendido de ellas. Cómplices o no, rozan la parcela del olvido. En cambio, parece que se nos hizo cómodo adoptar las del vecino. Un vecino que, primero que todo, no es tal cosa, y que segundo, tiene una agenda de dominación que ha sabido mutar inteligentemente con el tiempo, y se vale de la mejor herramienta para hacerse con cuanto pueblo de América Hispana sea de su interés: el arrebato paulatino, pero seguro, de la cultura.  Y lo ha hecho por medio de una herramienta que le ha dado buenos resultados en su propio pueblo: El consumismo.

Durante la Guerra Fría, posterior al fin de la Segunda Guerra mundial, Estados Unidos patrocinó cruentas dictaduras en muchos rincones de América. La palabra “cuco” de entonces era COMUNISMO. Bastaba con ser tildado de comunista para ser motivo de oprobio y censura por parte de la mayoría. Luego llegó el TERRORISMO. Este último recurso demostró ser muy efectivo a los fines de controlar, porque genera temor, y el negocio del miedo provee de grandes dividendos al status quo americano. Pero resulta que los pueblos, cambian, se mueven y, en cierta manera, evolucionan; en consecuencia, las estrategias del Poder y su conquista lo han hecho por igual.

Hoy por hoy, parte de la gran conquista de Estados Unidos sobre los pueblos de América radica en la intrusión a la cultura, esto lo puedo observar en la psicología de masas; porque si me refiero al Poder, ahí la tendencia actual es más exquisita y refinada –si se quiere– y consiste en boicotear economías, junto al manejo y fabricación de información. Por supuesto, contando con la ayuda de locales que se ponen al servicio de  tales propósitos. Por un lado, las dictaduras ya no son factibles y por su parte, el terrorismo adquirió matices macabros, porque, según parece, salió de la casa y está caminando por todos lados.

Nada es más rentable para el sistema capitalista –cuya esencia conceptual es la carencia– que crear culturas de consumo. Establecer hábitos de derroche y gasto, fabricar necesidades, ofrecer lo “supremo y superior” y crear en la gente la idea de que es parte de algo mucho mejor, haciéndolo calcar comportamientos de ese otro superior. Este modelo de conducta, aparte de que entretiene, zombifica y sostiene sobre sí la cultura del Hámster –que avanza más no llega a destino–.

La empresa ha sido todo un éxito y, hoy por hoy, nuestra América Latina es consumo, viernes negro, inglés, Halloween, Barbies, y mucho más. La alienación es más que evidente. Somos, aunque no lo veamos así, como pequeños patios gringos repartidos aquí y allá; nuestros gobiernos están permeados por agendas norteamericanas, organismos internacionales como la ONU, OEA, FMI, OMS –y otros– no son más que despachos, que callan cuando son llamados a hacerlo y gritan cuando conviene.

Antes, éramos repúblicas bananeras por asuntos de economía, ahora lo somos, además, por sumisión cultural. Ya no pueden “desaparecer” líderes, no pueden fabricar accidentes aéreos para presidentes disidentes de La Agenda, como ocurrió antes. La estrategia actual tiene nuevos actores con procedimientos menos obvios y más inteligentes.

En nuestra América están pasando “cosas” que parecen coincidentes, pero no son más que resultado de una maniobra bien orquestada. La misión de los pueblos, hoy día, es estar bien vigilantes. Porque se vienen tiempos más complicados, si fuera posible. ¡Que lo es! Empecé hablando de huevos y harina y termino con dictaduras y dominaciones. No se sorprenda si le digo que todo está entretejido, todo esto está íntimamente conectado. Claro, no ceda al pánico, solo sea crítico, indague, proteja sus valores. Trate de no engañarse, porque hablamos del futuro de nuestros hijos e hijas.