La comunidad de trabajadores de la educación dominicana ha manifestado profunda consternación ante la muerte de la profesora barahonera Lenny Feliz. Al dolor se le suma la desagradable sorpresa y la indignación que provoca el enterarse de que en el crimen están envueltos, supuestamente, otros profesores de la misma zona. Faltan las palabras para describir la dimensión trágica de todo el tema.
Las reacciones no se han hecho esperar. La gente que ve amenazada su propio sentido de la seguridad quiere las cabezas de los perpetradores. Es entendible. Sin embargo, agotada la etapa de las pasiones desbordadas tendría que llegar el momento de la reflexión. ¿Cuáles son las bases de estos actos de violencia insensata, irracional y desgarradora?
Fundamentos básicos del comportamiento social como son la decencia y el respeto en sus formas más elementales continúan deteriorándose ante nuestras propias narices. Si bien es cierto que este es un país en donde cuesta trabajo encontrar un funcionario público, o algún súper empresario serio (que los hay), igual de trabajo da encontrar un técnico reparador que no te pida un ojo de la cara por cambiar una pieza que no hacía falta sustituir. Me cuento entre las que pienso que parte de esto tiene que ver con las inequidades de nuestra sociedad. Lograr un mínimo de dignidad en nuestra tierra exige esfuerzos hercúleos. Con poca preparación, pocas oportunidades y mucha competencia la lucha por sobrevivir es verdaderamente cruenta.
En los últimos 50 años de vida republicana los partidos políticos han sido los grandes movilizadores sociales. Gente de origen relativamente humilde ha logrado superarse económica y socialmente gracias a sus vínculos con el poder. Cada partido saca una cantidad de gente de la pobreza sobre las espaldas de una burocracia ineficaz, corrupta e ineficiente. El gancho es que una parte de los que estaban "bien" en la administración saliente regresan a la condición de "mal al ser separados de la teta estatal y los que siempre están mal crecen de forma exponencial. Es un modelo económico de relumbón, financiado con deuda y que castiga muy fuertemente a la clase media sin vínculos ni apetitos políticos-partidarios. Se premia el habilidoso por encima del serio, el que se cuela por encima del que hace la fila. Es una locura creer que podemos seguir así para siempre, sencillamente no hay selva para tanto tigre.
En el caso de los profesores que matan se habla de un asunto de celos profesionales. Quizás el deseo de mejores salarios, más jerarquía y un retorcido sentido del éxito como condición a la que legítimamente se puede aspirar parecen haber jugado un rol. En todo caso, sea cuales fueran las razones, es una tragedia. Podemos esperar castigos, es seguro que así será y donde haya culpa debe haber consecuencias. Sin embargo, que el castigo afecte positivamente los procesos de desgaste de las bases de decencia sobre la que debe estar construido todo proyecto de sociedad es una cosa totalmente distinta. Es más, como norma nunca hemos dejado de condenar la conducta criminal en cualquiera de sus formas, mas sin embargo, las tasas de criminalidad en RD han crecido desproporcionalmente en las últimas décadas.
La realidad nos demanda a gritos una revisión crítica de nuestras metas y los medios que interponemos en la materialización de las mismas. Ojalá que como colectivo social podamos regresar a un modelo en donde el ideal es ser más y no tanto tener más.