El pasado 14 de abril el grupo terrorista nigeriano, Boko Haram, secuestro a 276 adolescentes en el estado de Borno. Este grupo yihadista, extremadamente violento, lleva cinco años sembrando el terror en el noreste del país, zona de mayoría musulmana, con atentados indiscriminados contra la población civil, secuestros y actos violentos contra policías, militares o musulmanes moderados.

En los últimos meses sus acciones terroristas se han intensificado, causando decenas de muertos con bombas en estaciones de autobuses o ataques a localidades del Estado de Borno, de dónde la organización terrorista es originaria, y en el que tiene fuertes raíces entre la población musulmana.

Boko Haram persigue el establecimiento de la ley islámica en el noreste del país y la erradicación de cualquier práctica social, cultural o educativa relacionada con occidente. Según el Departamento de Estado de los Estados Unidos, la organización terrorista ha tendido relaciones con AQMI (Al Qaeda en el Magreb Islámico) y su actual líder, Abubakar Shekau, es considerado un terrorista global.

El delito de las niñas secuestradas, de entre 12 y 15 años, es haber acudido al instituto de enseñanza de su localidad. Las autoridades nigerianas, en vista de que los terroristas habían secuestrado en el pasado a adolescentes que acudían a los centros de enseñanza, decretaron el cierre de los mismos para dificultar la acción de los criminales. Sin embargo, el centro debió abrir de forma extraordinaria sus puertas para que las menores pudieran realizar los exámenes. La ocasión fue aprovechada por los fanáticos para llevarse en camiones a las jóvenes.

El líder de Boko Haram ha amenazado, a través de un video, con vender a las niñas como esclavas si no se cumplen sus reivindicaciones. En esa región la trata de mujeres es una práctica criminal habitual y el comercio con personas, especialmente mujeres jóvenes, una actividad extremadamente lucrativa.

El presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, ha pedido ayuda a Occidente para buscar a las menores y proceder a su rescate, pero mientras esa ayuda llega, su Gobierno ha ofrecido una recompensa de 310.000 dólares a quién pueda dar información sobre el paradero de las menores.

Hasta hace sólo unos días el secuestro ha permanecido arrinconado en las secciones internacionales de algunos medios de comunicación, y han sido pocas las voces que se han levantado para denunciar la actuación de los terroristas y la pasividad del gobierno nigeriano. Al comienzo de la semana el presidente Obama manifestó el apoyo norteamericano al gobierno de Nigeria para liberar a las menores, y a partir de esa reacción se produjeron la del presidente francés, François Hollande, y la del Gobierno británico. Michelle Obama promocionó un hastag (etiqueta) “BringBackOurGirls” (devolvernos nuestras chicas) en la red social twitter  y conocidos artitas han divulgado la campaña “RealMenDontBuyGirls” (los hombre de verdad no compran mujeres).

Mientras la comunidad internacional reacciona, 226 niñas (ya que más de 50 pudieron escapar del cautiverio) permanecen secuestradas en un lugar indeterminado de los bosques del noreste de Nigeria. Los fanáticos que las tienen privadas de libertad no quieren que estudien, lean, escriban o piensen por sí mismas. La versión más abominable del Islam quiere imponer su ley a sangre y fuego al resto de la sociedad, especialmente a las mujeres, quizás porque sean ellas las que están demostrando mayor capacidad para promover un cambio profundo de mentalidad en sus comunidades.

Ojalá que lo antes posible las niñas sean liberadas, puedan disfrutar de la libertad, volver a la escuela, estudiar y seguir cambiando la sociedad en la que viven. Mientras esto sucede, ya hay noticias de que algunas de las menores secuestradas están siendo vendidas como esclavas por 12 dólares en países próximos. Cuando la vida de una niña de doce años vale 12 dólares es que algo muy grave está sucediendo en el mundo, y cada uno de nosotros no podemos mirar hacia otro lado.