Vivimos en una sociedad que presume de libertad e igualdad, del libre desarrollo de las ideas y preferencias sexuales, con un grupo de la población heterosexual que descubre y asume cada día la homosexualidad, siendo frecuente ver jóvenes parejas del mismo sexo caminar de la mano por las calles de la Zona Colonial.
Celebramos la concentración del orgullo gay, durante la cuál se da cita un público diverso. La representación de la homosexualidad parece ganar cierto espacio y tolerancia, algo que se evidenció con el desafío que constituyó la presencia del pasado embajador de EE.UU, y su esposo, llegando algunos a desear que el matrimonio gay se instituya en el país.
Mientras tanto, el calificativo de ‘homosexual’ sigue siendo un estigma que remite a la homofobia en una sociedad machista, en la que es frecuente insultar bajo el simple calificativo de “maricón”, sinónimo de debilidad con connotaciones semánticas superiores al calificativo de ladrón. Aunque la sociedad ha tenido y tiene sus “maricones” famosos, que de alguna manera han gozado del aprecio y respeto social, incluso en la dictadura de Trujillo, cuando el solo alarde de las preferencias sexuales ponía en juego la vida.
Tradicionalmente, muchos hombres homosexuales han preferido esconder sus preferencias sexuales optando por el matrimonio con una mujer. Estas uniones a veces son un acuerdo, la mujer sabe con quién se está casando. Pero esta práctica de matrimonios simulados va disminuyebdo en la medida en que se sale del clóset, y hombres y mujeres de preferencias no heterosexuales se deciden a formar familia con sus parejas del mismo sexo.
El hecho de acostarse con un hombre, una mujer o con varios a la vez, no debe importarle a nadie más fuera de quienes decidan tener sexo o amarse en un lecho
Pero ser homosexual sigue siendo tabú, en una sociedad conservadora como la dominicana, donde cada cierto tiempo aparece la reseña de asesinatos de homosexuales, incluyendo figuras públicas. Incluso, la clase política se ha visto estigmatizada a causa de preferencias sexuales, siendo significativo el número de funcionarios, que han sido y son calificados de “maricones”, como forma de atacarlos políticamente. Pero este tipo de ataques a la vida privada de los políticos no pone en riesgo la posición ni el status.
Otro aspecto de la sexualidad que atrae la atención en la sociedad dominicana es la infidelidad de los gobernantes o los líderes, tradicionalmente aceptada, aunque exacerbada para algunos que han obviado que del poder emana cierto aroma seductor, que convierte a individuos carentes de todo atractivo en inesperados donjuanes.
Creer que las preferencias sexuales inciden en el desempeño de la gestión pública es una gran falacia, demostrada por la historia amorosa de otros países. Por ejemplo en Francia, sus gobernantes, desde prelados de la Iglesia (Richelieu) hasta presidentes contemporáneos (Mitterrand, Hollande) se han visto envueltos en escándalos amorosos, que tumban gobiernos, pero jamás ponen en riesgo su permanencia en el poder. Siendo cada vez más frecuentes que los políticos se divorcien y, develen públicamente su homosexualidad, ya que se trata de sociedades donde la sexualidad no incide en la manera en que se gobierna un país o se desempeñe un rol, siendo más importantes la transparencia y las capacidades gerenciales de los actores políticos. El hecho de acostarse con un hombre, una mujer o con varios a la vez, no debe importarle a nadie más fuera de quienes decidan tener sexo o amarse en un lecho.
Un abismo moral y filosófico existe entre el homosexual y el homosexual ladrón, que nada tiene que ver con sexo -de aquí que ciertas sociedades prefieran la verdad de los hechos-. Vale más un honrado homosexual o mujeriego asumido (Bill Clinton) que un hipócrita heterosexual, corrupto, aunque sea modelo de marido fiel.
Relacionar homosexualidad e híper sexualidad al mal gobierno, implica retroceder perceptivamente frente a la libre sexualidad responsable. Pero sobre todo llama a reflexionar sobre nuestra hipocresía post moderna, ya que parece tener más incidencia en la ciudadanía el saber que un presidente tiene muchas mujeres o que un funcionario sea homosexual, que asumir que sea corrupto, farsante, títere y violador.
Lo cierto es que las historias de cama generan mayor interés en la ciudadanía, que conocer los millones robados que un funcionario tiene en un paraíso fiscal. Lo demuestran las redes sociales, al mostrar las reacciones de los internautas tras difundirse las eventuales preferencias sexuales de los involucrados en escándalos políticos recientes:
¿Indica esto que aun no se logra ver la dimensión del daño social, cuando las personas usan el poder sin pudor, protegidos en la doble moral?
Lo que sí indica es que un escándalo político, acompañado de una historia de cama puede hacer, hoy, más daño que las denuncias de casos de corrupción o exceso de poder, al permanecer más tiempo la “noticia” sexual en las redes, alimentando la morbosidad de la gente. Esa misma gente que suele olvidar que ser homosexual o mujeriego no influye en el desarrollo gerencial de un buen gobierno. El respeto a los principios y apego a la ética no conocen de preferencias sexuales, sino de rendimiento de cuentas y calidad humana en el poder.