El “I want YOU” es, como sabemos, el famoso eslogan del personaje promocional del servicio militar norteamericano, utilizado fundamentalmente en los siglos XIX y XX, durante diversas guerras en que participó Estados Unidos. Se trata de un llamado directo, en el cual, el personaje—llamado el “Tío Sam”—señalaba directamente al frente, hacia todo el que viera el cartel y les decía “Yo te quiero a TI” en el ejército, palabra que se omitía.
La mafia también dice lo mismo a un grupo de ciudadanos que pueden ser pastores de iglesias, sacerdotes, diáconos, madres solteras en mala situación económica, personas en condición de desempleo, trabajadores comunes o bien, jóvenes potentados de buenos apellidos e instalados en la abundancia. ¿Qué deben tener en común todas estas personas? El pasar desapercibidos para las autoridades, sean aduaneras, patrulleras, de brigadas especiales etc. Es indispensable que no tengan antecedentes penales.
Si bien es cierto, por ejemplo, que, en Europa—donde vivo—estando uno provisto de un visado Schengen, o bien con una ciudadanía comunitaria, residencia —u otro documento equivalente—uno puede circular por casi todo el Viejo Continente sin problema alguno, al momento de comprar determinados boletos de autobús, avión o tren uno debe dar sus datos, esos datos circulan por bases de datos de inteligencia a nivel internacional. Si es detectado que una persona peligrosa y perseguida ha abordado un autobús en Marsella con destino a Oporto en Portugal, la alerta se emite y en algún punto del camino rápidamente ese autobús será interceptado. No ocurrirá eso jamás con personas que, para los órganos investigativos sean simplemente un “Juan Pérez” más. Por eso, la mafia busca a esos individuos comunes—Y sin antecedentes—sean ricos, trabajadores por cuenta propia o ajena, desempleados, religiosos o pobres para hacer envíos de sustancias, armas, sumas de dinero, materiales de contrabando, o bien para guardar en sus casas tales materiales o hacer entregas de dinero. Se trata de un trabajo bien pagado y aparentemente sencillo, pero para el cual hay que tener unos nervios bien puestos.
En los trenes muchas veces circulan agentes encubiertos y otros uniformados con perros entrenados. En cualquier control de carretera una actitud nerviosa de un pasajero puede hacer que el encargado de la patrulla decida registrar el vehículo completo. Una respuesta titubeante, un rostro bañado en sudor, unas manos temblorosas pueden ser el pasaporte directo a tres o cuatro años en la cárcel por transportar materias controladas o prohibidas por la ley.
Sin embargo, la oferta de la mafia a personas en situación de carencia o bien a gente rica pero ambiciosa casi nunca cae en saco roto. Siempre hay quienes dicen que sí, e incluso, hay gente a las que les funciona ese tipo de “trabajo” especialmente a aquellos que habiendo realizado un conjunto de tareas para tal o cual “organización” llega el momento que saben decir: hasta aquí y se retiran. Lamentablemente, aun siendo muy malo el participar en estas actividades, existe un caso peor y es que no todo el mundo sabe retirarse a tiempo, y en ocasiones, el envolvimiento con “la organización” es tal que es prácticamente imposible un retiro total de la misma.
El segundo aspecto más peligroso de responder al llamado de la mafia (I want you), es que, por tratarse de operaciones realizadas por un conjunto de individuos, en cualquier momento las cosas pueden salirse de control. Y usted, que simplemente tenía que dejar dos maletas llenas de paquetes de tabaco en un hotel de Madrid, termina sentado en un comedor cerca de la frontera con Francia mientras sus compañeros desmiembran en el baño a un excompañero indisciplinado en una bañera embadurnada de sangre.
La tranquilidad no tiene precio. Si bien es cierto que el mero traslado de un sobre puede representar mil o dos mil dólares o euros. Siendo verdad que, guardando determinadas sustancias en su casa, siendo usted un pastor evangélico muy conocido, es muy posible que no pase nada y que en un mes usted tenga lo suficiente para retirarse, siendo todo eso verdad, existe otra verdad y es que la paz se pierde, la conciencia se ensucia e íntimamente, y aunque nadie lo sepa, usted sabe que es un delincuente.
Algunas recetas
El tío Sam de la mafia es un elemento observador, le gustan la gente valiente y con carácter. Es insistente, persuasivo e incisivo. Pero, ante un elemento torpe, cobarde, inseguro, sin carácter el tío Sam da la espalda y se va en pos de otra presa con mejores “cualidades”. Para mí, en este tipo de circunstancias y ante una voz diabólica que me propone un negocio “ACME” que con solo una gota de agua se convierte en una ensalada que resuelve mi vida, recurro a las viejas enseñanzas del antihéroe que me críe viendo: el “Chapulín Colorado”,un individuo que llegaba a salvar, pero es tan torpe que al sentarse se resbala, arrastra todo el mantel y hace que la vajilla se rompa en el suelo. Se pone de pie titubeante toca una columna y hace que una estatua carísima caiga al suelo y se rompa, entonces aquellos que lo habían invocado, generalmente decían, ¿Debimos llamar a Batman?
En mi experiencia personal, sigo la sabiduría del finado autor mexicano Chespirito, y hago eso y más, demostrando torpeza insuperable, cobardía profunda e indecisión grave de carácter y, en fin, todos los defectos que lleven a los señores de la mafia a decir, por sí mismos, ¿Por qué mejor no buscamos a OTRA persona? Así se van lejos de uno, sin uno tener que echarlos.
Puede parecer un chiste, pero funciona.